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Blanca Nieves y los siete enanos: ¿Cómo Disney se alejó del cuento de hadas para crear un clásico animado?

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blanca nieves siete enanos

Parte del encanto de los cuentos de hadas que han cautivado a muchísimas generaciones yace en la riqueza de sus variaciones. Suele suceder que en la tradición oral o escrita, una misma historia cambie no sólo en cómo la narran, sino en la particularidad de sus personajes y escenarios. Por ejemplo, en la primera versión de Blanca Nieves que recopilaron los hermanos Grimm, la celosa Reina Malvada era la madre biológica de la protagonista y no su madrastra. Luego, aquel texto primigenio —publicado en 1812— sufrió cierto número de modificaciones en ediciones posteriores hasta alcanzar la que hoy se considera la versión definitiva del cuento. Es decir, aquélla que inspiró a Walt Disney a producir el primer largometraje animado de su compañía: Blanca Nieves y los siete enanos.

Por otro lado, lejos de ser una adaptación literal, aquella película estrenada en 1937 confeccionó su propia variación de la historia que, aunque rinde homenaje a la obra firmada por los Grimm, inevitablemente la ha aventajado en cuanto a popularidad y trascendencia cultural.

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Espejito, espejito

Para todo aquel familiarizado con el cuento del siglo XIX, lo primero que salta a la vista en Blanca Nieves y los siete enanos es que ignora por completo las líneas introductorias del material base. En ellas, se menciona el nacimiento de la princesa, la prematura muerte de su madre y la boda del Rey con su madrastra, pero la película opta por eliminar esa suerte de prólogo —no hay ninguna alusión a los padres biológicos de Blanca Nieves— e inicia hablando específicamente sobre la naturaleza cruel y envidiosa de la Reina Malvada, por medio de un colorido texto introductorio y una siniestra escena de la villana conversando con su espejo mágico.

La supresión antes mencionada se adjudica a que, en cuanto a sus historias, Walt Disney usualmente prefería “racionalizar siempre que fuera posible e incluso eliminar elementos engorrosos de la trama si podía”, según explica J.B. Kaufman en su libro The Fairest One of All. En ese orden de ideas, deviene indiscutible que la cinta animada exhibe mayor interés en que el público conviva amenamente con los personajes que en trazar un conflicto sinuoso y retorcido, similar al de la versión de los Grimm, donde por ejemplo, la antagonista reclama al cazador no el corazón de Blanca Nieves, sino sus pulmones y su hígado, los cuales —sin saber que son de un animal— ella se come gustosamente.

La muerte dormida

Blanca Nieves y los siete enanos omite además que la Reina Malvada —ya transformada mágicamente en una anciana espeluznante y no sólo disfrazada como en el cuento original— intenta matar a su hijastra en dos ocasiones antes de recurrir a la manzana envenenada. Primero, la asfixia con una cinta para el cuello, y luego hace que pierda el conocimiento mediante un peine maldito. No obstante, en ambos casos, los enanos llegan a tiempo para salvarla.

Podría argumentarse que el pasaje de la asfixia habría resultado sumamente brutal en una película para niños. Y quizás sea verdad, como también lo habría sido el verdadero destino de la villana, quien en el relato de los Grimm, es torturada hasta la muerte con unas zapatillas de metal al rojo vivo. Por otro lado, no hay que olvidar que por cada vez que Disney evitó mostrar el “corazón” de Blanca Nieves a cuadro o su muerte al comer el fruto envenenado, sí se atrevió a hacer más demencial su huida por el bosque o a rematar la violenta caída de la Reina Malvada con un par de tenebrosos buitres que descienden con dirección a su cadáver, al fondo del peñasco.

Corazón bromista

Años antes de poner manos a la obra con Blanca Nieves y los siete enanos, la Casa del Ratón produjo su serie de cortometrajes animados Silly Symphonies, que además del imprescindible recurso musical, se caracterizaban por el gag cómico. “El fuerte de Walt eran las bromas”, explica el periodista y crítico de cine Neal Gabler en el documental La primera película de Disney: Cómo se hizo Blanca Nieves y los siete enanos. En consecuencia, a pesar de la historia sólida y los matices emocionales que se ambicionaban para el primer largometraje de la compañía, los chistes visuales habrían de estar presentes.

El estudio de animación, adicional a trastocar el cuento de los Grimm al darles nombre a los barbudos salvadores de Blanca Nieves, tomó también una dirección contraria al plantear que los siete eran seres de higiene cuestionable. Esto sirvió de excusa para añadir una secuencia en la que la princesa limpia la casita de sus anfitriones —con una serie de simpáticas ocurrencias por parte de los animales del bosque— y otra donde los enanos recelosos aceptan lavarse antes de cenar; dos momentos que obviamente no figuran en la obra primigenia, pero que reflejan el humorístico sello distintivo de Disney.

El beso del verdadero amor

Una de las últimas secuencias de Blanca Nieves y los siete enanos que se resolvieron durante la producción fue curiosamente una posicionada al mero inicio de la película. Es cuando la protagonista conoce al príncipe, momento que para Walt Disney era vital, pues tendría la labor de sumergir al público en su encantador mundo de fantasía, sin caer en ningún gag caricaturesco. Además, el encuentro temprano entre ambos personajes da pie al enamoramiento de Blanca Nieves y le brinda una insólita motivación a lo largo de la película, mientras que en el texto base, el príncipe hace su aparición hasta la recta final.

Sobre el asunto del beso, eso fue también añadidura de Disney. En el cuento de hadas, ocurre que mientras los sirvientes del príncipe cargan el féretro de cristal con Blanca Nieves dentro, una abrupta sacudida provoca que el trozo de manzana envenenada salte fuera de su garganta. Sin embargo, la Casa del Ratón prefirió tomar de La bella durmiente —otro cuento de los hermanos Grimm— el tropo del “beso del verdadero amor” para traer a su princesa de vuelta a la vida con un toque romántico (aunque polémico hoy en día, por sus implicaciones de nulo consentimiento).

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En su libro The Fairest One of All, el historiador J.B. Kaufman expone que Wilhelm Grimm, el más joven de los afamados recopiladores de relatos folclóricos, tuvo la visión de hacer variaciones de Blanca Nieves una vez que descubrió que las antologías publicadas por él y su hermano tenían demanda fuera de los círculos académicos. Padres y niños querían tener su propia copia, así que en ediciones subsecuentes, los cuentos paulatinamente fueron readaptados en aras de hacerlos más amigables para las familias. ¿No habría sido también la maniobra de Disney, de haber vivido en esa época?

La entrada Blanca Nieves y los siete enanos: ¿Cómo Disney se alejó del cuento de hadas para crear un clásico animado? se publicó primero en Cine PREMIERE.

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