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En Castilla-La Mancha hay un cultivo inesperado que vive una campaña récord y cuadriplica producción: el pistacho

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El pistacho es algo más que un fruto seco sabroso. También es un negocio milmillonario y en plena expansión que, según las previsiones de Data Bridge, superará los 5.800 millones de dólares a nivel mundial en menos de una década. En España (sobre todo Castilla-La Mancha) los agricultores se han dado cuenta de ese potencial y están dedicándole hectáreas y más hectáreas de campo. Ahora las cooperativas castellanomanchegas nos dejan una pista de cómo de contundente está siendo esa expansión: esperan que esta campaña su producción pulverice récords, multiplicando por cuatro los resultados del pasado ejercicio.

Una prueba más de la pistachización de los campos.

Un dato: 8.900 toneladas. Si se cumplen las previsiones del sector, 2025 será un buen año para el pistacho español. Bueno no, buenísimo. Al menos si hablamos de producción. El miércoles Cooperativas Agro-alimentarias Castilla-La Mancha (una organización que aglutina a casi 600 organizaciones de la región) desveló que esta campaña espera cosechar unas 8.900 toneladas de fruto, lo que superaría con creces el nivel de producción del año pasado y daría una nueva muestra del ritmo acelerado al que se expanden los pistacheros por el campo castellanoleonés.

¿Tanto aumenta? Sí. Según el organismo agrícola esas 8.900 toneladas cuadriplicarían la producción del año pasado, que cifran en poco más de 2.200. Es más, las cooperativas de la comunidad hablan ya de “la mayor cosecha de pistacho registrada hasta la fecha” en su territorio. Además esperan que gran parte de los frutos sean “de elevado calibre y calidad” y salgan de explotaciones ecológicas.

El Gobierno de Castilla-La Mancha calcula que en 2023 la cosecha de pistacho en seco con cáscara alcanzó en su territorio las 5.580 t, casi el 75% de la producción nacional. Incluso tomando como referencia ese dato, más alto que el de 2024, el aumento previsto por los agricultores para la actual cosecha sería notable.

¿Por qué es importante? Por lo que nos revela sobre el sector y cómo se expande por la región. No es extraño que el volumen de producción baile de una campaña a otra, en ocasiones aumentando y en otras disminuyendo. Hace justo un año, por ejemplo, las cooperativas de Castilla-La Mancha esperaban un “pinchazo” en la cantidad de fruto recogida (en noviembre las previsiones apuntaban a unas 4.900 toneladas de pistacho seco) debido al carácter vecero de los árboles.

Aun así que las cooperativas prevean que la producción se cuadriplique esta campaña, dejando un resultado que se promete histórico, nos revela una tendencia cada vez más evidente en Castilla-La Mancha: el peso creciente las plantaciones de pistacho en la región. Cifras al margen, llega con darse un paseo por la provincia de Toledo para observar cómo hectáreas de terreno que hasta hace poco se dedicaban a cereales o pasto se han reconvertido en plantaciones centradas en el pistacho.

Otra cifra: 64.400 hectáreas. La organización ha compartido algunas cifras que ayudan a comprender mejor esa expansión. Según el portavoz de la Comisión Sectorial, Ignacio Lobato, la superficie de pistacho plantada en Castilla-La Mancha ha alcanzado este año las 64.400 hectáreas. De ellas están “en producción” 16.400, la inmensa mayoría (12.215 ha) en régimen de secano. De hecho el aumento de cosecha de este año se explica por la “entrada en producción” de 5.550 ha.

“Esta expansión de la superficie en producción representa un aumento significativo del 40% en comparación con el año anterior, que se estima había 11.700 ha en producción”, insiste el colectivo profesional. No es un fenómeno exclusivo de la región manchega. Hace poco Agroptium publicó un informe que constata el aumento de la superficie dedicada al cultivo en el conjunto de España: de 15.000 ha en 2016 se pasó a 70.000 en 2022 y casi 78.500 en 2023.

Pendientes de Castilla-La Mancha. Las previsiones de Castilla-La Mancha importan porque la región ha logrado hacerse un hueco fundamental en el sector pistachero a nivel nacional e internacional, colándose incluso entre las principales áreas pistacheras del mundo. Los datos del Gobierno autonómico muestran que la región aglutina alrededor del 80% de la superficie total dedicada a plantaciones de pistacho en el país y que al menos en 2023 concentró casi el 75% de la producción: 5.580 t de fruto en seco con cáscara de las 7.550 t del conjunto de España.

Imágenes | Jake Belluci (Flickr)

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iniciar una “purga” si llega a los 9,5 millones de habitantes

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La idea de limitar drásticamente la inmigración en Suiza no es una anomalía reciente ni una excentricidad pasajera, sino la reaparición de un temor profundamente arraigado en su historia política y social, visible ya en los años setenta con las iniciativas de James Schwarzenbach y el concepto de Überfremdung. Por eso la última idea no sorprende, aunque sí asusta.

El miedo que vuelve por ciclos. El año pasado lo recordaba en un estupendo reportaje de la Vanguardia. Aquel clima de angustia identitaria de la década de 1970, alimentado por el rápido crecimiento económico y la llegada masiva de trabajadores extranjeros, dejó una huella duradera: la convicción de que el Estado debía proteger activamente la composición demográfica y moral del país, una obsesión que nunca desapareció del todo y que reaparece con fuerza en momentos de presión o saturación percibida.

De la inmigración al límite poblacional. La propuesta actual va un paso más allá de los debates clásicos sobre cuotas o visados y plantea directamente una especie de distopia: un tope a la población total, fijado en torno a los 10 millones de habitantes, con un primer umbral de alerta en los 9,5 millones

En la práctica, este planteamiento convierte la inmigración en una variable a recortar de forma casi automática si el país sigue creciendo, sin distinguir entre refugiados, trabajadores cualificados o directivos altamente remunerados, y abre la puerta a una política que prioriza la cifra total de residentes sobre las necesidades económicas o humanitarias.

Atrapados en su propio éxito. El trasfondo de la iniciativa es una paradoja difícil de resolver: Suiza es uno de los países más prósperos del mundo, con una economía dinámica, empresas globales y salarios muy superiores a los de sus vecinos, y precisamente ese éxito la ha convertido en un imán para la inmigración. 

El crecimiento demográfico de la última década, impulsado casi en su totalidad por la llegada de extranjeros, ha alimentado la percepción de que la calidad de vida se deteriora a través de alquileres disparados, infraestructuras saturadas y transporte público congestionado, aunque esos mismos inmigrantes sostienen sectores clave del mercado laboral.

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La “purga” escalonada. Así llegamos a un planteamiento sin medias tintas. El plan impulsado por el Partido Popular Suizo introduce una lógica progresiva que recuerda más a un interruptor de emergencia que a una política migratoria clásica. Si se supera ese umbral de 9,5 millones, las primeras restricciones recaerían sobre solicitantes de asilo y reunificación familiar.

No solo eso. Si se alcanzan los 10 millones, Suiza se retiraría de tratados internacionales considerados “impulsores de población” (tal cual reza la propuesta) y, como último recurso, abandonaría el acuerdo de libre circulación con la Unión Europea, un movimiento que tendría consecuencias profundas sobre los derechos de residencia de millones de europeos y sobre el acceso suizo al mercado único.

El choque con la realidad. Buena parte del empresariado y de los grandes lobbies económicos advierten de que esta estrategia tendría un coste elevado, desde una escasez de cientos de miles de trabajadores hasta un envejecimiento acelerado de la sociedad y una pérdida de competitividad estructural. 

Aunque los defensores de la iniciativa prometen compensaciones en forma de alquileres más bajos y menor presión sobre el Estado del bienestar, la ausencia de estudios detallados y el peso del comercio con la UE hacen temer que el remedio sea más dañino que la enfermedad.

Amplificador del malestar. A diferencia de otros países europeos, Suiza canaliza este tipo de tensiones a través de referéndums frecuentes, lo que permite que inquietudes latentes se conviertan rápidamente en propuestas políticas concretas, por muy orwellianas que parezcan. 

Esta característica explica por qué ideas que en otros lugares se quedarían en el debate mediático, o ni eso, allí llegan a votarse, pero también convierte al país en un laboratorio donde se mide hasta qué punto una sociedad está dispuesta a sacrificar crecimiento y apertura en nombre de la identidad, el control y la estabilidad percibida.

Europa observa. Muchos medios del país han ido un paso más allá, adelantándose a la activación del plan y proyectando lo que supondría para el viejo continente. Una retórica que cuenta que el debate suizo anticipa discusiones que ya asoman en otros países, donde la inmigración sigue ganando peso político mientras los partidos tradicionales intentan contener a la extrema derecha mediante cordones sanitarios que no siempre reducen su atractivo. 

La experiencia helvética apunta a un planteamiento, cuanto menos, inquietante: que ignorar o descalificar el malestar no lo elimina, y que la cuestión no es tanto si debe haber inmigración, sino a qué ritmo y en qué escala. En ese sentido, la posibilidad de una “purga” demográfica suiza no es solo una decisión nacional, sino una señal de advertencia sobre el rumbo que podrían tomar algunas democracias europeas si no logran reconciliar prosperidad, cohesión social y legitimidad política.

Imagen | Ruth Georgiev, IToldYa

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“Zootopia 2” rompe récord en China: arrasa en taquilla ante el entusiasmo por el ingreso con mascotas

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EFE.- Con “Zootopia 2” arrasando en la taquilla china y rompiendo récords de recaudación, algunas salas de Beijing se han convertido en un pequeño “zoológico real”: pases donde los espectadores entran con sus perros a ver la película, un fenómeno que ha desatado entusiasmo en redes y polémicas sobre bienestar animal.

Estrenada el 26 de noviembre, la película superó este sábado los 33 mil millones de yuanes (cuatro mil 675 millones de dólares) de recaudación y ha batido el récord histórico de taquilla de una película de animación extranjera en China.

En este contexto, algunos cines de grandes ciudades han puesto en marcha salas en los que se permite la entrada de animales, una iniciativa aún limitada, pero que ha llamado la atención en redes sociales por la imagen de mascotas en salas de cine.

Zootopia se cuela en la sala

En un cine de la capital china, se dieron cita este sábado en una sala abarrotada más de 60 espectadores, con unos 35 perros y al menos dos gatos.

“Es la primera vez que viene al cine, pero no creo que vaya a tener miedo. Lo llevo a todas partes. Le encanta ir a centros comerciales”, explicó a EFE la dueña de un diminuto gato sin pelo que llegó a la proyección, como muchas otras mascotas, a bordo de un carrito.

La escena se repite en numerosos cines de China, en ciudades como Shanghái o Chengdu.

Pese a que algunos cines ya llevan unos años experimentando con salas amigables con las mascotas, el desembarco de “Zootopia 2” ha expandido esta tendencia.

En este pase, organizado por un grupo de amantes de las mascotas, la asistencia queda limitada a animales de menos de 12 kilos que sean “tranquilos, controlables y que no ladren”, según el folleto.

Al comienzo de la película, y mientras todavía quedaban palomitas en los recipientes que sostenían sus dueños, los perros se mostraron activos, una excitación que fue disminuyendo con el paso de los minutos.

Los animales permanecieron en los regazos de sus dueños, muchos de ellos dormidos, durante los más de 100 minutos de metraje, un intervalo en el que apenas se oyeron tres o cuatro ladridos y algunos gimoteos muy esporádicos.

“Se ha asustado un poco”

Después de la película, la dueña de un caniche blanco compartió con EFE su malestar por el alto sonido de la sala.

“A la mitad, pedí a los organizadores que bajaran un poco el volumen porque era demasiado para los que estábamos sentados en las primeras filas, creo que se ha asustado un poco”, lamentó.

En esa línea van muchas críticas recogidas en las redes sociales chinas, donde se suceden estos días publicaciones que muestran a las mascotas en las salas, una tendencia que ha despertado polémica entre los internautas.

“El oído de los perros es mucho más sensible que el nuestro. El olor de otros perros y un entorno desconocido puede darles ansiedad, por no mencionar que no es bueno para sus ojos. ¿Qué sentido tiene llevarlos si no entienden la película? Espero que los dueños prioricen el bienestar del animal y no su propio entretenimiento”, protestaba una usuaria en la red social Xiaohongshu, considerado el “Instagram chino”.

El veterinario Chen Xin, citado por la prensa local, señaló que llevar a un perro al cine “generalmente no supone un riesgo para su salud”, aunque recomendó a los dueños estar atentos a posibles señales de estrés, como que el animal se encoja o esconda la cabeza en un rincón durante la proyección.

Algunos de los asistentes quitan hierro a la situación: “Quizá se ha asustado un poquito al principio, pero creo que ha jugado con muchos otros perros y lo ha pasado bien, mejor que en casa”, aseveró a EFE tras la película la dueña del perro “Maomao”.

La animación, un balón de oxígeno

El fenómeno de la segunda parte de “Zootopia” se produce en un contexto de claroscuros para la industria cinematográfica china.

Aunque la animación ha emergido en 2025 como un motor de taquilla, tras el empuje de títulos como la saga local “Nezha” y ahora el éxito de Disney, el mercado sigue lejos de sus máximos.

Según datos oficiales, las salas chinas recaudaron en 2024 un 22.5% menos que en 2023, con un claro dominio de las producciones nacionales, que concentraron cerca del 79% de los ingresos.

En ese escenario, el rendimiento de “Zootopia 2” que ha convertido a China en su principal mercado mundial, refuerza el papel de la animación como refugio comercial en un sector todavía marcado por la resaca de la pandemia y la cautela del público. 

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El plan siempre ha sido destruir la Estación Espacial Internacional en 2030. Alguien cree que podemos hacer otra cosa

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La Estación Espacial Internacional está que se cae. Lleva orbitando la Tierra desde 1998 y se completó en 2011. El plan era retirarla en 2024, pero las cuentas no salían y, en 2021, el administrador de la NASA puso fecha definitiva: 2030. La pregunta es si aguantará tanto tiempo porque hace unos meses ya contamos que miembros de NASA mostraron preocupación por la acumulación de problemas técnicos que estaban acelerando el declive de una instalación seriamente envejecida.

Fugas de aire, grietas en diferentes módulos, ausencia de piezas de repuesto para sistemas críticos y falta de presupuesto para plantear una solución seria suponen que la las diferentes agencias llevan años poniendo parches. La NASA ya encargó a SpaceX el desarrollo de una nave que la remolcara hasta el cementerio espacial del pacífico, pero… ¿no hay otra solución para la estación de 450 toneladas y 150.000 millones de dólares?

La respuesta es que sí. Al menos, eso opina Greg Vialle, fundador de una startup llamada Lunexus Space que apuesta por reciclar la Estación Espacial Internacional.

Convertir la Estación Espacial Internacional en una mina

A mediados del año pasado, la NASA tenía claro que el Punto Nemo, un lugar remoto en el Pacífico, a 2.700 kilómetros del montón de tierra más cercana, sería el cementerio de la estación. Sólo había algo que pudiera evitar el desmantelamiento: que el ROSCOSMOS, la agencia espacial rusa, se negara a abandonar la nave.

Rusia cambió pronto de parecer al comentar que sus cosmonautas pasaban más tiempo reparando los equipos que realizando experimentos. Vamos, que por mucho que quisieran “fastidiar” a la NASA en un punto geopolíticamente inestable, no les salía a cuenta. Todo iba encaminado a la desaparición de la ISS actual, pero hay quien tiene algo que decir.

Lunexus Space es una startup enfocada al desarrollo de infraestructura industrial en órbita baja que reutilice estructuras y chatarra espacial para facilitar la construcción de bienes directamente en la atmósfera baja. El fin es desarrollar una especie de economía circular en órbita baja al aprovechar las toneladas de material ya en el espacio, eliminando la necesidad de volver a lanzarlos desde la Tierra.

En Space News, el CEO de la compañía ha desarrollado un artículo en el que expone su plan para “evitar un derroche de gastos”. Vialle afirma que la ISS cuenta con 430 toneladas de aluminio de alta calidad, titanio y otros materiales valiosos para futuras misiones espaciales. Estima el valor del material en 1.500 millones de dólares que se perderían en el fondo del océano si el plan de la NASA sigue adelante. Y también señala los casi 1.000 millones que gastará la NASA en el vehículo que remolque la estación hasta su punto de descanso.

“Es un plan fiscalmente irresponsable que pierde un recurso estratégico y una oportunidad de oro”.

Lo que propone es “una alternativa de sentido común”: convertir la vieja infraestructura en materias primas para las nuevas construcciones. Sus cálculos destacan que lanzar un kilogramo de material al espacio cuesta 3.500 dólares, pero si toman materiales de la ISS, los costes bajarían enteros.

Y, frente a los 1.000 millones de dólares del plan para hundirla, Vialle plantea que su proceso de reciclaje podría ejecutarse por unos 300 millones de dólares a los que habría que sumar un préstamo gubernamental equivalente para lanzar la infraestructura necesaria, apelando al ahorro significativo para los contribuyentes a la vez que preservan recursos valiosos.

Liderazgo estadounidense, claro

“¿Cómo podemos esperar prospectar, minar, refinar y transportar en el espacio profundo si no podemos extraer las muchas toneladas de materiales catalogados y de grado espacial que ya comienzan a gestionar la órbita terrestre baja?”, apela Vialle. Pero claro, hay una cara B de este plan: afianzar el liderazgo espacial de Estados Unidos.

Reciblando la ISS, el CEO considera que se sembrarán las semillas de “una nueva industria en el espacio liderada por Estados Unidos, asegurando nuestro liderazgo económico y estratégico sobre competidores como China”. China también lleva años planeando su propia estación.

Y compara la maniobra con la política de fabricación estadounidense para prepararse para la Segunda Guerra Mundial, la estrategia japonesa en la década de los 70 que afianzó el país como un milagro tecnológico o la postura de Taiwán con TSMC y la fabricación de chips. Su idea es que Estados Unidos invierta en tecnologías de gestión de recursos en el espacio, algo que está dando sus primeros pasos y que, de llegar a un programa sólido, hará que “la nación domine el futuro del comercio y la defensa en órbita”.

Es evidente que Vialle ha sabido qué palos tocar en un momento tan sensible como el actual y, aunque en su carta insta al Congreso a influir en la decisión de la NASA de ‘desorbitar’ la Estación Espacial Internacional, la agencia espacial ya detalló que, tras una sesión para evaluar la posibilidad de reutilizar los principales componentes de la estación, no recibieron ninguna propuesta de interés por parte de la industria.

Por otra parte, la Agencia Espacial Europea ya apuntó que el reciclaje en órbita era “un verdadero desafío” y no tenía claro si los recursos utilizados para capturar y procesar desechos en el espacio serían rentables.

De la manera que sea, el tiempo apremia. Veremos qué pasa con el movimiento ‘Recycle the ISS’, pero quedan cuatro años y, como apuntan cada vez más voces, hay que decidir algo porque la instalación está en las últimas.

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