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Pat Gelsinger tenía dos grandes proyectos para Intel. Uno de ellos ha quedado a medias y ensombrece su futuro
La abrupta salida de Pat Gelsinger de Intel nos ha cogido a todos desprevenidos. Esta compañía está lidiando con una etapa muy complicada, y en estas circunstancias tan desfavorables es comprensible que su director general se vea obligado a dar la cara, pero nada parecía indicar que su salida estaba tan cerca. Sea como sea es un buen momento para hacer balance de su gestión, lo que nos invita a revisar en qué punto se encuentran los dos planes que han dado forma a su estrategia al frente de Intel.
Uno de los primeros mensajes a los que Gelsinger dio visibilidad cuando regresó a esta empresa en febrero de 2021 defendía la necesidad de que su filial especializada en la fabricación de semiconductores se expandiese. Que fuese más ambiciosa y se consolidase como uno de los pilares de la compañía. No obstante, para competir con TSMC y Samsung con garantías eso no bastaba. También era necesario desarrollar unas tecnologías de integración que habían perdido competitividad, lo que colocó a Intel a la zaga de las dos compañías que acabo de mencionar. Y no se lo podía permitir durante más tiempo.
Cinco nodos en cuatro años
Este es uno de los pilares del proyecto de Pat Gelsinger a los mandos de Intel. Su propósito más evidente era tener listas nada menos que cinco litografías en cuatro años tomando como punto de partida 2021, que, como acabo de mencionar, fue el año en el que regresó a la compañía. La primera de esas tecnologías de integración fue la última revisión de la litografía Intel 7, y la última la tecnología Intel 18A, que debía estar preparada para producir circuitos integrados durante el segundo semestre de 2024.
¿Ha alcanzado Intel su propósito? Sí, aunque con matices. La tecnología de integración Intel 18A está preparada, aunque en un principio parece que su rendimiento no es óptimo. Aun así, es probable que ese problema esté resuelto, si es que no lo han corregido ya los ingenieros de Intel, cuando llegue el lanzamiento oficial de esta litografía en 2025. En cualquier caso, hay otro punto que merece la pena que no pasemos por alto. En este ámbito Pat Gelsinger hizo otra promesa importante: Intel tendría los mejores transistores del mercado en 2025.
Pat Gelsinger hizo otra promesa importante: Intel tendrá los mejores transistores del mercado en 2025
Ahora mismo no los tiene, pero estamos en 2024. Me consta que esta compañía prepara varios anuncios importantes en este ámbito para los próximos meses, pero hasta el próximo año no sabremos con certeza si realmente sus transistores y su tecnología de integración son más avanzados y competitivos que los de TSMC y Samsung. Ya veremos. Sea como sea el plan de Pat Gelsinger al frente de Intel no acaba aquí. El otro gran pilar de su gestión al frente de la compañía es la estrategia IDM 2.0 (Integrated Device Manufacturing).
Los pasos que ha dado Intel bajo la batuta de Gelsinger durante los últimos cuatro años no aspiran únicamente a dar una respuesta a las necesidades de la propia compañía en el ámbito de la fabricación de semiconductores; también persiguen ampliar su cartera de clientes y posicionar a esta empresa como uno de los mayores productores de circuitos integrados para terceros. La infraestructura de plantas de fabricación de chips que tenía Intel en 2021 no era suficiente para materializar este doble objetivo, así que Gelsinger tomó el único camino posible.
A partir de ese momento afrontó inversiones multimillonarias con el propósito de expandir y reforzar su red de plantas de fabricación, empaquetado, ensamblaje y verificación de semiconductores. Actualmente están en construcción dos plantas en Arizona (EEUU), una más en Kiryat Gat (Israel), y está planificada, aunque el inicio de las obras se ha retrasado hasta 2029 o 2030, una fábrica que presumiblemente estará alojada en Magdeburgo (Alemania). Gelsinger también proyectó unas nuevas instalaciones de 4.600 millones de dólares en Breslavia (Polonia).
Obviamente, este plan de su proyecto ha quedado a medias. Todavía no sabemos si su sucesor en el cargo mantendrá la construcción de todas las plantas que están proyectadas, lo que arroja más incertidumbre sobre el futuro de la compañía. Veremos qué sucede con Intel durante los próximos meses, pero no cabe duda de que a los usuarios lo que nos interesa es que haya competencia entre los diseñadores y los fabricantes de chips. Y una Intel en plena forma es mucho mejor opción que una Intel en horas bajas.
Imagen | Intel
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la carrera de los CEOs tecnológicos por ganarse el favor de Trump
Las grandes tecnológicas están abandonando décadas de una mezcla de aparente neutralidad política con una marcada tendencia al progresismo y a los candidatos demócratas, sobre todo si comparamos el presente con justo ocho años atrás, cuando Trump estaba a punto de acceder a la Casa Blanca. La historia ha cambiado mucho en este tiempo.
Por qué es importante. Las grandes tecnológicas viven un 2024 muy distinto a 2016. Afrontan la mayor amenaza regulatoria de su historia, con investigaciones antimonopolio y legislaciones desfavorables a sus intereses que amenazan con desmembrar sus imperios y reducir sus influencias.
Trump ahora mismo representa para ellas una oportunidad para evitarlo.
La panorámica. La cena de Mark Zuckerberg con Trump en Mar-a-Lago es un punto de inflexión. Tim Cook ha hecho un giro llamativo: ha felicitado públicamente a Trump, en contraste con 2016, cuando tras su victoria envió un correo a todos los empleados citando a Martin Luther King Jr. y defendiendo la diversidad.
Su mensaje, enfocado en “el ingenio, la innovación y la creatividad” estadounidenses, usa términos que resuenan con la retórica de Trump sin comprometer la marca de Apple.
En detalle. Los CEOs que antes evitaban la política ahora felicitan públicamente al presidente electo. Las amenazas que planean sobre sus empresas son muy grandes. Meta puede verse forzada a desprenderse de WhatsApp e Instagram. Google encara una doble investigación federal que hace peligrar su propiedad de Chrome y parte de su negocio publicitario. Microsoft también está bajo la lupa de la FTC y los fantasmas del pasado vuelven a Redmond.
El contexto global aumenta la presión. Australia ha prohibido las redes sociales a los menores de 16 años, un ejercicio de protección infantil que subraya el fin de la barra libre para las tecnológicas. Canadá ha demandado a Google por prácticas anticompetitivas. Ni hablemos de lo que ocurre en la Unión Europea. La tendencia regulatoria es mundial y parece imparable.
Entre líneas. La industria tecnológica ya no está tan interesada en crecer como hace ocho años. Por supuesto que lo está, pero ahora también busca salvarse. Concretamente, salvarse del impacto que la regulación que defiende la privacidad o la libre competencia puede tener para sus negocios.
Y apuesta por el pragmatismo, así que necesitan acercar posturas con Trump.
El contraste. Hace ocho años era mucho más habitual un cierto activismo en Silicon Valley en contra de la figura de Trump. Hoy los ánimos están sorprendentemente calmados. Tiene su explicación: solo en lo que llevamos de año ha habido más de 130.000 despidos, en 2023 fueron más de 260.000. Eso, y las políticas corporativas, han ido acorralando el activismo político en la empresa.
Todo eso ha transformado la cultura laboral del sector, menos obsesionado con mejorar el mundo y conseguir que permee su cosmovisión, y más en perseguir resultados empresariales sin ambiciones más allá de las paredes de su departamento. El informe de Glassdoor publicado hace un año ya apuntaba en esta dirección: otra fase para las tecnológicas.
El futuro. La forma en que Trump gestione todas esas crisis (las amenazas de prohibición de TikTok, de Meta desmembrada, de Chrome fuera de Google…) determinará qué paisaje digital tienen Estados Unidos y el mundo para los próximos años.
Los líderes tecnológicos son perfectamente conscientes de ello y miran a Trump más como empresarios y menos como activistas, en contraste con lo que ocurrió en 2016.
Imagen destacada | Carles Rabadà en Unsplash
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Taylor Swift es la artista más escuchada en el mundo por segundo año consecutivo
EFE.- Taylor Swift cierra el 2024 como la artista más escuchada en todo el mundo a través de la plataforma Spotify, mientras que “Espresso” de Sabrina Carpenter se corona como la canción más escuchada este año, según el Spotify Wrapped publicado este miércoles.
Swift, que este año rompió todos los récords con su gira “The Eras Tour”, repite por segundo año consecutivo el puesto más alto gracias a las más de 26 mil 600 millones de reproducciones en 2024 de su música.
El álbum “The Tortured Poets Department: The Anthology” también se corona como el más escuchado a nivel global, reveló la plataforma de música.
El ranking de los 10 artistas más escuchados a nivel mundial se completa con el canadiense The Weeknd, el puertorriqueño Bad Bunny, el también canadiense Drake, los estadounidenses Billie Eilish y Travis Scott, el mexicano Peso Pluma, los estadounidenses Kanye West y Ariana Grande y, por último, el colombiano Feid.
Entre las canciones que triunfaron a nivel global figuran, después de “Espresso”, “Beautiful Things” de Benson Boone y “Birds of a Feather” de Billie Eilish.
Les siguen “Gata Only” de FloyyMenor y Cris Mj, “Lose Control” de Teddy Swims, “End of Beginning” de Djo, “Too Sweet” de Hozier, “One Of The Girls” de The Weeknd, Jennie y Lily Rose Depp, “Cruel Summer” de Taylor Swift y “Die With A Smile’ de Lady Gaga con Bruno Mars.
Spotify Wraped también cuenta con un ranking dedicado a los podcast más populares en el mundo.
El más seguido este año fue “The Joe Rogan Experience”, seguido por “Call Her Daddy”, “Huberman Lab” “This Past Weekend with Theo Von”, “The Diary Of A CEO with Steven Bartlett”, “Serial Killers”, “Relatos de la noche”, “Crime Junkie” y “Café Com Deus Pai”.
Spotify es la compañía de audio en streaming más grande del mundo, con un total de 640 millones de usuarios en todo el mundo.
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la OTAN. El problema es el artículo 5, y que Europa solo ofrece armas
La situación en Ucrania no ha cambiado prácticamente desde que comenzó la invasión rusa. Todas las partes mantienen más o menos la misma posición desde que se inició el conflicto. El problema es que han pasado varios años desde entonces, y ahora Ucrania recuerda con mayor virulencia una propuesta que hizo llegar desde el día uno para terminar con la lucha armada. El problema no está en Rusia, está en la acera de los aliados.
Ingresar en la OTAN. No es ni la primera, ni probablemente la última vez que lo haga. El presidente Volodymyr Zelenskyy ha vuelto a sugerir con fuerza que las áreas de Ucrania bajo control de Kyiv podrían colocarse bajo la protección de la OTAN para detener la fase activa de la guerra. Sin embargo, enfatizó que cualquier invitación para la membresía debe reconocer toda Ucrania dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas, incluidas las regiones ocupadas por Rusia.
Este planteamiento, aunque hipotético, apunta a un modelo similar al de Alemania Occidental durante la Guerra Fría, donde se ofreció membresía a un país dividido.
Criterios bajo ese escenario. Zelenskyy dejó claro que, bajo este esquema, Ucrania buscaría recuperar sus territorios ocupados, pero a través de medios diplomáticos. Aunque dispuesto a considerar propuestas internacionales, el presidente enfatizó que no aceptaría un plan que legitime el control ruso sobre cualquier parte del territorio ucraniano.
Según él, sin la protección de la OTAN, Ucrania permanecería vulnerable a nuevos ataques de Rusia, como ocurrió tras el Memorando de Budapest de 1994, que garantizaba la soberanía ucraniana a cambio de renunciar a su arsenal nuclear.
La respuesta tibia. El debate sobre este enfoque no es nuevo y ha estado en discusión en círculos occidentales, pero nunca se han formalizado propuestas. Mientras tanto, Zelenskyy intenta mostrarse receptivo a las posibles ideas del presidente electo Donald Trump, quien podría condicionar la ayuda militar de Estados Unidos a la disposición de Ucrania de negociar con Moscú.
Los planes preliminares de Trump, como congelar las líneas de frente y retrasar esa posible membresía de Ucrania en la OTAN, contrastan con la insistencia de Zelenskyy en la necesidad de garantías de seguridad inmediatas. Pero hay otro problema difícilmente salvable.
El artículo 5. El mismo Zelenskyy sugirió que Ucrania podría unirse a la OTAN bajo una condición especial en la que el Artículo 5 de defensa mutua no se aplicaría automáticamente a los territorios ocupados por Rusia. ¿La razón? El problema radica en la esencia del mismo, ya que el artículo establece que un ataque contra un miembro de la alianza es considerado un ataque contra todos, lo que, en ese virtual escenario, significaría involucrar a todos los países de la OTAN en un conflicto directo con Moscú.
Así las cosas, Zelenskyy sugiere que la invitación de ingreso debe reconocer todo el territorio de Ucrania como soberano, incluso las áreas ocupadas, pero acepta que el Artículo 5 no se extienda a estas regiones durante el estado de guerra. Una salida con la que busca minimizar los riesgos para los miembros de la OTAN, quienes, qué duda cabe, parecen rechazar esa invitación a Ucrania por temor a ser arrastrados al conflicto.
Pero armas sí. Por tanto, parece muy complicado que Ucrania acabe entrando en la OTAN a corto plazo. Europa tiene muchísimas dudas, pero no tanto a la hora de ofrecer armas. De hecho, el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, instó a priorizar el envío de armamento y apoyo militar a Ucrania antes de iniciar cualquier negociación de paz con Rusia.
Según Rutte, Ucrania debe estar en una posición de fuerza en el campo de batalla para asegurar mejores condiciones en un eventual acuerdo. A pesar de la fatiga bélica en partes de Europa y las promesas del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de un cese al fuego rápido, la alianza subraya la necesidad de reforzar las capacidades defensivas de Ucrania.
La guerra, que ha durado casi tres años, se ha intensificado en las últimas semanas. La postura de la OTAN refleja la necesidad de mantener la presión militar sobre Rusia mientras Ucrania busca apoyo para garantizar su supervivencia. Sin embargo, la falta de consenso entre los aliados, los desafíos en el campo de batalla y las tensiones políticas en Occidente plantean un panorama incierto para el futuro de la guerra y la propia seguridad de Ucrania.
Imagen | Ministry of Defense of Ukraine
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