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No, Girona no es la mejor ciudad española para encontrar pareja
La semana pasada se publicó un ranking con las mejores ciudades españolas para encontrar pareja, elaborado por la famosa app de citas Meetic. En él, se posicionaba a Girona en el número 1 por ser la localidad con más solteros por habitante.
Nadie duda de que es una ciudad preciosa, y que puede ser un escenario romántico perfecto, pero ¿tenemos más opciones de enamorarnos solo porque hay un mayor volumen de personas disponibles? Aunque un cálculo simple de probabilidades nos diría que sí, los seres humanos no tenemos nada de simple. Hay muchos motivos para pensar que no.
La cantidad no es un factor determinante
Con el mismo dato se podría llegar a una conclusión totalmente contraria e igual de arbitraria. Si hay muchos solteros buscando pareja quizá es que en Girona resulta complejo hacer match.
En cambio, hay características que parecen más influyentes. Por ejemplo, el 75 % de los solteros españoles encuestados, valora una conversación interesante por encima del aspecto físico. Y un tercio informa que antes de conocer a alguien, les gusta mantener una o varias charlas largas.

Derick Daily – Unsplash
Madrid gana en este aspecto, seguida de Barcelona. Los usuarios son más activos y se intercambian más mensajes, y también se atreven a utilizar más las notas de audio. La voz es importante para seducir, según opinan el 86 % de los singles españoles. Pero, de nuevo, cantidad no tiene por qué ser sinónimo de conquista, los acentos que más nos enamoran son los de los andaluces, seguidos de los canarios.
¿Significa eso que Madrid, Barcelona o Málaga son destinos mejores para tropezar con el amor? Pues tampoco.
El amor no tiene ciudad favorita
La tecnología y las facilidades actuales para desplazarnos por todo el país, han aumentado mucho las oportunidades de localizar a nuestra alma gemela, y, sin embargo, cada vez nos resulta más complicado dar con ella.
Las citas online no son la panacea y, tal como revela una encuesta de Business Insider, los más jóvenes, entre 18 y 29 años, prefieren quedar con personas de su mismo entorno. Uno de los chicos entrevistados lo describe muy bien: “La gente cree que tiene un millón de opciones. Es como cuando quieres ver una serie, pones Netflix y te encuentras literalmente sin poder decidirte durante una hora, y luego acabas por no ver nada”. Una sensación extensible a todas las edades.

Toa Heftiba – Unsplash
Cuanto más se amplía la búsqueda, más posibilidades tiene de convertirse en una especie de juego, al que es difícil no engancharse. Según un informe publicado por Match, casi uno de cada seis solteros dice que se siente adicto a este proceso y el 54 % de las mujeres lo encuentran agotador.
Se conoce como el síndrome de “puedo optar a algo mejor”, y ampliar territorios no hace más que empeorarlo. Elegir se vuelve casi imposible cuando se tiene la sensación permanente de que nos estamos perdiendo otro lugar, otro beso, otra cena… con más capacidad de hacer que salte la chispa.
Este fenómeno no es nuevo, Josep Pla ya lo describió en 1941 con toda su sabiduría, en un artículo recogido en el libro Viaje en autobús:
Y yo pienso: el número de personas que tiene tendencia a ir a bailar al pueblo de al lado es considerable. Física o imaginativamente, todo el mundo tiende a bailar en un terreno que no es el propio terreno. Sin embargo, una de las más provechosas máximas de Goethe es esta: la felicidad es la limitación; ser feliz consiste en limitarse. Pero el hombre raramente se limita; aspira siempre a tener más. Según los poetas elegíacos antiguos, esta tendencia humana a la ilimitación es debida a que el hombre es un animal melancólico y triste, dominado constantemente por el tedio: de aquí que el hombre sea por afán de cambiar —para matar el tiempo— un constante destructor de su propia obra y de su propia vida. Porque a más querer más tristeza, a más deseo más dolor, a más posesión más destrucción. Mucho más triste que bailar en el propio pueblo es bailar en el pueblo de al lado.
Tampoco es necesario ponernos tan drásticos, aunque viene bien para recordarnos que el pasto del vecino no siempre es más verde, al igual que no hay una ciudad mejor que otra para encontrar pareja. ¡Cupido puede aparecer en cualquier parte! A miles de kilómetros o muy, pero que muy cerca.
Portada | Tom Nicholson – Unsplash
Que Hacer
Esta pequeña localidad de Gran Canaria es el nuevo pueblo de la Navidad Ferrero Rocher 2025
Cada invierno, cuando las luces empiezan a transformar plazas y calles en escenarios llenos de magia, hay un rincón de España que se convierte en protagonista absoluto de la Navidad. Este año, el brillo dorado ha viajado hasta el interior de Gran Canaria para posarse sobre un municipio de montaña que ha sabido conquistar a todo el país con su autenticidad, su belleza y el orgullo de su gente.
El reconocimiento llega de la mano de “Juntos Brillamos Más”, la iniciativa impulsada por Ferrero Rocher que, desde hace más de una década, selecciona cada año un pueblo español para iluminarlo de forma muy especial durante las fiestas. En 2025, tras una votación popular en la que participaron municipios de todas las comunidades autónomas, Tejeda se alzó como ganador, demostrando que el encanto rural y la unión vecinal pueden brillar tanto como cualquier gran ciudad.
Este premio no solo supone la instalación de una iluminación navideña singular (el conocido “Toque de Oro” de Ferrero Rocher), sino también un hito histórico para el archipiélago: Tejeda se convierte en el primer pueblo de Canarias en ganar el concurso, marcando un antes y un después en la presencia de las islas dentro de esta iniciativa nacional. Aunque el municipio no había sido tradicionalmente un referente en grandes despliegues lumínicos, sí es un pueblo acostumbrado a cuidar cada detalle y a celebrar las fiestas con un carácter muy propio, algo que ha pesado especialmente en su elección.
Tejeda, un lugar para descubrir (y no solo en Navidad)
Situado en el centro geográfico de Gran Canaria, Tejeda es uno de esos lugares que se recuerdan mucho tiempo después de haberlos visitado. Forma parte de la red de Los Pueblos Más Bonitos de España y está rodeado por algunos de los paisajes más emblemáticos de la isla. El imponente Roque Nublo, el Roque Bentayga o los miradores naturales que se asoman a barrancos y cumbres convierten cualquier paseo o ruta de senderismo en una experiencia inolvidable, especialmente en invierno, cuando el aire es más limpio y las vistas parecen infinitas.
El casco histórico invita a caminar sin rumbo, descubriendo casas tradicionales, pequeñas tiendas de artesanía y rincones llenos de calma. Entre los puntos más destacados se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro, corazón espiritual del municipio, así como varios miradores desde los que contemplar uno de los atardeceres más bellos de la isla. La visita se completa, casi sin querer, con una parada gastronómica: Tejeda es famosa por sus dulces artesanos, elaborados con almendra local, como el bienmesabe o los mazapanes, especialmente presentes durante la Navidad.


En esta época del año, el pueblo suele organizar actividades pensadas tanto para vecinos como para visitantes: pequeños mercadillos, eventos culturales, encuentros musicales y celebraciones tradicionales que refuerzan el ambiente festivo sin perder la esencia tranquila del lugar. La llegada de la iluminación especial de Ferrero Rocher se suma a esta programación y promete convertir a Tejeda en uno de los destinos navideños más singulares del archipiélago.
Como curiosidad, muchos no saben que desde algunos puntos del municipio, en días despejados, es posible divisar otras islas del archipiélago canario, un detalle que añade aún más magia a la experiencia. Además, su altitud y ubicación hacen que el invierno se viva de una forma diferente al resto de la isla, con temperaturas más frescas y una atmósfera casi de postal. ¿Se os ocurre un mejor sitio para disfrutar de una escapada navideña?
Imágenes | Ayuntamiento de Tejeda
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170.000 bombillas iluminan sus calles
Hay lugares que parecen tener un brillo propio, pero en Navidad consiguen algo todavía más difícil: multiplicar su belleza hasta crear una estampa casi irreal. En pleno invierno, cuando cae la noche, este rincón de la provincia de Salamanca se transforma en un escenario de cuento, con calles empedradas que resplandecen, balcones de madera decorados con miles de puntos de luz y una plaza mayor que invita a detenerse y mirar alrededor sin prisas. No es casualidad que, año tras año, se haya convertido en uno de los destinos más buscados para una escapada invernal con encanto.
Ese lugar es La Alberca, uno de los pueblos más bonitos de España en cualquier época del año, pero especialmente cautivador durante la Navidad. Desde finales de noviembre y hasta bien entrado enero, más de 170.000 bombillas LED iluminan su casco histórico, envolviendo plazas y callejuelas en una atmósfera cálida que contrasta con el paisaje serrano y el frío del invierno. La iluminación no es un simple reclamo estético, sino una apuesta decidida por revitalizar el pueblo en temporada baja y consolidarlo como un referente turístico más allá de los meses de verano.
Esta ambiciosa iniciativa alcanzó proyección nacional cuando en 2023 La Alberca se alzó como ganadora del concurso anual “Juntos Brillamos Más” de Ferrero Rocher, un reconocimiento que impulsó aún más su espectacular despliegue luminoso. El premio supuso un antes y un después, no solo por el impacto visual, sino por el orgullo colectivo de vecinos y comerciantes, que han hecho de la Navidad una celebración compartida y un motor de vida para el pueblo. Hoy, al pasear por el pueblo en estas fechas es fácil comprobar cómo todos aúnan esfuerzos para crear una experiencia inolvidable a quien la visita.
La Alberca: el pueblo de las 160 luces por cada habitante


La iniciativa partió del Ayuntamiento, con el apoyo de sus poco más de 1.000 vecinos y comercios locales, y ha ido creciendo y perfeccionándose con los años hasta convertirse en una seña de identidad navideña. El resultado es un recorrido luminoso que invita a perderse sin mapa, dejándose llevar por la belleza de cada rincón.
De hecho ya es toda una institución: este año el estreno oficial de la iluminación tuvo lugar el 29 de noviembre en una pequeña ceremonia, una fecha que se adelantó ligeramente respecto a lo previsto inicialmente tras escuchar la petición de vecinos y comerciantes. Desde el Ayuntamiento se optó por escoger un día más tranquilo, pensado no solo para repartir mejor la afluencia de visitantes, sino también para servir de impulso a la actividad económica local desde el inicio de la campaña navideña.
Además del encendido de luces, la programación navideña se completa con actividades pensadas para todos los públicos: visitas de Papá Noel y los Reyes Magos, espectáculos infantiles, conciertos, mercadillos y propuestas culturales que animan las tardes frías y refuerzan ese espíritu comunitario tan característico del pueblo. A todo ello se suman tradiciones singulares, como la del marrano de San Antón, donde un cerdo es cuidado por el pueblo y rifado para fines benéficos en enero, representando una práctica que ha perdurado más de 500 años… tradición que por supuesto sorprende a quienes visitan La Alberca por primera vez.
Un pueblo anclado en el tiempo que merece la pena visitar en cualquier momento del año


Pero La Alberca es mucho más que luces. Fue el primer municipio de España declarado Conjunto Histórico-Artístico, y basta un paseo por su Plaza Mayor para entender por qué. El crucero de granito en el centro, las casas tradicionales con entramado de madera y los soportales crean una estampa que parece detenida en el tiempo. Muy cerca se alza la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los edificios más destacados del pueblo, junto a pequeñas ermitas y miradores que permiten asomarse al paisaje de la Sierra de Francia.
Una escapada en estas fechas es también la excusa perfecta para descubrir (o redescubrir), la gastronomía de la zona. En sus tiendas y obradores se pueden adquirir embutidos ibéricos, jamón de Guijuelo, quesos, miel, dulces tradicionales como las perrunillas o productos artesanos ideales para llevar a casa o para convertir en protagonistas de las cenas navideñas (y de paso apoyar a los pequeños productores locales).
Y si se dispone de más tiempo, el entorno natural es un valor añadido. El Parque Natural de Las Batuecas–Sierra de Francia ofrece rutas sencillas incluso en invierno, bosques cubiertos de niebla y paisajes que invitan a caminar con calma, respirando aire limpio y disfrutando del silencio. Además está muy cerca de Salamanca, así que recorriendo algunos kilómetros más, una escapada completa y sorprendente está garantizada.
Imágenes | Ayuntamiento de la Alberca
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Que Hacer
visitarla te hace sentir que entras en otro siglo
Hay lugares que, nada más llegar, te invitan a bajar un poco el ritmo. De esos que te hacen respirar hondo sin que tú lo decidas, simplemente porque el entorno lo pide. En este sitio pasa exactamente eso: ves un valle tranquilo, un casco antiguo, un río que avanza con calma entre jardines muy cuidados y, al fondo, una silueta de granito que capta la atención sin necesidad de imponerse. Es uno de esos lugares ideales para practicar el famoso turismo slow, un término fácil de emplear pero difícil de poner en práctica en los tiempos que vivimos: caminar sin prisa, fijarte en los detalles, escuchar el agua, oler la madera de las casas antiguas y dejar que el paisaje vaya cambiando delante de ti.
Cuando llegas a Fougères, entiendes por qué todos hablan de su encanto. Lo primero que ves es la fortaleza en lo alto, vigilando el pueblo como si siempre hubiera estado ahí para orientarte. Debajo, las casas de entramado de madera mantienen ese aire auténtico que a veces se pierde en otros destinos, y las calles adoquinadas te llevan de un rincón a otro sin necesidad de acelerar el paso. Es un lugar que te invita a tomártelo con calma desde el primer minuto.
Luego están los bares y terrazas, que casi parecen puestos ahí para que te sientes un buen rato a disfrutar. Una galette, una sidra o algún dulce bretón saben mejor cuando no tienes prisa. Y la verdad es que aquí es fácil dejarse llevar: Fougères te recompensa si decides parar, mirar alrededor y simplemente estar. No hace falta más para empezar a disfrutarlo de verdad.
Fougères y su fortaleza medieval que te deja sin palabras


Erguida sobre un peñasco de esquisto, esta inmensa obra defensiva construida entre los siglos XII y XV, impresiona a cualquiera. Sus trece torres rodean dos hectáreas de murallas restauradas que, siglos atrás, estuvieron protegidas por un foso de agua. Seguir el camino de ronda es casi obligatorio: desde allí se admiran no solo las murallas en todo su esplendor, sino también los jardines que bordean el pueblo, perfectamente integrados en el paisaje.
Cada torre cuenta una historia, pero pocas atrapan tanto la imaginación como la torre Mélusine. Lleva el nombre del hada de Lusignan, símbolo de misterio y metamorfosis, y se eleva unos treinta metros sobre el conjunto, con muros de tres metros y medio de grosor. Una construcción así no solo servía para vigilar; su sola presencia disuadía a cualquiera que pensara poner a prueba las defensas del lugar.
Caminar por la fortaleza es como recorrer siglos de historia con los pies. Hay torres cuadradas, circulares y en forma de herradura que muestran la evolución de la ingeniería militar medieval. Desde lo alto, las vistas abarcan el valle, los tejados desiguales del casco antiguo y los colores de sus espectaculares jardines, que cambian con cada estación. A sus pies se encuentra el pasadizo, un Centro de Interpretación de la Arquitectura y el Patrimonio, una visita imprescindible que ayuda a imaginar la vida cotidiana entre asedios, el papel de Fougères en las fronteras bretonas y las sucesivas reconstrucciones que han permitido que el conjunto llegue hasta nosotros tan completo.
Una ciudad para disfrutar con calma


Pero Fougères no es solo su castillo. Es un destino que se saborea mejor sin reloj: paseando por el barrio antiguo, entrando en alguna tienda artesanal, cruzando pequeños puentes sobre el río, subiendo a los miradores naturales o sencillamente sentándose en una terraza a contemplar cómo la fortaleza cambia de tono al caer la tarde. Aquí todo parece invitar a bajar el paso.
Si viajas en familia, las actividades del castillo suelen ser un acierto. Si vas en pareja, el atardecer desde las murallas es uno de esos momentos que se guardan en la memoria. Y si tienes ganas de tranquilidad, basta caminar por los jardines del pueblo o detenerse en cualquier rincón del casco antiguo para entender por qué estos lugares, lejos del ruido, acaban conquistando a quien los visita.
Imágenes | Web Oficial de Turismo de Bretaña
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