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Cinco destinos de Carnaval europeos para ir abriendo boca

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Si a estas alturas de mes no tenéis ya preparado el disfraz y el lugar donde pasar las fiestas dedicadas a Don Carnal lo mismo vais con demasiada calma, pero como en Diario del Viajero nos encanta echaros una mano dándoos ideas. Así que creemos que estamos en el momento justo para hablar de cinco destinos de Carnaval europeos para ir abriendo boca de lo que se nos viene encima.

Si otras veces nos hemos quedado con unas celebraciones más locales hoy vamos a picar un poco de aquí y un poco de allá con cinco lugares con gran tradición carnavalera y con celebraciones muy diferentes entre ellos: Sitges, Niza, Colonia, Venecia y Maastricht. Tradición y fiesta para todos los gustos.


El Carnestoltes de Sitges

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El Carnaval de Sitges, es la fiesta pagana por excelencia donde dejarse llevar por las pasiones y algún que otro exceso, antes de entrar en el periodo de reflexión y abstinencia de la Cuaresma cristiana. Se lleva celebrando ininterrumpidamente desde 1976 aunque hay datos históricos que hablan de él en el siglo XV. Sus más de 300.000 visitantes cada año lo sitúan entre los mejores del mundo. La principal actividad son los desfiles que tienen lugar entre el domingo y el martes , en horario infantil y adulto.

Las celebraciones comienzan el Dijous Gras (jueves Landero) cuando su Majestad Carnestoltes aparecerá por la tarde, yendo con su séquito hasta el ayuntamiento donde tomará posesión temporalmente del poder tras leer el tradicional predicot (pregón) que dará inicio a siete días de celebración. Los otros dos personajes principales serán la Reina del Carnaval de Sitges y la Reina Infantil.

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Como siempre nos gusta daros una opción de alojamiento y ésta puede ser el Hotel Liberty Sitges, justo en el centro de la ciudad, está a poca distancia de la playa de San Sebastián, en donde podrás relajarte de las celebraciones si tienes suerte con el tiempo.

La fiebre loca del carnaval alemán está en Colonia

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Al contrario que en otros lugares el colonés se pone un disfraz con el que se siente identificado, busca representar un papel que siente. Una de las cosas que hay que tener en cuenta cuando se va a Colonia a disfrutar del carnaval es que para los desfiles en la calle se imponen los disfraces en los que puedas llevar algo cálido y para las fiestas interiores llevar algo ligero.

Hoy en día en Colonia hay aproximadamente 160 sociedades de carnaval, asociaciones históricas locales y grupos de distrito que celebran esta fiesta a lo largo de 500 bailes y desfiles. El punto central de Carnaval es cada año el desfile del Rose Monday. Pero lo que tenemos que destacar es que las celebraciones empiezan siempre el 11 del 11 del año anterior. Eso es empezar las cosas con tiempo. Y a tener en cuenta que durante la semana más fuerte de fiestas, antes de la pandemia, los bares estaban abiertos las 24 horas del día.

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La temporada de carnaval en Colonia comprende el carnaval callejero de seis días que tiene lugar en febrero, también conocido como los “Días Locos”. La ciudad se convierte esos días en un estallido de vida, con diversión para toda la familia y también con días dedicados a las mujeres. Situada en el corazón de la ciudad, la Boutique 003 Köln am DOM te ofrece un lugar relajante para descansar y desconectar después de la locura del carnaval.

No puede faltar la belleza de Venecia

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Ponernos a explicar en qué consiste el Carnaval de Venecia pues lo mismo es gastar letras para conocer algo que ya sabe todo el mundo: la elegancia, la tradición, los elaborados trajes del siglo XVII y las máscaras lo envuelven todo. Todos los actos y eventos del uno de los carnavales más famosos del mundo los tenéis aquí. Si visitar Venecia en cualquier momento del año es maravilloso, hacerlo en Carnaval tiene que ser como tocar el cielo. Integraos, poneos la máscara y luego contadlo al mundo.

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Para este año lo mismo ya vamos un poco tarde pero, como hay que ir pensando ya en el futuro, el Agli Alboertti es el lugar perfecto para alojarse durante la temporada de carnaval y cuenta con unas vistas impresionantes desde la terraza de la azotea, ¡nunca querrás irte!

Maastricht: los holandeses lo disfrutan a tope

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El jolgorio toma las calles de Maastricht durante el carnaval hasta tal punto que las tiendas cierran a excepción de las de alimentación y las de Carnaval. Al igual que en Colonia desde el 11 del 11 está abierta la temporada de Carnaval y la gente empieza a verse absorbida por el espíritu y empieza a trabajar en sus disfraces para el Gran Desfile (Groeten Optoch) del Carnevalszondag.

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En el Carnaval de Maastricht todo el mundo puede participar en sus emocionantes y coloridas celebraciones callejeras, vestirse con trajes extravagantes y ver el gran desfile. El Hotel Mabi está a 10 minutos a pie de Vrijthof, descrito como el corazón de la fiesta de Maastricht, donde se desarrolla toda la acción. Totalmente equipado con un restaurante y desayuno, es el lugar perfecto para aprovechar al máximo la ciudad y celebrar con estilo.

Niza, el más importante de Francia

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El Carnaval de Niza son dos semanas llenas de desfiles casi “gemelos” en horarios diurnos y nocturnos. Los Corsi Carnavalesques (desfiles) y las Batailles de Fleurs (batallas de flores) dibujan un espectáculo mágico y burlesco retratando la moda y todos sus aspectos. En las Corsi Carnavalesques (los martes, sábados y el domingo) las carrozas se unirán las enormes cabezas de marionetas (grosses têtes) y a artistas llegados de todo el mundo creando una atmósfera festiva y llena de igualdad que revisitará la historia de la moda haciendo reír mientras nos hace reflexionar sobre las locuras de esa industria.

Las Batailles de Fleurs son las tardes de los miércoles y los sábados y son grandes carrozas temáticas decoradas con flores locales que acompañadas de artistas que llevan disfraces realizados especialmente para la ocasión. Un desfile sin parangón en el que se entregarán miles de flores.

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Un buen lugar para disfrutarlo puede ser el Hôtel du Midi está situado en el centro de la ciudad de Niza y es el lugar perfecto para alojarse durante las celebraciones.

Imágenes | Hoteles.com, Serge WOLFGANG, Lacza Szi , Rena Limberger y Ben Lescure en Pixabay

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visitarla te hace sentir que entras en otro siglo

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Hay lugares que, nada más llegar, te invitan a bajar un poco el ritmo. De esos que te hacen respirar hondo sin que tú lo decidas, simplemente porque el entorno lo pide. En este sitio pasa exactamente eso: ves un valle tranquilo, un casco antiguo, un río que avanza con calma entre jardines muy cuidados y, al fondo, una silueta de granito que capta la atención sin necesidad de imponerse. Es uno de esos lugares ideales para practicar el famoso turismo slow, un término fácil de emplear pero difícil de poner en práctica en los tiempos que vivimos: caminar sin prisa, fijarte en los detalles, escuchar el agua, oler la madera de las casas antiguas y dejar que el paisaje vaya cambiando delante de ti.

Cuando llegas a Fougères, entiendes por qué todos hablan de su encanto. Lo primero que ves es la fortaleza en lo alto, vigilando el pueblo como si siempre hubiera estado ahí para orientarte. Debajo, las casas de entramado de madera mantienen ese aire auténtico que a veces se pierde en otros destinos, y las calles adoquinadas te llevan de un rincón a otro sin necesidad de acelerar el paso. Es un lugar que te invita a tomártelo con calma desde el primer minuto.

Luego están los bares y terrazas, que casi parecen puestos ahí para que te sientes un buen rato a disfrutar. Una galette, una sidra o algún dulce bretón saben mejor cuando no tienes prisa. Y la verdad es que aquí es fácil dejarse llevar: Fougères te recompensa si decides parar, mirar alrededor y simplemente estar. No hace falta más para empezar a disfrutarlo de verdad.

Fougères y su fortaleza medieval que te deja sin palabras

Fougeres
Fougeres

Erguida sobre un peñasco de esquisto, esta inmensa obra defensiva construida entre los siglos XII y XV, impresiona a cualquiera. Sus trece torres rodean dos hectáreas de murallas restauradas que, siglos atrás, estuvieron protegidas por un foso de agua. Seguir el camino de ronda es casi obligatorio: desde allí se admiran no solo las murallas en todo su esplendor, sino también los jardines que bordean el pueblo, perfectamente integrados en el paisaje.

Cada torre cuenta una historia, pero pocas atrapan tanto la imaginación como la torre Mélusine. Lleva el nombre del hada de Lusignan, símbolo de misterio y metamorfosis, y se eleva unos treinta metros sobre el conjunto, con muros de tres metros y medio de grosor. Una construcción así no solo servía para vigilar; su sola presencia disuadía a cualquiera que pensara poner a prueba las defensas del lugar.

Caminar por la fortaleza es como recorrer siglos de historia con los pies. Hay torres cuadradas, circulares y en forma de herradura que muestran la evolución de la ingeniería militar medieval. Desde lo alto, las vistas abarcan el valle, los tejados desiguales del casco antiguo y los colores de sus espectaculares jardines, que cambian con cada estación. A sus pies se encuentra el pasadizo, un Centro de Interpretación de la Arquitectura y el Patrimonio, una visita  imprescindible que ayuda a imaginar la vida cotidiana entre asedios, el papel de Fougères en las fronteras bretonas y las sucesivas reconstrucciones que han permitido que el conjunto llegue hasta nosotros tan completo.

Una ciudad para disfrutar con calma

Chateau De Fougeres
Chateau De Fougeres

Pero Fougères no es solo su castillo. Es un destino que se saborea mejor sin reloj: paseando por el barrio antiguo, entrando en alguna tienda artesanal, cruzando pequeños puentes sobre el río, subiendo a los miradores naturales o sencillamente sentándose en una terraza a contemplar cómo la fortaleza cambia de tono al caer la tarde. Aquí todo parece invitar a bajar el paso.

Si viajas en familia, las actividades del castillo suelen ser un acierto. Si vas en pareja, el atardecer desde las murallas es uno de esos momentos que se guardan en la memoria. Y si tienes ganas de tranquilidad, basta caminar por los jardines del pueblo o detenerse en cualquier rincón del casco antiguo para entender por qué estos lugares, lejos del ruido, acaban conquistando a quien los visita.

Imágenes | Web Oficial de Turismo de Bretaña

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esta ciudad tiene uno de los mercadillos navideños más bonitos y mágicos de España

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Siempre he pensado que la mejor manera de “calentar motores” cuando llega diciembre es pasear por un mercadillo navideño: entre luces, aromas y música, el espíritu festivo se enciende casi sin que nos demos cuenta. Y aunque muchos viajeros se dejan seducir por los mercados más famosos, y por tanto, más concurridos, existen alternativas fantásticas. Además en España tenemos mucha suerte porque hay muchos destinos que conservan intacta la magia, pero sin las aglomeraciones que a veces empañan la experiencia.

De hecho hay una ciudad en particular que, pese a no disfrutar de la popularidad de Madrid o Vigo, se transforma por completo en estas fechas. Durante más de cinco semanas, cada calle y cada plaza se llenan de luz, creatividad y ambiente festivo. Su programación, que este año incorpora novedades respecto a ediciones anteriores, es inmensa: más de 600 actividades repartidas en 39 días convierten este rincón del nordeste español en un gran escenario navideño pensado para disfrutar en familia, en pareja o con amigos. Hablamos de Zaragoza.

El epicentro es la Plaza del Pilar, donde se instala la ya emblemática Muestra Navideña, uno de los mercadillos más característicos del país. Pero la celebración no se queda ahí: el ambiente festivo se extiende también a otros espacios clave, como el Parque Grande José Antonio Labordeta, que se suma cada año con propuestas propias para completar una experiencia inolvidable en la ciudad.

Dos mercadillos para disfrutar de la Navidad más tradicional (y gourmet)

El mercado principal reúne alrededor de medio centenar de casetas, todas decoradas con un cuidado especial que invita a pasear sin prisa. Aquí puedes encontrar artesanía local, adornos hechos a mano, regalos originales, figuras para el belén, dulces tradicionales, chocolates, turrones y productos gastronómicos de la tierra. El ambiente, sin embargo, va mucho más allá de la compra: frente a la basílica se levanta un Belén de tamaño real, uno de los más grandes del país, que cada año se renueva y atrae a miles de visitantes. También hay pista de hielo, trineos neumáticos, un gran árbol de los deseos, carruseles y actividades constantes para todas las edades.

Si el plan pasa por llevarse sabores auténticos a casa, o por encontrar regalos gourmet de calidad, el Mercado Gourmet del Parque Grande es otra parada que merece un hueco en la ruta. Allí, productores y artesanos de toda la región ofrecen vinos, aceites, embutidos, dulces, panes de pueblo y conservas que son un acierto seguro para las cenas navideñas o para sorprender con un detalle para alguien especial. Además, este mercado suele acompañarse de actuaciones, talleres y degustaciones, lo que lo convierte en una experiencia completa.

La ciudad, además, estrena cada año novedades: un acto de encendido más espectacular, nuevas zonas iluminadas (como el Paseo Independencia), y un espectáculo lumínico en el Parque Grande que invita a recorrerlo al caer la tarde. Incluso la Cabalgata de Reyes renueva su recorrido y su puesta en escena, con más énfasis en la narrativa y en la calidad artística del desfile.

Zaragoza: una escapada perfecta en Navidad

Zaragoza
Zaragoza

Imagen | Perfil Facebook Zaragoza Cultura

Y entre todo este ambiente festivo se cuelan joyas patrimoniales que ningún viajero debería pasar por alto. La Basílica del Pilar, con sus cúpulas y su reflejo en el Ebro, es una visita imprescindible, igual que la Catedral del Salvador o la Aljafería, uno de los palacios mudéjares más importantes del país. Pasear por el casco histórico, descubrir pequeñas plazas, adentrarse en museos y perderse por calles llenas de vida es parte del encanto de esta escapada navideña.

Quizá otros mercados acaparen titulares, pero pocos equilibran tan bien la tradición, la artesanía, la gastronomía y la calidez de una ciudad volcada en estas fechas. Aquí la Navidad no solo se contempla: se vive, se siente y se comparte. Y quizá por eso, este mercadillo se ha convertido en uno de los más bonitos y mágicos de toda España. ¿La receta? calidez, actividades para todos, buena gastronomía y un ritmo que permite disfrutarlo de verdad.

Imagen | Ayuntamiento de Zaragoza

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Este pueblo de Burgos de solo 247 habitantes esconde una de las grandes joyas del románico en España

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Una escapada en esta época del año, cuando se mezclan los preparativos, las compras y ese ajetreo casi inevitable de las fiestas, pide a gritos un destino donde el tiempo parezca ralentizarse. Un lugar para caminar sin prisas, sin aglomeraciones y con el simple objetivo de desconectar del ruido cotidiano, donde el silencio no sea una rareza, sino parte del paisaje. Y uno de esos rincones perfectos de nuestro país para regalarse una pausa se esconde entre montes tranquilos y carreteras secundarias, guardando un conjunto monumental capaz de sorprender tanto a quienes buscan arte como a quienes solo desean respirar hondo y sentirse lejos de todo.

Ese lugar es Santo Domingo de Silos, una pequeña villa burgalesa que ronda apenas los dos centenares de habitantes y, aun así, guarda más historia de la que uno imagina al llegar. Su tamaño engaña: basta poner un pie en sus calles para descubrir que aquí se condensa un patrimonio cultural extraordinario, modelado por siglos de espiritualidad, tradición y vida monástica que ha dejado una huella profunda.

Situado en la comarca de La Demanda y Pinares, Silos se desarrolló junto a antiguas rutas de paso que explican tanto la riqueza de sus influencias como su carácter acogedor. Fue cruce de caminos, refugio espiritual y punto de encuentro para viajeros de todas las épocas. Hoy mantiene ese mismo espíritu: el de un pequeño pueblo que invita a parar y a dejar que su calma, casi contagiosa, haga efecto desde los primeros minutos.

Santo Domingo de Silos

Monasterios Silos
Monasterios Silos

El epicentro de todo es, sin duda, el Monasterio de Santo Domingo de Silos. Fundado en época altomedieval y revitalizado en el siglo XI por la figura del propio Domingo, este monasterio benedictino conserva uno de los claustros románicos más fascinantes de España. Su doble planta, sus capiteles tallados con escenas bíblicas, animales fantásticos y motivos vegetales, son una auténtica lección de arte medieval. A ello se suman tesoros inesperados: la botica monástica, la biblioteca histórica o la serenidad de su patio interior.

Y en ese patio se alza el célebre ciprés del claustro, plantado en el siglo XIX y convertido en símbolo del lugar. Su silueta esbelta inspiró a Gerardo Diego y protagoniza muchas de las postales que han hecho de Silos un destino tan conocido como íntimo. Verlo enmarcado por los arcos del claustro es uno de esos momentos que justifican cualquier viaje.

La música también es parte de la identidad del pueblo. El canto gregoriano de los monjes traspasó fronteras cuando, en los años noventa, una recopilación de sus grabaciones se coló inesperadamente en listas internacionales. Aún hoy, asistir a alguno de los oficios abiertos al público es una experiencia que no se olvida: el eco de las voces en la acústica de la iglesia crea una atmósfera única.

Santo Domingo Silos Burgos
Santo Domingo Silos Burgos

Aunque el monasterio acapare buena parte de la fama, Santo Domingo de Silos ofrece mucho más. Un paseo por su casco urbano revela restos de antiguas murallas, casonas blasonadas que hablan de familias nobiliarias y un templo gótico que conserva detalles añadidos con el paso de los siglos. Todas estas piezas conforman un conjunto compacto y muy agradable de recorrer, perfecto para quienes disfrutan descubriendo la historia a pie de calle. Muy cerca se encuentra también el Museo de los Sonidos de la Tierra, una sorpresa para muchos viajeros, ya que su colección de instrumentos de distintas partes del mundo muestra cómo la música ha sido siempre un lenguaje universal que evoluciona según cada cultura.

Para aprovechar al máximo la visita, lo mejor es recorrerlo sin prisa, dejándose llevar por sus calles tranquilas y por la arquitectura tradicional que asoma en cada rincón. El monasterio, por supuesto, merece una visita atenta: recorrer su claustro con calma y, si coincide, dejarse envolver por los cantos gregorianos durante alguno de los oficios es una experiencia que se recuerda durante mucho tiempo. Después, el museo musical ofrece un contrapunto perfecto, ligero y muy entretenido, ideal tanto para adultos como para niños.

El entorno natural completa la experiencia. Desde el pueblo parten rutas sencillas que llevan a paisajes que sorprenden por su fuerza, como el Desfiladero de La Yecla, un cañón estrechísimo que se recorre por pasarelas colgadas entre paredes verticales. Un broche de oro para rematar una escapada que te renovará la energía a todos los niveles.

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