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los estudios recientes sugieren que el cacao no nació en Mesoamérica, sino en la actual Ecuador

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Hablar de cacao es hablar de su impacto en las sociedades mesoamericanas. El cacao llegó a México en algún momento del 1900 a.C. y se estima que fueron los olmecas los que domesticaron la planta en algún punto entre el 1200 y 400 a.C. Fue el pilar de diferentes culturas mesoamericanas y se convirtió en más que un alimento. Sin embargo, recientes estudios han desafiado esa idea.

¿El motivo? Ni olmecas, ni mayas, ni aztecas: los primeros que usaron el cacao fueron las culturas amazónicas que lindaban con Ecuador y Colombia. Vamos por partes.

El alimento de los dioses. Como decimos, el cacao es algo cultural en México. Los mayas consideraron que era el “alimento de los dioses” y lo emplearon como bebida sagrada. Era muy diferente al dulce que conocemos hoy, ya que se preparaba con cacao en trozos, harina, chile, canela y agua caliente, dando como resultado una mezcla densa y amarga.

Tenía presencia en sus rituales, pero también se usaba como ofrenda para pedir algo a los dioses, se podía usar como moneda de cambio y hasta como símbolo de estatus. Los aztecas refinaron algo más la fórmula, ya que tostaban los granos, los molían y los mezclaban con ingredientes como vainilla o flores aromáticas. Posteriormente, añadían agua caliente y así surgió el techocolat.

Hola, Ecuador. Pero las dos culturas tenían algo en común: no era un simple alimento. Aunque el cacao se sabía que apareció en la Alta Amazonía, en regiones que ahora son Ecuador y Colombia, la domesticación de la planta se dio gracias a las sociedades mesoamericanas. Pero, como decimos, recientes estudios han puesto esta creencia patas arriba. Investigadores y arqueólogos de la Universidad de Berkeley, de la Universidad de Columbia Británica y del Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo

Según el primero, rastros de usos del cacao en recipientes de hace unos 5.300 años indican que las civilizaciones que habitaban estas selvas tropicales ya dieron un uso al cacao bien como alimento, bien como ofrenda. Esto indica que su uso se remonta unos 1.500 años al que considerábamos como el primero en las civilizaciones mesoamericanas.

Arqueococina. Todo comenzó con el descubrimiento de cerámicas elaboradas que habrían pertenecido a la cultura mayo-chinchipe, que ocupó la Amazonía occidental hace unos 5.500 años. Michael Blake es uno de los investigadores y comentó en Science que esas vasijas eran similares a las que los mayas empleaban para hacer cacao. Fue entonces cuando preguntó a sus colegas “¿Hay alguna posibilidad de que esos vasos se usaran para elaborar cacao?” Y la respuesta fue “Nadie lo ha comprobado”.

Asumió la tarea y, mediante el raspado de diferentes partes de los recipientes, encontraron que había restos de almidón con una composición que sólo se ve en las vainas de las semillas del árbol del cacao. También hallaron teobromina, un compuesto presente en las semillas de cacao madura. Así, pudieron afirmar que esa civilización ya estaba haciendo cacao de forma rutinaria antes que las culturas mesoamericanas.

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Evidencias de las primeras zonas que usaron el cacao

¿Domesticación o no domesticación? Rosemary Joyce es investigadora de la Universidad de Berkeley que ha estudiado durante años el origen del cacao y su profunda relación con las culturas mesoamericanas. Es importante porque comentó este estudio conjunto entre varias universidades y, si bien encontró incuestionable que esa cultura ecuatoriana ya trabajara el cacao, se preguntó si realmente consiguieron domesticar la planta.

Porque aquí hay una diferencia importante entre usar las semillas encontradas esporádicamente y realmente tener una industria sustentada en la planta. Esta domesticación del cacao es algo que también se está investigando a fondo y, antes del estudio que mencionamos, se publicó otro que fechaba la domesticación hace 3.600 años en Centroamérica.

Blake y sus colegas están convencidos de que fueron los habitantes de Sudamérica quienes domesticaron la planta debido a la cantidad de artefactos diferentes en los que hallaron rastros de elaboraciones de cacao.

Impacto en la identidad mexicana. Joyce, que no estaba muy convencida con la nueva teoría de la domesticación en Ecuador, comentó en un artículo posterior que “después de décadas de investigación, nuevos descubrimientos demuestran que una de las afirmaciones más ampliamente repetidas, como que el cultivo del cacao comenzó en México o América Central, debería ser revisado”.

Y una pregunta que puede surgir es cómo estos descubrimientos afectan a la identidad mexicana, que durante cientos de años consolidó a sus predecesores como los que domaron la planta del cacao y comenzaron a usar sus frutos para elaborar alimento. La respuesta es… que algo así no debería ser un terremoto cultural.

Que se hallen rastros del uso temprano del cacao en otra zona totalmente diferente es un logro arqueológico y que nos sigue enseñando sobre las civilizaciones del pasado, pero lo “inventara” quien lo inventara, la relevancia del cacao entre las culturas mesoamericanas es indiscutible, siendo un orgullo para México.

Propagación. Ahora el misterio es emparejar ese primer cultivo en la zona de Ecuador y la llegada de las plantas a Mesoamérica. Joyce considera que, con estas revelaciones, “comienza una nueva etapa en la historia del cacao: vincular su historia temprana en Sudamérica con la de Centroamérica y México”.

En el estudio de Science de 2018, los investigadores ya afirmaron que la búsqueda de esa relación es algo que deberían estudiar más a fondo”, ya que el misterio actual es cómo los árboles de cacao hicieron ese viaje de miles de kilómetros hasta llegar a Centroamérica. Las semillas del cacao pierden rápidamente su viabilidad, por lo que no son fáciles de transportar y que se reproduzcan en una nueva tierra (sobre todo con los métodos que tenían hace miles de años).

Al final, el hallazgo no quita importancia al papel del cacao en la cultura mesoamericana, pero sí enriquece la historia de la propia planta y nos da pistas de las que tirar para futuras investigaciones.

Imágenes | UC Berkeley

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cambiar algunos de ellos está en nuestra mano

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¿Llevamos la longevidad en la sangre? La sabiduría popular seguramente respondería que sí, que un historial familiar repleto de octogenarios y nonagenarios es un buen indicador de que nuestra vida será larga. La ciencia, sin embargo, parece que tiende a señalar en dirección opuesta.

17%. Un nuevo estudio sobre envejecimiento y longevidad ha calculado el peso que diversos factores tienen sobre nuestra salud futura y el riesgo de una muerte prematura. Uno de los resultados más sorprendentes está en el efecto, relativamente escaso, de la predisposición genética frente a los factores ambientales.

Estos últimos explican el 17% de la variación en el riesgo de muerte en la población estudiada, una cifra notablemente mayor que la del escaso 2% asociado a la predisposición genética. Según destaca el equipo responsable del estudio, entre los factores ambientales con mayor impacto sobre este riesgo se encontraban fumar, la situación socioeconómica, actividad física y condiciones de vida.

“Nuestra investigación demuestra el profundo impacto de exposiciones que pueden ser cambiadas, bien por los individuos o a través de políticas para la mejora de las condiciones socioeconómicas, reducción del tabaquismo, o la promoción de la actividad física”, explicaba en una nota de prensa Cornelia van Duijn, coautora del estudio.

Distintas enfermedades, distintas formas de impacto. El equipo observó también diferencias en el grado en el que unos factores u otros impactaban al riesgo asociado a determinadas enfermedades. El estudio mostró que si bien los factores ambientales tenían un impacto mayor en algunas enfermedades (como las que afectaban a los pulmones, corazón e hígado), la genética tenía un mayor peso en las demencias y en algunos cánceres como el de mama.

Casi medio millón de participantes. El estudio se realizó gracias a los datos compilados por UK Biobank, una base de datos con la que el equipo pudo estudiar la influencia de un total de 164 factores ambientales y genéticos, y su impacto en el envejecimiento y muertes prematuras en la muestra.

Evaluar el envejecimiento de las personas es una tarea complicada. El equipo estudió algunas enfermedades relacionadas con este proceso, pero también recurrió a un “nuevo reloj del envejecimiento”, un reloj biológico basado en algunas proteínas presentes en la sangre.

Los detalles del proceso fueron publicados en un artículo en la revista Nature Medicine.

Lecciones para el futuro. Los resultados del estudio nos pueden servir de guía a la hora de hallar el foco en las intervenciones en salud pública. “Estos resultados subrayan los beneficios potenciales de enfocar las intervenciones en los entornos, contextos socioeconómicos, y comportamientos en la rpevención de enfermedades relacionadas con la edad y la muerte prematura”, añadía  Austin Argentieri, quien lideró el equipo responsable del trabajo.

Parte de la relevancia del trabajo se encuentra en lo amplio de la muestra analizada y la importante cantidad de datos estudiada en el marco del estudio.

Manuel Collado, investigador del CNB-CSIC en el CiMUS de la Universidad de Santiago de Compostela, quien no estuvo implicado en el trabajo, destacaba para Science Media Centre España la robustez del estudio, “una fantástica colección de muestras y datos de miles de personas que está siendo usada intensamente por muchos investigadores. Pero, además, para añadir robustez al estudio, sus conclusiones han sido también confirmadas en grupos de personas de distintas áreas geográficas”.

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Imagen | Peggychoucair

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Mikey Madison y Adrien Brody ganan el premio a mejor actriz y actor en los Óscar

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Escrito en ENTRETENIMIENTO el

Mikey Madison y Adrien Brody ganaron este domingo el premio a mejor actriz y actor en la ceremonia 67 de los Premios Óscar, celebrada en el Teatro Dolby, de Los Ángeles. 

Los protagonistas de “Anora” y “The Brutalist” recibieron la estatuilla y agradecieron el apoyo de su equipo y su familia. 

El drama de posguerra “The Brutalist” presenta la historia de László Toth (Brody), un visionario arquitecto que llega a Estados Unidos huyendo de la Europa bélica para reconstruir su vida y su matrimonio junto a su esposa.

Por su parte, “Anora” narra la historia de una trabajadora sexual que se casa con el hijo de un oligarca ruso. 

Los Óscar se desarrollan tras un año turbulento para la industria cinematográfica. La venta de entradas bajó un 3% con respecto al año anterior y, lo que es más importante, con respecto a los tiempos anteriores a la pandemia.

Las huelgas de 2023 causaron estragos en los calendarios de estrenos de 2024. Muchos estudios redujeron sus producciones, dejando a muchos sin trabajo. Los incendios, en enero, no hicieron más que aumentar el dolor.

La transmisión del año pasado, impulsada por los éxitos de taquilla gemelos de “Oppenheimer” y “Barbie”, llevó a los Óscar a un máximo de audiencia de cuatro años, con 19.5 millones de espectadores.

Con información de AP

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la peor pesadilla de la alianza atlántica es más que una cuestión de inversión

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Que Donald Trump no es un entusiasta de la OTAN no es nada nuevo. Lo dejó ver ya durante su primer mandato, cuando deslizó la posibilidad de que EEUU diese un paso atrás en la alianza atlántica, y lo ha subrayado en varias ocasiones desde entonces, como candidato y presidente electo. Pero a medida que la relación se tensa con Europa y dentro de su propio equipo se alzan voces a favor de que Washington rompa con el tratado de 1949, surge una pregunta, cada vez con más fuerza: ¿Qué pasaría si EEUU se desliga de la OTAN?

Para responderlo hace falta repasar un poco de historia reciente, geoestrategia… y también matemáticas.

¿Una OTAN sin EEUU? Solo el hecho de que la pregunta esté sobre la mesa resulta ya significativo. Sobre todo porque las nubes que ensombrecen el futuro de la EEUU en la OTAN no surgen de especulaciones ni rumores, sino de comentarios de altos cargos de Washington, incluido el propio Trump, quien en diciembre, aún como presidente electo, se quejaba de que la alianza atlántica está “aprovechándose de EEUU”.

“Se aprovechan de nosotros en el comercio, no se llevan nuestros coches ni nuestros alimentos. No se llevan nada. Es una vergüenza. Y encima los defendemos, así que el golpe es doble”, cargó Trump durante una entrevista en NBC News. Y cuando la periodista le preguntó si consideraría excluir a EEUU de la OTAN en caso de que concluya que su trato hacia EEUU no es “justo”, replicó, rotundo: “Sí, por supuesto”. La continuidad en la alianza, recalcó, queda condicionada a que el conjunto de sus miembros “paguen sus facturas”.

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Un rumor de fondo. No era la primera vez que se hablaba de la salida de EEUU de la OTAN. Ni ha sido la última. Hace seis años The New York Times publicó que en 2018 Trump ya amagaba con la retirada de la OTAN. Y aquello fue durante su primer mandato. El segundo se ha iniciado hace apenas un mes y ya está marcado por el distanciamiento entre Washington y algunos de sus aliados históricos, como Canadá o la UE. La prueba más clara (y gráfica) fue la mesa de negociación creada por EEUU y Rusia para poner fin a la guerra de Ucrania sin reservar un asiento para Ucrania ni la Unión.

La tendencia parece ir además en crescendo, sin visos de que vaya a destensarse. En los últimos días horas hemos visto a Europa cerrando filas en torno a Ucrania, a Trump y Zelenski mostrando en prime time su falta total de sintonía y a Elon Musk, gran aliado de Trump, caldeando el debate sobre la salida de la EEUU de la OTAN. Ayer el empresario compartió un tuit que rezaba “Es hora de abandonar la OTAN y la ONU” junto al siguiente mensaje de cosecha propia: “I agree”.

¿Una OTAN sin EEUU? La misma pregunta del principio, pero con un sentido distinto, el de la viabilidad: ¿Es factible una OTAN con Washington de perfil o en la que directamente EEUU dé un paso atrás? Hace unos días, durante una entrevista en la BBC, le preguntaron al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, si el resto de aliados podrían suplir el hueco de EEUU en caso de que este retire su apoyo militar a Ucrania, su respuesta fue reveladora: ni se plantea ese escenario.


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Click en la imagen para ir al tweet.

Un “riesgo del 100%”. Tras insistir en que EEUU “quiere llevar a Ucrania a una paz duradera”, el alto cargo de la OTAN deslizó: “Vamos más allá de esta cuestión. Es crucial que permanezcamos todos juntos en esto: EEUU, Ucrania, Europa, que llevemos a Ucrania a la paz. Eso es exactamente por lo que Trump lucha, por lo que todos luchamos”.

Zelenski, que lleva tiempo ambicionando la adhesión de su país a la OTAN, una perspectiva que parece más lejana hoy, tras los contactos entre Moscú y Washington, es aún más claro. En otra charla reciente con periodistas, advertía de las consecuencias que tendría que Trump dé un paso atrás en la OTAN, no solo para su país, sino para el conjunto del continente: “El riesgo de que Rusia ocupe Europa es del cien por cien si Estados Unidos se retira de la OTAN”.

Cuestión de peso. La clave es el peso que Washington tiene en la OTAN. Las estimaciones del organismo para 2024 preveían que EEUU fuese el tercer país de la alianza que mayor porcentaje de su PIB destinase a defensa, un 3,4%, solo por detrás de Polonia y Estonia. Los compromisos de Washington van más allá del Tratado del Atlántico Norte y dado el tamaño de su economía se calcula que el gasto en defensa de EEUU representa cerca de dos tercios del total de la OTAN.

En cuanto a los costes, el organismo aplica un reparto basado en el ingreso nacional y EEUU vuelve a destacar como uno de los mayores contribuyentes, con casi el 16%, igual que Alemania. El Reino Unido se sitúa en tercer lugar con un 11% y Francia ocupa el cuarto puesto, con algo más del 10%.

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De porcentajes a dólares. World Population Review ha creado un mapa en el que se aprecia aún de forma más gráfica la aportación de cada país adherido a la OTAN en 2023, tanto en porcentaje del PIB como en fondos dedicados a inversión en defensa. EEUU destaca con un 3,49% y 860.000 millones de dólares, muy por encima del segundo país, Alemania.

Como una imagen vale más que mil palabras, viene bien echar un vistazo al gráfico elaborado en 2024 por Visual Capitalist para entender el peso de la inversión estadounidense en defensa en comparación con los otros 31 países de la alianza.

El otro enfoque. Importa lo que aporta Estados Unidos, pero importa también en qué medida contribuyen el resto de países adheridos a la OTAN. Trump ya ha exigido públicamente al resto de naciones que eleven su aportación hasta alcanzar el 5% de su PIB, por encima incluso de lo que destina ahora mismo el propio EEUU. Y no parece dispuesto a cambiar su estrategia. “Les dije a los países ‘No voy a protegeros a menos que paguéis’, y empezaron a pagar. Eso ascendió a más de 600.000 millones de dólares”, presumía en diciembre.

La barrera del 5% queda muy por encima del 2% que se ha marcado la propia OTAN, porcentaje este último que probablemente no tarde en revisarse y que queda considerablemente lejos de lo que invierten ahora mismo parte de los países adheridos a la OTAN. Su previsión para 2024 dejaba por debajo de la línea del 2% a Croacia, Portugal, Italia, Canadá, Bélgica, Luxemburgo, Eslovenia y España, situada a la cola con un 1,3%. EEUU destaca además por su peso aplastante en el apoyo a la defensa de Ucrania.

El artículo 5, la clave. Hay otra clave tan o más importante que la aportación de recursos y es el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, en el que se apoya el respaldo mutuo en caso de agresión: “Las partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas”, por lo que en caso de que se llegue a ese escenario cada país “ayudará a la parte o partes atacadas”, sin descartar el uso de la fuerza armada.

“Cualquier ataque armado de esta naturaleza y todas las medidas adoptadas en consecuencia serán inmediatamente puestas en conocimiento del Consejo de Seguridad”, abunda el artículo 5 antes de bosquejar qué se considera exactamente un “ataque armado”, como la vulneración de las fronteras, buques o aviones. En su punto 13 el tratado, firmado en abril de 1949 en Washington, también reconoce que al cabo de veinte años “cualquiera de las partes podrá dejar de serlo”.

Más allá del papel. En 2001, tras los ataques del 11-S, el Consejo del Atlántico Norte invocó formalmente la cláusula de defensa mutua, apelando al resto de miembros de la alianza a acudir en su ayuda. En un artículo publicado en junio en The Conversation los politólogos Dan Reiter y Brian Greenhill apuntan sin embargo que en realidad “los acuerdos de la alianza son más flexibles de lo que la gente piensa”.

“En la práctica es posible que Estados Unidos y otros países occidentales se mantengan al margen de un conflicto en el que esté involucrado un país de la OTAN sin tener que romper sus compromisos de alianzas”, señalaban ambos profesores: “El lenguaje del tratado de la OTAN contiene lagunas que permiten a los países miembros mantenerse al margen de las guerras de otros miembros en determinadas situaciones”.

¿Qué significa entones el artículo 5? Esa es la pregunta que se hacían Reiter y Greenhill, y su conclusión era clara. Primero, el tratado “no incluye una definición clara” de qué supone realmente una agresión armada, como quedó de mostrado en febrero de 2020 tras los ataques de las fuerzas rusas y sirias a territorio turco.

Segundo, señalan los expertos, incluso en el caso de que se considere que la agresión se ajusta a la filosofía del artículo 5 sigue sin haber “una autoridad central de la OTAN que le diga a cada país qué debe hacer”. “En lugar de eso, cada país le dice a la OTAN qué está, y que no está dispuesto a hacer”, argumentan.

El ejemplo de 2001. Ambos expertos recuerdan de hecho que tras el ataque al World Trade Center y el Pentágono, en 2001, no todos los miembros de la OTAN movilizaron tropas a Afganistán para apoyar a EEUU en su lucha contra los talines. “No se consideró una violación del tratado ni dio lugar a un debate importante y los países que no optaron por sumarse a la lucha no fueron sancionados ni expulsados de la alianza”.

A favor del artículo 5 estaría la presión interna en los países y de los votantes sobre sus gobernantes, algo comprobado por los propios Reiter y Greenhill con un experimento sociológico, pero ambos reconocen también que los líderes políticos pueden influir con su discurso. “Los compromisos de la alianza no son tan vinculantes, ni legal ni políticamente, como sugiere la sabiduría convencional”.

Imágenes | Gage Skidmore (Flickr) y Wikipedia 1 y 2, OTAN y Visual Capitalist

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