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El cine mexicano ha sido poco crítico con las clases privilegiadas: Joaquín del Paso

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¿Cómo es que un niño privilegiado se convierte en opresor? ¿en qué momento sucede? ¿de qué forma las élites se las arreglan para eternizar la violencia y las barreras invisibles que dividen al país, por medio de sus nuevas generaciones? Los ritos de paso que construyen estos muros ideológicos, aquellos que se alzan desde las adolescencias para proteger los privilegios en una sociedad jerarquizada, son el centro de El hoyo en la cerca, la nueva película de Joaquín del Paso.

Si en Maquinaria Panamericana (2016), el realizador mexicano exploraba un colectivo de clase trabajadora, en su nuevo filme regresa a la idea de multitud, pero configurada por miembros de la clase privilegiada. Con un reparto coral, constituido en su mayoría por adolescentes de secundaria, retrata un campamento en donde un grupo de jóvenes varones de una escuela católica de clase alta son sometidos a un adoctrinamiento con tintes patriarcales, clasistas, racistas y fanáticos, que formarán en ellos el clima ideológico perfecto para el más desmesurado elitismo.

Joaquín del Paso
En El hoyo en la cerca, Joaquín del Paso explora el origen de las violencias a través de un grupo de adolescentes de una escuela católica.

Presentada en el 78° Festival de Cine de Venencia, donde recibió el Bisato D´Oro a Mejor fotografía por el trabajo de Alfonso Herrera Salcedo, y ganadora de la Pirámide de Oro al Mejor Largometraje en el 43° Festival de Cine del Cairo, la película también formó parte de la selección oficial de la pasada edición del Festival de Cine de Morelia y de la sección Ahora México de la edición 12° del FICUNAM.

La anécdota de la que surgió la idea de El hoyo en la cerca encuentra sus raíces en un breve periodo de la adolescencia de Joaquín del Paso, en donde asistió a una escuela privada de los Legionarios de Cristo. La educación conservadora que recibió ahí, vista en retrospectiva, lo llevó a cuestionarse los mecanismos ideológicos y el conjunto de ideas que subyacen en la formación temprana de las élites mexicanas. El director está consciente de lo necesario que es explorar, desde el cine y con mirada crítica, todos los estratos sociales.

Joaquín del Paso
Joaquín del Paso, director de El hoyo en la cerca.

Has comentado que suelen tratarse las consecuencias de la violencia, pero no tanto su origen. En El hoyo en la cerca intentas hacer esa exploración del origen, pero desde la élite. ¿Cuál crees que sea el aporte de esa perspectiva?

Existen estructuras jerárquicas en nuestro país bastante marcadas y ya no sorprende ver en las noticias ciertas actitudes negativas de los líderes, ya sean empresarios o políticos. Nos acostumbramos muy rápido a todo, incluyendo a las cosas malas.

No se puede analizar ese problema tan complejo sin observar todos los estratos sociales. Nadie se salva en la construcción de una sociedad, desde los más privilegiados hasta los menos, todos son partícipes del mecanismo social. Creo que casi no se cuenta una historia desde la perspectiva de estos adolescentes, que todavía no lo saben pero que van a tener muchos accesos para subir en los escalones sociales y tampoco de la forma en la que lo van a hacer ni la filosofía que van a tener mientras suben.

Hay morbo hacia los mirreyes o hacia algunas actitudes, pero ¿cuál es la psicología de esas personas? Ellos también fueron niños y hay que explorar qué es lo que vivieron en esa etapa que los lleva a ser los adultos que son.

¿Consideras que el cine mexicano ha renunciado a hablar sobre las élites, a confrontarlas con el cúmulo de ideas que suelen sostenerlas?

Creo que el poder adquisitivo se ha glorificado en nuestro país y se ha mostrado a las élites como personajes condescendientes, risibles. No se ha analizado realmente la problemática de esos círculos sociales ni se han retratado seriamente; lo que vemos son caricaturas de lo que significa tener dinero y estar en el poder, pero hay conflictos en ese estrato y en sus individuos.

Esta trivialización en la representación está hecha desde una visión que no quiere que cambien las cosas ni que se abra una discusión. Creo que la representación de la clase social privilegiada está hecha desde un punto de vista poco crítico, hay muy pocas películas mexicanas que retraten las clases altas. A muchos cineastas privilegiados les gusta hablar de las clases empobrecidas pero pocas veces voltean a ver sus círculos sociales y es porque ese ejercicio de autoanálisis es duro, te expone a todo tipo de prejuicios, pero es necesario.

Has caracterizado a tu película como de “terror social”. Una de tus intenciones era hacerla “visceral” para intentar conectar con un sentimiento de impotencia de tu adolescencia. Creo que haces algo interesante: modificas la representación de la multitud, que suele mostrarse popular y proletaria, para constituirla privilegiada. ¿Cómo crees que convive este giro narrativo con otros relatos contemporáneos?

Hay personas que han dicho que es una adaptación moderna de Canoa (Cazals, 1976), pero contada desde la perspectiva inversa. En cualquier estrato social el crear un grupo y manipularlo para fines ideológicos, puede tener consecuencias desastrosas. Intento pararme en la mitad, crear un punto de vista ambiguo sobre la situación para que el espectador pueda crear sus conclusiones.

Busqué alejarme de los juicios de valor sobre mis personajes, no quise glorificar o condenar a nadie. Quiero que la película se convierta en un espejo, donde puedas pensar y analizar las cosas, así como reflejar en ella otras cosas que no se pueden ver, y que hablarán mucho de cómo complementas el sentido.

Es interesante contrastar esto con la película, donde hay referencias y frases muy explícitas: el nombre del campamento o ciertas consignas. ¿Consideras que lo explícito es necesario para tocar las fibras del público?

Me tomo muchas libertades en la ficción y una de ellas es subrayar y acentuar cosas que llegan a un punto exagerado. Desde el principio no pensaba a la película con un tono realista y por supuesto tiene tintes de género, hasta de terror. Hay una mezcla ecléctica de decisiones formales que la hacen mucho más metafórica y simbólica, lo mismo hice en Maquinaria Panamericana. No le tengo miedo a perder la sutileza; en ciertos aspectos de la película me agrada exponer y en otros prefiero no mostrar, alejarme y dejar que el espectador lo complete.

El apartado visual es uno de los puntos más atractivos, incluso fue premiada en Venecia por Mejor fotografía. ¿Cómo construiste la propuesta junto con Alfonso Herrera?

Alfonso llegó dos semanas antes del rodaje. Para ese entonces yo ya tenía mucho trabajo hecho en la previsualización de las escenas y en cómo se iba a filmar. Pero nunca nos imaginamos el descontrol que iba a haber al tener a 35 chavos juntos, así que entre él y yo tuvimos que idear nuevas formas de filmar que fueran más rápidas y efectivas, pues no podíamos tener a los chavos esperando por muchas horas o repetir escenas varias veces.

El lenguaje cinematográfico que usamos fueron planos largos para no tener que cortar ni interrumpir la acción. También usamos zoom y básicamente buscábamos todos los escenarios naturales. Yo lo fui guiando en las primeras semanas y luego encontramos el lenguaje correcto, el que se vuelve parte de la película. Ahí es cuando ya sabes qué tomas entran en este lenguaje y cuáles no.

¿Cuáles serían los elementos visuales que te resultaron útiles o efectivos para transmitir el adoctrinamiento y la atmósfera de opresión, la hostilidad?

Una clave fue el uso del zoom para acercarnos y ver todo desde lejos, para tener esa sensación de observador distante. También usamos mucho el fuera de campo; esto llevó a hacer una fotografía selectiva, donde hay cosas que se omiten al espectador y no todo está grabado desde todos los ángulos. De igual manera usamos muchos puntos de vista altos para dar esa visión de torreta de seguridad, para dar un sentimiento de continuar observación hacia los niños.

¿Consideras que el cine mexicano pasa por un buen momento creativo? Desde tu trabajo que ha privilegiado la sátira y lo inquietante, ¿crees que hay un estancamiento en las narrativas?

Creo que hay un problema de diversidad de temáticas. Siempre se agradece ver una película que, aunque toque los mismos temas, lo haga de una manera diferente. Pienso que tiene que ver con muchos aspectos, aunque creo que el guion es de lo que más sufre en México.

Además, creo que también es un problema de los festivales internacionales y los foros donde se proyectan las películas mexicanas; esos espacios suelen estar interesados en las mismas narrativas. Creo que sí hay un esfuerzo de muchos autores por crear historias nuevas, pero hay mucho camino aún por andar; existe demasiada repetición de temáticas, demasiadas películas que se parecen unas a otras. No creo que sea positivo. Pero a nivel técnico y de alcance, yo creo que el cine mexicano va creciendo, tiene que hacerlo. Entre películas más diversas le den al público, la audiencia estará más emocionada de descubrir nuevo cine.

Joaquín del Paso

A partir de tu reconocimiento de estas limitaciones ¿Qué conversaciones te gustaría detonar con El hoyo en la cerca?

En primer lugar, me gustaría que la gente vea una película con una manufactura increíble, porque estoy orgulloso de la fotografía, pero también del sonido, que hicieron Jaime Baksht y Michelle Couttolenc, ganadores del Óscar, así como de la música, hecha por Michael Stein y Kyle Dixon, que trabajaron en Stranger Things.

En segundo lugar, me gustaría que el público encontrara que no es una película superflua, sino que sirve para hablar de temas que nos mueven, que nos confrontan. Espero que la película abra una discusión sobre la forma en la que estamos perpetuando un sistema injusto desde la educación y cómo una de las partes más importantes del cambio es la forma en la que los jóvenes crecen y piensan del otro, del menos privilegiado. Desde mi perspectiva es la única forma de realmente cambiar.

La entrada El cine mexicano ha sido poco crítico con las clases privilegiadas: Joaquín del Paso se publicó primero en Cine PREMIERE.

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