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Durante años fuimos quienes llamábamos para pedir información. Ahora la IA de Google llama y habla por nosotros
Imagina que buscas una peluquería para tu perro. No tienes tiempo de llamar, comparar precios ni revisar reseñas una por una. Pero Google sí. Su inteligencia artificial se encarga. Llama por ti, consulta disponibilidad, pregunta por los precios y te entrega la respuesta, todo sin que hayas dicho una sola palabra.
Eso es exactamente lo que ha empezado a activar Google: una nueva función dentro de su buscador que permite al sistema contactar con negocios locales en tu nombre. No se trata de una app independiente ni de un experimento aislado: aparece directamente en los resultados de búsqueda, bajo un botón que dice “Have AI check pricing”.
Una IA que actúa en tu nombre, sin cambiar tu forma de buscar
No hace falta aprender comandos ni configurar nada especial. Pulsamos el botón, respondemos una serie de preguntas y el sistema se encarga. Habla por nosotros, recopila datos sobre precios y disponibilidad y nos los devuelve organizados. Seguimos usando el buscador como siempre, pero con una IA que ya no se limita a responder: empieza a hacer cosas.
Un punto interesante es que las empresas pueden controlar esta función desde su perfil de negocio, lo que garantiza que tengan el control sobre si desean recibir o no este tipo de llamadas.
Por ahora, esta capacidad solo está disponible en Estados Unidos. Eso sí, Google no ha mencionado planes concretos para su despliegue en el Espacio Económico Europeo ni ha dado fechas sobre su llegada a otras regiones.


Si algo está claro es que Google ya no se conforma con ofrecer enlaces. Quiere ejecutar tareas. Organizar datos, razonar, investigar… y ahora también contactar con terceros.
Google también está actualizando una solución paralela llamada AI Mode. Ahora funciona con Gemini 2.5 Pro, su modelo más inteligente, y la herramienta Deep Search, capaz de realizar búsquedas profundas.
Ambas mejoras solo están disponibles para quienes se hayan inscrito en el experimento de AI Mode a través de Search Labs, y requieren una suscripción a los planes Pro o Ultra.
Estas novedades llegan justo cuando ocurre el lanzamiento de ChatGPT Agents, el nuevo sistema de OpenAI que opera sobre un ordenador virtual y ejecuta tareas reales, paso a paso.
Y donde también destacan propuestas como Comet, de Perplexity, o Computer Use, de Anthropic. ¿Qué tienen en común? Más allá de sus diferencias, se trata de soluciones que buscan hacer cosas en nombre del usuario.
Imágenes | Freepik | Google
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“Íbamos a verlos esa noche”: la familia Obama iba a reunirse con los Reiner el día de su asesinato
EFE.- La ex primera dama estadounidense Michelle Obama señala que ella y su marido, el exmandatario demócrata Barack Obama (2009-2017), habían quedado con Rob y Michelle Reiner la noche en la que el matrimonio fue asesinado.
“Los conocíamos desde hace muchos, muchos años. Se suponía que íbamos a verlos esa noche. Anoche. Y recibimos la noticia”, dijo el lunes en el programa nocturno Jimmy Kimmel Live!.
El director, autor de clásicos como “When Harry Met Sally” (“Cuando Harry conoció a Sally”, 1989), fue degollado el domingo en su domicilio de Los Ángeles junto a su esposa, la fotógrafa y productora Michele Reiner.
Su hijo de enmedio, Nick, fue detenido como presunto sospechoso del asesinato de sus padres, cuyos cuerpos fueron hallados por la hija de la pareja, Romy, según la prensa estadounidense.
Michelle Obama apuntó que los Reiner eran unas de las personas más “valientes y decentes”.
Con ese comentario hizo una mención implícita al mensaje del presidente estadounidense, Donald Trump, que en su recuerdo al cineasta atribuyó el crimen a “la ira” que Reiner “provocó en otros a través de su enorme, inflexible e incurable enfermedad que paraliza la mente, conocida como Síndrome de Trastorno por Trump”.
El comentario de Trump sobre Reiner no se limitó a su red social, Truth Social. En el Despacho Oval de la Casa Blanca, en una charla con periodistas, reiteró después que no era “nada fan” del director, a quien consideró alguien “muy malo” para el país y una persona “trastornada”.
“No están trastornados. Lo que siempre han sido es gente apasionada en una época en la que no hay mucha valentía. Eran el tipo de personas que estaban dispuestas a respaldar con sus acciones aquello que les importaba: les preocupaba su familia, su país, esa es la verdad”, concluyó la ex primera dama.
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Los cazas y bombarderos fueron un aviso a Japón. Ahora China ha pasado a la acción con un veto demoledor: los osos panda
La crisis entre China y Japón ha entrado en una fase más profunda y simbólicamente más dura, marcada por un tránsito claro de la presión militar directa a la coerción política, cultural y emocional. Todo comenzó tras las declaraciones de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, al afirmar que un ataque chino contra Taiwán supondría una amenaza existencial para Japón, una frase que Pekín interpretó como la antesala de una posible implicación militar nipona en un conflicto sobre la isla.
De la advertencia al castigo. Desde aquellas palabras, China ha elevado el pulso con una combinación calculada de demostraciones de fuerza y represalias indirectas: cazas J-15 iluminando con radar a aviones japoneses desde el portaaviones Liaoning, vuelos conjuntos de bombarderos estratégicos chinos y rusos cerca del archipiélago japonés y una campaña diplomática que busca aislar a Tokio recordando el pasado imperial japonés y su papel en la Segunda Guerra Mundial.
El cielo como mensaje. Las maniobras aéreas no son incidentes aislados, sino mensajes cuidadosamente coreografiados. El paso del Liaoning al sur de Okinawa, los enganches de radar y los vuelos de bombarderos con capacidad nuclear sobre el mar de Japón y el mar de China Oriental forman parte de un patrón de intimidación que busca subrayar dos ideas: que China está dispuesta a escalar y que Japón no puede contar con una respuesta automática de Estados Unidos.
Washington, centrado en estabilizar su relación con Pekín y ambiguo sobre su grado de implicación en una crisis por Taiwán, ha dejado a Tokio en una posición incómoda. Solo tras los vuelos chino-rusos llegó una respuesta conjunta con bombarderos B-52 estadounidenses y cazas japoneses, una señal de disuasión que no despeja la incertidumbre de fondo y que confirma que el equilibrio regional se ha vuelto más frágil.
La presión cambia. Pero el giro más revelador de la estrategia china llega cuando la confrontación ha abandonado el plano estrictamente militar y se ha filtrado en la vida cotidiana. Pekín ha instado a sus ciudadanos a evitar Japón, ha desalentado a estudiantes chinos a matricularse en universidades japonesas, ha reducido vuelos y ha dejado caer el turismo organizado.
A ello se suma una cascada de cancelaciones culturales: conciertos suspendidos, proyecciones anuladas y espectáculos celebrados en pabellones vacíos tras decisiones de los organizadores chinos. No se trata de gestos improvisados, sino de una forma de castigo selectivo que busca generar costes visibles para Japón sin cruzar umbrales militares, una advertencia dirigida tanto a Tokio como a otros países tentados de expresar compromisos similares con Taiwán.


La diplomacia del panda. En este contexto adquiere todo su significado la retirada de los últimos pandas gigantes de Japón. Desde la normalización de relaciones en 1972, los pandas han sido una de las herramientas más refinadas del poder blando chino: animales icónicos, formalmente cedidos en régimen de préstamo, que simbolizan amistad, cooperación científica y buena voluntad, pero cuya propiedad legal sigue siendo siempre china.
A lo largo de décadas, Pekín ha utilizado su cesión, renovación o retirada como termómetro político, premiando relaciones fluidas y congelando aquellas que entran en conflicto. La “diplomacia del panda” no es folclore, sino una forma cuidadosamente diseñada de señalización estratégica, capaz de transmitir cercanía o desaprobación sin necesidad de comunicados oficiales.
Tokio se queda sin pandas. La decisión de devolver a China a Xiao Xiao y Lei Lei, los dos últimos pandas del zoológico de Ueno, deja a Japón sin ninguno por primera vez en más de medio siglo. Aunque formalmente se presenta como el vencimiento de un acuerdo y una cuestión logística, el momento elegido y el silencio de Pekín ante cualquier posibilidad de renovación convierten la marcha de los pandas en un gesto político imposible de ignorar.
En una ciudad donde estos animales son un fenómeno de masas y un activo cultural y económico, su partida funciona como un recordatorio tangible de quién controla los símbolos de la relación bilateral. La expectativa de cientos de miles de visitantes despidiéndose de los pandas subraya hasta qué punto el castigo chino ha pasado del plano estratégico al emocional.
Una escalada calculada. La secuencia es reveladora: primero, advertencias militares, después, presión diplomática, y finalmente, sanción cultural y simbólica. China muestra así un manual de coerción gradual que combina fuerza dura y blanda para moldear el comportamiento de sus vecinos. Japón, lejos de ceder, mantiene su posición sobre Taiwán respaldado por una opinión pública cada vez más crítica con Pekín, mientras asume que la relación bilateral ha entrado en su punto más bajo desde la crisis de las islas Senkaku en 2012.
Lo inquietante del episodio no es solo la retirada de unos pandas o la cancelación de conciertos, sino la claridad con la que China ha demostrado que dispone de múltiples palancas (militares, económicas, culturales y simbólicas) para responder a cualquier desafío político. Y que está dispuesta a usarlas todas, de forma progresiva, cuando considera que sus líneas rojas se han cruzado.
Imagen | Alert5, kumachii, Colegota
En Xataka | Va todo fenomenal entre China y Japón, tan solo se están apuntando mutuamente con armamento pesado
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si finalmente hay paz en Ucrania, Rusia tiene una sorpresa para el resto de Europa
Las conversaciones celebradas en Berlín han reactivado como nunca la idea de un acuerdo para poner fin a la guerra en Ucrania, hasta el punto de que Donald Trump ha asegurado que la paz está “más cerca que nunca” tras contactos prolongados tanto con líderes europeos como con Vladimir Putin.
Si ere horizonte se produce, Finlandia acaba de dar la voz de alarma.
La paz que asoma. Estados Unidos ha puesto sobre la mesa un plan que, según sus propios negociadores, resolvería en torno al 90% de los puntos de fricción y que incluye un alto el fuego supervisado por Washington, garantías de seguridad de gran alcance y un papel central de Europa en la estabilización del país.
Kiev admite avances reales, aunque subraya que el asunto territorial sigue siendo el núcleo más doloroso de la negociación, con Rusia exigiendo concesiones en el Donbás que Ucrania se resiste a aceptar. Aun así, el tono general es de optimismo contenido, con la sensación de que, por primera vez desde 2022, existe una arquitectura política mínimamente viable para detener los combates.
Garantías de seguridad. El elemento clave del plan es un paquete de garantías de seguridad descrito por funcionarios estadounidenses como el más robusto jamás ofrecido a Ucrania, con paralelismos explícitos con el artículo 5 de la OTAN. Europa se muestra dispuesta a liderar una fuerza multinacional sobre el terreno, una “coalición de los dispuestos” que ayudaría a regenerar las fuerzas armadas ucranianas, proteger su espacio aéreo y garantizar la seguridad marítima, siempre con respaldo político y operativo de Estados Unidos, aunque sin tropas estadounidenses desplegadas en Ucrania.
Además, Washington asumiría la supervisión del alto el fuego y un sistema de alerta temprana ante posibles violaciones, mientras los países europeos se comprometerían legalmente a actuar en caso de una nueva agresión. Para Kiev, estas garantías son la condición imprescindible para aceptar cualquier congelación del conflicto, incluso dejando en suspenso aspiraciones como el ingreso en la OTAN, algo que Zelenskiy ha llegado a plantear abiertamente.
El precio oculto de la paz. Sin embargo, bajo este aparente avance diplomático se esconde una inquietud creciente en el flanco oriental de Europa. Finlandia ha lanzado una advertencia tan clara como incómoda: una paz en Ucrania no significará el fin de la amenaza rusa, sino muy probablemente su desplazamiento geográfico.
Según el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, Moscú aprovecharía el fin de las hostilidades para redeplegar fuerzas hacia las fronteras de la OTAN, especialmente en el Báltico y el norte de Europa, reforzando su postura frente a la Alianza en un plazo de apenas tres a cinco años. Desde Helsinki se insiste en que Rusia seguiría siendo una potencia revisionista y que interpretar la paz como una desescalada general sería un error estratégico de primer orden.
El flanco oriental se prepara. Los países más expuestos ya actúan en consecuencia. Estonia, Letonia, Lituania y Polonia se encaminan a gastar más del 5% de su PIB en defensa, muy por encima de los objetivos tradicionales de la OTAN, mientras coordinan capacidades comunes en defensa aérea, drones y fuerzas terrestres, y trabajan para acelerar el movimiento de tropas y armamento a través del continente.
Finlandia, con su histórica cultura de preparación frente a Rusia, mantiene búnkeres, reservas estratégicas y programas de entrenamiento civil, pese a atravesar una grave crisis económica. Desde estos países se teme que un acuerdo de paz lleve a algunos socios europeos, más alejados del frente, a relajar su atención y su gasto militar justo cuando, en su opinión, la amenaza se estaría reconfigurando y no desapareciendo.
Europa y una decisión. El debate llega en una semana crítica para la Unión Europea, obligada a decidir si respalda financieramente a Ucrania a largo plazo, desbloquea el uso de activos rusos congelados y asume que su seguridad futura depende menos de Washington y más de su propia capacidad de disuasión. Orpo ha sido explícito al advertir de que Europa no puede permitirse solo hablar de paz, sino que debe actuar con rapidez y recursos, porque no hay un plan alternativo creíble si falla el apoyo a Kiev.
Así, la paradoja se impone con fuerza: el avance hacia la paz en Ucrania, lejos de cerrar el capítulo de la seguridad europea, podría abrir otro igual de delicado, en el que Rusia, liberada del frente ucraniano, vuelva a tensar el tablero continental y obligue a Europa a enfrentarse, por fin, a las consecuencias estratégicas de un conflicto que nunca fue solo de Ucrania.
Imagen | Ministry of Defense of Ukraine
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