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OnePlus tiene a decenas de personas en un gimnasio haciendo ejercicio a lo loco. El objetivo: mejorar sus relojes
Se suele decir que Shenzhen es la fábrica del mundo, pero lo cierto es que no es del todo así. Shenzhen es una enorme ciudad donde hacer negocios, una suerte de Silicon Valley chino, así que las fábricas no están aquí. Alguna hay, en las afueras sobre todo, pero donde se fabrica la inmensa mayoría de productos made in China es en Dongguan. Allí es donde las empresas tienen sus factorías, campus y centros de investigación y desarrollo. Entre ellas hay dos nombres que seguramente resulten familiares: OnePlus y OPPO.
Estas marcas, que son primas hermanas por parte de madre en todos y cada uno de los aspectos, comparten campus en Dongguan. 4.000 empleados trabajan en estas enormes oficinas (por la cantidad de obras que había dentro, lo serán todavía más dentro de poco). De ellas, 120 lo hacen en un lugar muy concreto: el Health Lab. Es un sitio de reciente creación enfocado al análisis del deporte y la salud para una cosa muy concreta: estudiar cómo los dispositivos de la marca pueden ayudarnos a monitorizar nuestra salud.
Tu smartwatch sabe cosas

Panorámica del OnePlus Health Lab | Imagen: Xataka
Al entrar en el Health Lab de OnePlus y OPPO vemos algo que poco o nada tiene que ver con una oficina. Es un gimnasio. No un gimnasio completo, sino un lugar de 4.800 metros cuadrados con el equipamiento necesario para tener a varias personas haciendo deporte al mismo tiempo. Aquí se suda y se estudia a partes iguales, tal y como pudimos ver de primera mano. OPPO ha instalado más de 100 pruebas y en su creación ha invertido el equivalente a 13,5 millones de euros.
La primera parada fue una cinta de correr en la que había dos trabajadores monitorizando a un tercer voluntario mientras corría. Lo hacía, claro, con una máscara en la boca y un buen puñado de sensores, entre ellos un OnePlus Watch 3. Lo que estaban analizando es su VO2 Max, es decir, la capacidad que tiene nuestro cuerpo de suministrar oxígeno a los músculos. La norma general es que a mayor VO2 Max, mayor rendimiento deportivo.

Dos trabajadores y un voluntario analizando el VO2 Max | Imagen: Xataka

Análisis del VO2 MAx en directo | Imagen: Xataka
Eso lo pueden medir nuestros relojes, por supuesto, pero para que lo hagan bien tienen que entender las señales. Ese tipo de información es la que se extrae de este laboratorio: se buscan señales, coincidencias, patrones, datos en definitiva. A mayor volumen de datos, mayor capacidad tendremos de entender cómo responde el cuerpo humano en según qué situaciones.
Lo mismo ocurre con las pisadas, que también se pueden analizar. Caminando a través de un pequeño sendero rodeado de sensores ópticos se puede obtener información como el balanceo, el tiempo de respuesta, la velocidad o la distancia de la pisada. Yo me ofrecí voluntario para la prueba y tengo una pisada, cito textualmente, “muy equilibrada”. Otro compañero descubrió que tenía una oscilación muy alta en una de las piernas, así que esa persona descubrió, sin quererlo, que debería usar plantillas en uno de los zapatos. Es la magia de los datos.

Prueba de análisis de pisada | Imagen: Xataka

Análisis de mi pisada: soy un crack pisando | Imagen: Xataka
Más adelante encontramos una pista de bádminton. Este deporte es cada vez más popular en China, lo que explica que el OnePlus Watch 3 tenga un modo de bádminton profesional capaz de medir cuánto golpes de revés y derecha hemos dado, por ejemplo. Los datos para medir ese tipo de cosas se han minado a mano en esta cancha. La idea, en el fondo, es sencilla: si tienes un reloj con giroscopio y acelerómetro y descubres que los sensores responden de una manera concreta al dar un golpe de derecha y de una manera distinta al dar un golpe de revés, puedes extraer un patrón.

Un compañero hace la prueba de bádminton | Imagen: Xataka

Esta máquina lanza los volantes automáticamente | Imagen: Xataka
Solo necesitas hacerlo muchísimas veces, dar golpes a diferentes velocidades, en diferentes distancias y desde diferentes posiciones, pero de forma constante. De ello se encargaba un robot automático que lanzaba los volantes a la persona al otro lado de la pista. No sé el volumen de datos que se extraerá de una sola sesión de entrenamiento, pero sabiendo que toman 75.000 fotos por móvil para afinar la cámara de sus smartphones me puedo hacer una idea.
En ese sentido, al lado de la pista de bádminton había parte de una cancha de baloncesto. Es curioso el cambio de texturas en un mismo suelo, pasar de la pista de bádminton a la madera brillante de la cancha de baloncesto en tan solo dos pasos es extraño. En cualquier caso, aquí la pista no es lo importante, sino las 24 cámaras de movimiento que la rodeaban en el techo.

La cancha de baloncesto…

… y algunas de las 24 cámaras que la rodean | Imagen: Xataka
OnePlus todavía no ha usado esta pista con fines, digamos, comerciales, en productos finales como el modo profesional de bádminton. Pero están en ello. Solo hay una forma de averiguar si es posible hacer algo: estudiando. Es lo que están haciendo, recoger datos e información para explorar si es posible lanzar un modo de baloncesto profesional. Si el bádminton es popular, el baloncesto es religión en China, es un paso lógico.

Detección de movimiento en la cancha de baloncesto | Imagen: Xataka
La clave es, de nuevo, detectar esos patrones que puedan servir para crear un modelo capaz de detectar cosas como los tiros libres, los saltos, la altura de los saltos… Está misma filosofía se sigue en otras tantas pruebas repartidas por la zona, como una cinta de correr enorme para usar la bicicleta, una pista para correr llena de cámaras y sensores con los que extraer información de movimiento en tiempo real y hasta un simulador de golf. Es un lugar sorprendentemente bien equipado.

Simulador de golf | Imagen: Xataka

Esta es la zona de entrenamiento funcional y es donde se analiza, por ejemplo, la frecuencia cardíaca | Imagen: Xataka
Los voluntarios para las pruebas son reclutados por la compañía a través de colaboraciones con universidades e instituciones deportivas, por ejemplo. Se buscan perfiles concretos que cumplan determinadas condiciones físicas para, así, obtener un corpus de datos mayor.
Deporte, sí, pero también salud

Algunas piezas de equipamiento deportivo en el laboratorio de salud | Imagen: Xataka
Las instalaciones tienen dos plantas. La de abajo es la del deporte. La de arriba está enfocada a la salud cardiovascular y al sueño. Aquí vimos a varias personas de diferentes razas esperando a que le midieran su nivel de oxígeno en sangre, frecuencia cardíaca, etc. Tiene sentido, por supuesto. Las mediciones de un reloj se basan, en gran parte, en la lectura de la frecuencia cardíaca. Si esta falla, el resto lo hará con total seguridad.
¿Y cómo miden los relojes la frecuencia cardíaca? En pocas palabras, los relojes emiten una luz verde o infrarroja hacia la piel. Esta luz se refleja en la sangre, vuelve a un fotodetector que analiza la cantidad de luz que ha rebotado y mediante un algoritmo se mide la frecuencia cardíaca. Con el SpO2 es tres cuartas partes de lo mismo. Es una técnica conocida como fotopletismografía y, como se habrá adivinado, una piel oscura no refleja la luz igual que una piel clara. Es vital analizar diferentes tipos de piel para que la lectura sea precisa, inclusiva y, en definitiva, útil. De eso, y de los electrocardiogramas, se encargan también en este laboratorio.

Aquí se mide y analiza el pulso, el oxígeno en sangre y se realizan electrocardiogramas | Imagen: Xataka
Más adelante nos encontramos con una cámara hiperbárica, una sala capaz de recrear diferentes condiciones de presión, humedad y temperatura, y el laboratorio del sueño. Debo decir que aunque esperaba encontrarme lo que me encontré, siempre choca que un laboratorio sea una sala insonorizada con una cama. En este laboratorio se mide el sueño o, mejor dicho, se aprende a identificar los patrones que nuestros relojes usarán posteriormente para indicarnos cómo hemos dormido.

La cama…

… y todo el equipamiento que hay que llevar durante las pruebas de sueño | Imagen: Xataka
El usuario dormirá con un buen puñado de cables y sensores repartidos por su cuerpo y, al fin, tuve la oportunidad de preguntar algo que siempre me había inquietado. Nadie duerme con tremenda parafernalia en su cuerpo, ¿acaso el hecho de llevarla no afecta directamente a la medición, en tanto que el paciente no está durmiendo en condiciones normales? La respuesta, para mi sorpresa, fue evidente: “el paciente sabe que viene a que le midan el sueño y está predispuesto”. Si sabes lo que va a suceder y cómo va a suceder, el impacto de ese factor externo se reduce.
Entre las cosas que pueden medirse en un examen como este están las apneas, es decir, las pequeñas interrupciones de la respiración durante el sueño. La apnea del sueño es un trastorno potencialmente grave y puede detectarse mediante un smartwatch. En cualquier caso, un aviso parroquial: ningún smartwatch es un dispositivo médico, por lo que ante la duda hay que ir siempre al médico. La prueba duraba entre 10 y 15 minutos (más el tiempo que tardas en dormirte), por lo que a pesar de que mi cuerpo miraba esa cama como el que mira una heladería en pleno mes de agosto, no pude hacerla.
“Es el principio del viaje”

Cámaras de movimiento para obtener datos en tiempo real | Imagen: Xataka
No es ningún secreto que la tecnología, en particular algunos productos, ya no sorprenden. Cada nueva iteración tiene mejoras puntuales y, si hablamos de relojes inteligentes, mi punto de vista es que las mejoras son cada vez más escasas. Es un tipo de producto maduro y no parece que un dispositivo tan pequeño pueda evolucionar mucho más.
Para Dr. Yelei Li, Director de Tecnología de Datos del Laboratorio de Salud de OnePlus y OPPO, ex Apple y ex Samsung (empresas en las que trabajó en los algoritmos cardiovasculares y de salud) es todo lo contrario. Para él “es el principio de viaje”.
“Yo diría que en el futuro tendremos más biometría. Por ejemplo, funciones relacionadas con la presión arterial, la glucosa o más funciones de salud cardiovascular”, afirma en una entrevista con Xataka. Todas esas métricas deben procesarse de manera que el usuario las entienda y le aporte algo. La IA jugará un papel fundamental en ese aspecto, ya que OnePlus tiene como objetivo que esa información se procese de forma pasiva y se use en nuestro beneficio. ¿Es IA agéntica eso que se dibuja en el horizonte? Efectivamente.

Dr Yelei Li durante una entrevista con Xataka | Imagen: Xataka
Los agentes de IA “están en fase de investigación en este momento”, explica Yelei Li. “No los vamos a liberar todavía, pero esperamos tener algunas funciones o características disponibles en un futuro próximo”, asegura. Para el responsable del laboratorio de salud hay “oportunidades en utilizar los datos de los usuarios junto con el poder de los modelos. Podemos darles cosas más útiles, como un plan personalizado o información”, nos cuenta antes de contarnos su visión:
“Por ejemplo, hay personas que quieren ponerse a plan. Quieren perder peso, así que podemos comprobar su información, como su actividad diaria, cuándo se suelen despertar, las horas de trabajo, cuándo suelen tener tiempo libre… Así, podemos personalizar el plan de trabajo basándonos en su rutina diaria para asegurarnos de que sea factible alcanzar sus objetivos”.
Es posible que la pregunta “¿Y la privacidad qué?” nos surja inmediatamente. Yelei Li afirma que es una prioridad para la compañía y que nada, ningún tipo de información personal, sale de los dispositivos. Los datos se encriptan en el dispositivo para que nadie, ni siquiera OnePlus, pueda acceder a ellos. Es más, el responsable de OnePlus afirma que “no usamos los datos de los usuarios para hacer ninguna investigación”. El procesamiento se lleva a cabo en el dispositivo y, aunque la IA depende de tener un volumen de datos considerable para su correcto funcionamiento, OnePlus asegura que no incluyen los datos de los usuarios en sus servidores para usarlos en entrenamientos de IA.
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por qué OpenAI está instalando motores de Boeing 747 en sus granjas de datos
Hace apenas tres años, Blake Scholl, director ejecutivo de la empresa de aviación Boom Supersonic, tenía un plan de negocio lineal: primero construiría el avión supersónico del futuro y, mucho después, adaptaría sus motores para generar energía. Sin embargo, una llamada telefónica cambió el orden de los factores y reveló la desesperación de la industria tecnológica. Al otro lado de la línea estaba Sam Altman. El mensaje del CEO de OpenAI fue una súplica directa: “Por favor, por favor, por favor, consíguenos algo”.
Altman no buscaba billetes de avión; buscaba potencia eléctrica. Esta anécdota, relatada al Financial Times, resume el estado de emergencia del sector: la inteligencia artificial avanza a una velocidad de vértigo, pero se ha chocado contra el muro de la infraestructura física. Mientras la IA evoluciona en meses, los permisos para conectarse a la red eléctrica pueden demorarse hasta diez años en algunas regiones. Ante esta parálisis, la industria ha optado por el “Plan B” que consiste en eludir la red y fabricar su propia energía in situ.
El alto precio de la urgencia. Este giro estratégico tiene consecuencias profundas. La primera es económica, el “atraso” sale caro. Según analistas de BNP Paribas, la energía de una planta de gas construida para Meta en Ohio cuesta unos 175 dólares por megavatio hora, prácticamente el doble del coste medio para un cliente industrial.
La segunda es ambiental. Mark Dyson, del Rocky Mountain Institute, advierte que las emisiones de estas plantas son mucho peores que las de la red general, que combina gas eficiente con renovables. Pese a ello, la urgencia es tal que las autoridades están cediendo. En Virginia, el corazón mundial de los centros de datos, se está considerando flexibilizar las normas de emisiones para permitir que los generadores operen con mayor frecuencia. Incluso centrales contaminantes que estaban en retirada, como la planta Fisk en Chicago, han cancelado su cierre para alimentar la demanda de la IA.
Del cielo al centro de datos. La solución más sorprendente viene de la ingeniería aeronáutica a través de las turbinas aeroderivadas. La empresa ProEnergy está comprando núcleos de motores CF6-80C2 de los icónicos Boeing 747 para reconstruirlos como unidades de potencia terrestre. Una sola de estas turbinas genera 48 megavatios, suficiente para una ciudad de 40.000 hogares.
No es un caso aislado. GE Vernova ya suministra esta tecnología para el gigantesco centro de datos Stargate (OpenAI/Microsoft) en Texas. El propio Blake Scholl confirmó que venderá a Crusoe turbinas “prácticamente idénticas” a las de sus aviones supersónicos para financiar su proyecto aeronáutico.
El regreso del diésel. Más allá de las turbinas de aviación, el sector está rescatando al combustible más denostado: el diésel. El fabricante Cummins ha vendido ya 39 gigavatios de energía a centros de datos, duplicando su capacidad este año. Lo que antes era un equipo de emergencia para cortes de luz, ahora se demanda como fuente de energía primaria.
La situación ha escalado hasta el Gobierno de EE. UU. El secretario de Energía, Chris Wright, sugirió en Fox News una medida casi de economía de guerra: requisar los generadores de respaldo de los centros de datos o de grandes superficies como Walmart para volcarlos a la red cuando el sistema general flaquee.
La alternativa ignorada: ¿Es necesario el humo? No todos coinciden en que el regreso al fósil sea inevitable. Un estudio de investigadores de Stripe, Paces y Scale Microgrids sostiene que el futuro está en las microrredes solares “fuera de la red”. Según sus cálculos, un sistema con un 44% de energía solar ya es tan barato como el gas, y uno con un 90% de renovables superaría en rentabilidad a proyectos nucleares. La ventaja es la velocidad ya que estas granjas solares pueden levantarse en menos de dos años en zonas desérticas de Texas o Arizona.
Gigantes como Google han tomado nota, comprando la eléctrica Intersect Power por 4.750 millones de dólares para blindar su suministro limpio y no depender de la red. Sin embargo, la industria mayoritaria prefiere el diésel y el gas conocido por una cuestión de inercia técnica, por el miedo prosaico a que la nube se apague si el sol no brilla.
La IA se vuelve física. La industria se encuentra en una paradoja técnica. Para alimentar el software más avanzado del planeta, las grandes tecnológicas están resucitando motores de combustión y quemando combustibles fósiles de forma masiva. Aunque estas “turbinas puente” permiten que la IA siga creciendo hoy, expertos citados por el Financial Times advierten que esta fiebre podría enfriarse cuando los gigantes tecnológicos reduzcan su gasto de capital.
Por ahora, la nube ha tenido que bajar a la tierra. El futuro de la inteligencia artificial, irónicamente, no depende solo de un código brillante, sino de quién controle el subsuelo y de quién logre encender los suficientes “enchufes” para que la mayor revolución tecnológica de nuestra era no se quede a oscuras.
Imagen | Freepik y Harpagornis
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La nieve es de las pocas cosas que puede retrasar al Shinkansen en Japón. Para combatirla hay una solución tan simple como eficaz
Los trenes bala japoneses son conocidos por su extrema puntualidad. Sin embargo, cuando la nieve asoma, ni el sistema ferroviario más puntero del mundo se salva. Y es que para combatirla, las instituciones ferroviarias del país desarrollaron una solución tan simple como ingeniosa: aspersores instalados a lo largo de las vías que pulverizan agua durante las nevadas. Esto se hace para evitar que la nieve se acumule y cause estragos en los trenes. Te explicamos en detalle cómo funcionan estos sistemas.
Por qué es importante. La nieve no solo es la causante de que el sistema pueda dejar de ser tan puntual como acostumbra, sino que puede causar daños graves en los trenes de alta velocidad. Y es que a velocidades superiores a los 200 km/h, la nieve del suelo se eleva por la corriente de aire generada por el tren, lo que puede hacer que se compacte bajo los vagones formando bolas de hielo que al impactar contra el suelo lanzan grava al aire. Esto puede acabar rompiendo ventanas y dañando componentes del tren si no se trata.
Japón lleva décadas perfeccionando sistemas para eliminar este problema sin sacrificar la velocidad ni la puntualidad.
El origen del problema. Cuando el Shinkansen comenzó sus operaciones regulares en 1964, según explica JR Tokai (la compañía operadora del Tokaido Shinkansen), la construcción se realizó con prisas y “no hubo tiempo suficiente para considerar” rutas alternativas que evitaran zonas de intensa nevada.
En enero de 1965, apenas tres meses después del lanzamiento, las nevadas en la región de Sekigahara provocaron incidentes graves, entre ellos ventanas rotas y tanques de agua destrozados. La investigación reveló que el verdadero culpable era la velocidad, ya que el viento generado levantaba la nieve, que se acababa convirtiendo en proyectiles de hielo bajo los vagones.
La solución: aspersores. Para evitar que la nieve se levante y forme esas peligrosas bolas de hielo, se instaló un sistema de aspersores a lo largo de las vías que rocía agua durante las nevadas. Actualmente hay aspersores desplegados en un tramo de más de 70 kilómetros, cubriendo las líneas más afectadas por la nieve. En 2009 se mejoraron las boquillas para que el agua alcanzara zonas a las que antes no se llegaba, logrando derretir la nieve de forma más efectiva.
El sistema no elimina completamente la nieve, pero cambia su consistencia para evitar que se compacte y vuele, reduciendo así el riesgo de daños.
No es la única solución. El sistema de agua se complementa con otros recursos. Durante las horas sin servicio, quitanieves trabajan de madrugada para retirar la nieve acumulada. Desde 2003 se emplean quitanieves rotativos que utilizan cepillos giratorios capaces de limpiar hasta cinco centímetros por debajo de la superficie de los raíles. Además, desde 2013 se utilizan dispositivos con sensores ópticos para monitorizar las condiciones meteorológicas, y hay cámaras instaladas bajo los vagones para detectar acumulaciones de nieve.
Cuando un tren cubierto de nieve llega a estaciones como Nagoya u Osaka, también hay equipos especializados que esperan bajo los andenes con lavadoras de alta presión para eliminar rápidamente la nieve adherida.
Los resultados hablan. Toda esta operativa ha transformado radicalmente las defensas del Shinkansen cuando llega la nieve. Según JR Tokai, en 1976 se registraron 635 cancelaciones de trenes por nieve, una cifra que se ha reducido a cero desde 1994. El retraso medio por nevadas también ha mejorado drásticamente, pasando a unos pocos minutos.
Más allá de los trenes. En las regiones del norte de Japón, donde las nevadas pueden superar los tres metros, muchas carreteras tienen aspersores integrados en el asfalto. El sistema, conocido como ‘shosetsu’ (nieve que desaparece) o ‘yuusetsu’ (nieve que se derrite), fue desarrollado en 1961 en la ciudad de Nagaoka por Yosaburo Imai, fundador de una centenaria confitería.
Imai se inspiró al observar que la nieve no se acumulaba donde brotaba agua termal del subsuelo. Desde entonces, tuberías subterráneas transportan agua geotérmica (a unos 13-14°C) hasta aspersores en el pavimento que derriten la nieve durante las tormentas invernales, evitando el uso de sal o quitanieves.
Imagen de portada | KUA YUE
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en España muchísimos graduados. El problema es no son los que necesitan las empresas
Un estudio sobre la calidad educativa en Europa ha puesto negro sobre blanco una de las claves de lo que está sucediendo en el mercado laboral en España: las tasas de graduados en España han superado la media europea. Sin embargo, los datos apuntan a que estos graduados han estudiado las carreras equivocadas.
El resultado es un desajuste en el mercado laboral y un uso ineficiente del talento porque una parte importante de quienes han pasado años formándose acaba en puestos que o no necesitan ese nivel de estudios o no tienen nada que ver con los estudios que cursaron.
Muchos universitarios, muchas vacantes. Según el informe ‘Monitor de la Educación y la Formación‘ elaborado por la Comisión Europea, en el tramo de edad de 25 a 34 años, el 52,6% de las personas en España tiene estudios superiores. Esto sitúa a España por encima de la media de la UE, con un 44,1%, y del objetivo europeo del 45% marcado para 2030. Esta es una magnífica noticia ya que España ya ha superado la meta europea de titulados, y aun así sigue ampliando esa ventaja año tras año.
El problema es que todos esos graduados no responden a lo que el mercado laboral está demandando. Según datos de Eurostat de 2024, el 35% de los graduados superiores de 20 a 64 años trabaja en empleos para los que no se exige su nivel de cualificación, frente a una media del 21,9% en la UE. España se sitúa en la tasa de sobrecualificación más alta de toda Europa.
Lo que se estudia y lo que se necesita. La Comisión Europea subraya que este desajuste entre los estudios superiores que se están cursando en España y la demanda de las empresas es estructural y que el sistema económico español no está siendo capaz de absorber el volumen de titulados que genera.
El informe europeo describe una baja empleabilidad de los graduados en humanidades, estudios sociales y artes, que tienen más probabilidades de acabar en trabajos por debajo de su nivel formativo o alejado del ámbito que estudió. En paralelo, se señala que la sobrecualificación afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres, lo que agrava las desigualdades de género en el empleo cualificado.
Por otro lado, la demanda de especialistas en materias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), crece mucho más rápido que la oferta de graduados. En 2024, el número de vacantes por trabajador en los sectores verde y digital supera la media en un 52% y un 212% respectivamente, lo que muestra una brecha cada vez mayor entre las competencias que salen del sistema educativo y las que piden las empresas.
FP está despegando, pero no es suficiente. Las cifras de la Formación Profesional en España avanzan positivamente, pero todavía no han alcanzado el punto de equilibrio entre la oferta de formación y la demanda de profesionales. Según el estudio, solo el 10,1% de los adultos de 25 a 64 años tiene un título de FP de grado medio, muy por debajo del 34,6% de media en la UE.
Esta menor presencia de cualificaciones intermedias se traduce en peores resultados laborales. Los datos apuntan a que la tasa de empleo media en 2024 de los titulados recientes de FP es del 68,6%, frente al 80,0% de la media europea y lejos del objetivo del 82%.
Conectar educación y empresa mejora la inserción laboral. La reforma de la FP dual sí parece dar muestras de un impacto positivo en la inserción laboral.
Según datos del Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, el 73,8% de los egresados de FP de grado medio en modalidad dual del curso 2019-2020 estaba trabajando cuatro años después de terminar, frente al 66,5% de quienes cursaron programas de FP no duales. Además, un 33,8% de los estudiantes de FP dual consiguió empleo en el primer año tras titularse, lo que confirma que el contacto directo con la empresa facilita la transición al mercado laboral.
Imagen | Unsplash (Christian Lendl)
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