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El James Webb acaba de mostrarnos unas ondas de polvo de estrellas tan colosales que harían pequeña a nuestra galaxia
El carbono es uno de los elementos más importantes para nuestra vida. El elemento número seis es la base de la química orgánica y con ello de la vida tal y como la conocemos. También es el protagonista de una duda que lleva tiempo intrigando a los astrónomos: ¿cómo se hizo este elemento tan omnipresente en el universo?
Unas olas colosales. Unas recientes imágenes tomadas por el Telescopio Espacial James Webb (JWST) pueden ayudarnos a responder a esta pregunta. Las imágenes muestran la evolución de unas ondas de polvo espacial rico en carbono que se propagan desde el sistema binario Wolf-Rayet 140 (WR-140), unas ondas cuyas crestas están separadas por una distancia aproximada de 1,4 billones de kilómetros.
Wolf-Rayet 140. WR-140 es un sistema binario formado por dos estrellas relativamente masivas, ubicadas dentro de la Vía Láctea, a unos 5.000 años luz de nuestro sistema solar. Estas estrellas forman una órbita estrecha y alargada que recorren cada ocho años. Una órbita que en las imágenes queda oculta por el círculo blanco del centro de la captura.
El movimiento orbital de estas dos estrellas es el causante de la propagación ondulada de las nubes de polvo que pueden verse en las imágenes del JWST. Las 17 ondulaciones de la imagen son causa del choque del viento estelar expulsado por cada una de las dos estrellas del sistema.
De 2022 a 2025. Las dos observaciones del JWST nos muestran la luz que nos llega en el infrarrojo medio. El infrarrojo medio es, explica el equipo, el segmento del espectro en el que mejor se pueden apreciar estas olas de polvo ya que las imágenes en el espectro visible y en el infrarrojo cercano solo nos permitirían ver las ondulaciones más cercanas al sistema de estrellas.
Las imágenes fueron en realidad tomadas entre los años 2022 y 2023: 14 meses separan a las imágenes captadas por el telescopio espacial. Ahora, en 2025, un equipo de investigadores ha publicado los detalles del estudio de las dos instantáneas en un artículo en la revista The Astrophysical Journal Letters.
A 2.600 kilómetros por segundo. Las dos imágenes nos permiten conocer detalles sobre la naturaleza de estos singulares “caparazones” de polvo estelar. En un nuevo estudio, el equipo de investigadores encargado de analizar y comparar las instantáneas estimó que las ondas se desplazan a unos 2.600 kilómetros por segundo, lo que representa casi el 1% de la velocidad de la luz.
“El telescopio no solo ha confirmado que estos caparazones de polvo son reales, sus datos también muestran que los caparazones de polvo se mueven hacia fuera a velocidades consistentes, revelando cambios visibles a lo largo de breves periodos de tiempo”, explicaba en una nota de prensa Emma Lieb, miembro del equipo responsable del estudio y primera firmante del artículo.
Las 17 olas que vemos en las imágenes abarcan la materia expulsada por el sistema a lo largo de los últimos 130 años. Es probable que el sistema lleve más tiempo emitiendo estas olas de materia, pero serían ya muy difusas para ser captadas por los instrumentos del telescopio orbital.
Una imagen singular. El equipo responsable de la investigación recalca un detalle que hace estas imágenes poco convencionales. “Estamos acostumbrados a pensar que los eventos en el espacio se dan a un ritmo pausado, a lo largo de millones o miles de millones de años”, resaltaba Jennifer Hoffman, coautora del trabajo. “En este sistema, el observatorio está mostrando que los caparazones de polvo se expanden de un año a otro”.
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Imagen | NASA, ESA, CSA, STScI
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aguas a 86 grados capaces de cocinar a quien caiga dentro
Si alguna vez te has dado un baño en un río que corre con aguas cristalinas, sabrás que es una experiencia de lo más satisfactoria. Excepto en el Sena y… bueno, en otros cuantos ríos diseminados por el planeta. El chapuzón es refrescante, pero hay uno en el que más vale que no metamos ni los pies: el Shanay Timpishka, también conocido como el ‘río hirviente de Perú’.
El motivo es evidente: la temperatura del agua roza el punto de ebullición. Y lo más fascinante es que no hay ningún volcán en la zona que provoque que el río esté prácticamente hirviendo.
Leyenda. Como suele pasar con el colonialismo, pensamos que algo no se ha descubierto hasta que alguien afirma haberlo hecho. El río hirviente del Amazonas era conocido por los locales, pero durante mucho tiempo, el resto del mundo pensó que era una leyenda.
Un buen día, el geólogo peruano Andrés Ruzo se obsesionó con una historia que le contó su abuelo de pequeño:
“Atahualpa, emperador de los incas, había sido capturado por Francisco Pizarro. Los conquistadores españoles se habían enriquecido y las historias sobre la gloria llegaron a España. Nuevas olas de españoles llegaron, ávidos de oro y fama. Iban a los pueblos y les preguntaban a los locales ¿Dónde hay otra civilización que conquistar? ¿Dónde hay más oro? Como venganza, los incas les decían que fueran a la Amazonia, donde encontrarían todo el oro que quisieran, incluso una ciudad llamada Paititi hecha de oro.
Pero lo que esperaba a los españoles era otra cosa y, los pocos que regresaban, contaban historias de poderosos chamanes, de guerreros con flechas envenenadas, de árboles tan altos que tapaban el sol, de arañas que comían pájaros, serpientes devora hombres y de un río que hervía”.
Shanay-timpishka. El propio Ruzo contó esta anécdota hace años, pero lejos de quedarse en una simple historia para dormir, caló hondo en el joven. Se obsesionó y, doce años después, mientras trabajaba en su doctorado, preguntó sobre la existencia del río. Compañeros de la universidad, funcionarios del gobierno y responsables de empresas de minería, gas y petróleo le dieron siempre un “no” rotundo.
Era lógico que no existiera, pues estos ríos de aguas casi hirviendo suelen estar cerca de volcanes, pero no hay volcanes en la zona, por lo que la existencia del río estaba injustificada. Hasta que un día en el que, en una cena familiar, Andrés contó la historia y una tía suya le dijo “yo me bañé en ese río”. Así, y con la guía de su tía, el joven geólogo se adentró en la zona del Amazonas de Perú y lo encontró: aguas que desprendían un denso vapor.
No tan raro. Cuando sacó el termómetro para medir la temperatura dela gua, descubrió que llegaba a los más de 90 grados centígrados, con un promedio de 86 grados. No es exactamente el punto de ebullición, pero está cerca. Acompañado por un chamán que le preparó un té con agua del río, Andrés descubrió que los locales habían normalizado totalmente la situación y le contaron que no era el primer ‘forastero’ en verlo. Ahora bien, lo que hizo Andrés fue analizarlo y crear escuela.
El nombre Shanay-timpishka significa “hervido con el calor del Sol” y hay que decir que no es un río tan único en el mundo (sí por la temperatura que alcanza, pero no porque su agua esté caliente). Hay varios debido a que es algo natural: hay ríos interiores están a una alta temperatura, que se mantiene cuando afloran en la superficie. Esas manifestaciones se llaman aguas termales o, como en este caso, ‘ríos hirvientes’.
Una sauna. Aunque la parte de leyenda y la propia temperatura de las aguas es interesante, los alrededores del rio y de este tipo de zonas son casi más curiosos. En un reportaje reciente de BBC, un equipo de exploración cuenta cómo, basándose en los descubrimientos y análisis de Ruzo, se aventuraron para investigar la zona.
Se dieron cuenta de que las condiciones eran extremadamente sofocantes debido a que en los tramos más frescos del río, las más típicas del bosque, la temperatura media oscilaba entre los 25 grados en los lugares más fríos y 29 en las zonas más cálidas. En el segmento del río hirviente, esa temperatura era de 45 grados.
La humedad es asfixiante, el aire prácticamente quema, aunque haya vegetación por todas partes, y se dieron cuenta de que, en esa zona, aunque hay mucho vapor, la vegetación estaba mucho más seca. También escaseaban los árboles y esa vegetación era menos densa, con especies ausentes por completo.
Olla hirviendo en la que se puede nadar. ¿Has cocido pollo alguna vez? Me refiero a echar un trozo de pechuga a un cazo con agua casi hirviendo. Si sí, sabes lo que pasa. Si no, lo que ocurre es que, prácticamente de inmediato, cambia el color rosado por uno blanquecino. Te cuento esto porque Andrés detalla que ha visto muchos animales caer en el río por accidente y lo primero que pierden son… los ojos.
Adquieren u color blanquecino y lo que viene a continuación es que la carne exterior se cocina, pero también el interior debido a que ingieren agua hirviendo. Sin embargo, hay una única situación en la que alguien podría nadar en ese río: justo tras unas lluvias intensas.
Hay que protegerlo. Al final, el río tiene distintos significados. Según Andrés, para el chamán y su comunidad es un lugar sagrado, pero para el gobierno y los leñadores ilegales y ganaderos es sólo otro recurso que explotar. Ruzo tiene una fundación dedicada a la protección del río, y como investigaciones posteriores evidencian, estudiar zonas como las del río hirviente es de gran utilidad de cara a prever los efectos de un aumento de temperaturas del agua dulce debido al cambio climático.
Eso sí, el aumento de esas temperaturas no es lo único contra lo que selvas como la de la Amazonia están luchando: la deforestación provocada por la acción del hombre está influyendo en el flujo de aire por encima del bosque, haciendo que las zonas se vuelvan más cálidas, menos húmedas y con un menor volumen de precipitaciones.
Problema global. Y ante esa realidad, el río hirviente permite que los investigadores se hagan una idea de las especies vegetales que sobrevivirían. Por ejemplo, árboles bajos sucumbirían, pero otros, como la Ceiba gigante, o Ceiba lupuna, con sus más de 50 metros de altura, podrían resistir un aumento de temperatura. Y, en zonas que están siendo deforestadas, quizá crear microclimas bajo un manto forestal formado por especies resistentes sea la clave para la repoblación.
Chris Boulton es un investigador de la Universidad de Exeter en Reino Unido que, en el artículo de BBC, afirma que proteger las selvas del aumento de temperatura mundial es una obligación, ya que, “si la selva desaparece, gran parte del carbono que absorbe pasará a la atmósfera y afectará al clima. No es sólo un problema local, sino global”.
Imágenes | TED
En Xataka | Mitos, mentiras y verdades sobre la ameba comecerebros
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aguas a 86 grados capaces de cocinar a quien caiga dentro
Si alguna vez te has dado un baño en un río que corre con aguas cristalinas, sabrás que es una experiencia de lo más satisfactoria. Excepto en el Sena y… bueno, en otros cuantos ríos diseminados por el planeta. El chapuzón es refrescante, pero hay uno en el que más vale que no metamos ni los pies: el Shanay Timpishka, también conocido como el ‘río hirviente de Perú’.
El motivo es evidente: la temperatura del agua roza el punto de ebullición. Y lo más fascinante es que no hay ningún volcán en la zona que provoque que el río esté prácticamente hirviendo.
Leyenda. Como suele pasar con el colonialismo, pensamos que algo no se ha descubierto hasta que alguien afirma haberlo hecho. El río hirviente del Amazonas era conocido por los locales, pero durante mucho tiempo, el resto del mundo pensó que era una leyenda.
Un buen día, el geólogo peruano Andrés Ruzo se obsesionó con una historia que le contó su abuelo de pequeño:
“Atahualpa, emperador de los incas, había sido capturado por Francisco Pizarro. Los conquistadores españoles se habían enriquecido y las historias sobre la gloria llegaron a España. Nuevas olas de españoles llegaron, ávidos de oro y fama. Iban a los pueblos y les preguntaban a los locales ¿Dónde hay otra civilización que conquistar? ¿Dónde hay más oro? Como venganza, los incas les decían que fueran a la Amazonia, donde encontrarían todo el oro que quisieran, incluso una ciudad llamada Paititi hecha de oro.
Pero lo que esperaba a los españoles era otra cosa y, los pocos que regresaban, contaban historias de poderosos chamanes, de guerreros con flechas envenenadas, de árboles tan altos que tapaban el sol, de arañas que comían pájaros, serpientes devora hombres y de un río que hervía”.
Shanay-timpishka. El propio Ruzo contó esta anécdota hace años, pero lejos de quedarse en una simple historia para dormir, caló hondo en el joven. Se obsesionó y, doce años después, mientras trabajaba en su doctorado, preguntó sobre la existencia del río. Compañeros de la universidad, funcionarios del gobierno y responsables de empresas de minería, gas y petróleo le dieron siempre un “no” rotundo.
Era lógico que no existiera, pues estos ríos de aguas casi hirviendo suelen estar cerca de volcanes, pero no hay volcanes en la zona, por lo que la existencia del río estaba injustificada. Hasta que un día en el que, en una cena familiar, Andrés contó la historia y una tía suya le dijo “yo me bañé en ese río”. Así, y con la guía de su tía, el joven geólogo se adentró en la zona del Amazonas de Perú y lo encontró: aguas que desprendían un denso vapor.
No tan raro. Cuando sacó el termómetro para medir la temperatura dela gua, descubrió que llegaba a los más de 90 grados centígrados, con un promedio de 86 grados. No es exactamente el punto de ebullición, pero está cerca. Acompañado por un chamán que le preparó un té con agua del río, Andrés descubrió que los locales habían normalizado totalmente la situación y le contaron que no era el primer ‘forastero’ en verlo. Ahora bien, lo que hizo Andrés fue analizarlo y crear escuela.
El nombre Shanay-timpishka significa “hervido con el calor del Sol” y hay que decir que no es un río tan único en el mundo (sí por la temperatura que alcanza, pero no porque su agua esté caliente). Hay varios debido a que es algo natural: hay ríos interiores están a una alta temperatura, que se mantiene cuando afloran en la superficie. Esas manifestaciones se llaman aguas termales o, como en este caso, ‘ríos hirvientes’.
Una sauna. Aunque la parte de leyenda y la propia temperatura de las aguas es interesante, los alrededores del rio y de este tipo de zonas son casi más curiosos. En un reportaje reciente de BBC, un equipo de exploración cuenta cómo, basándose en los descubrimientos y análisis de Ruzo, se aventuraron para investigar la zona.
Se dieron cuenta de que las condiciones eran extremadamente sofocantes debido a que en los tramos más frescos del río, las más típicas del bosque, la temperatura media oscilaba entre los 25 grados en los lugares más fríos y 29 en las zonas más cálidas. En el segmento del río hirviente, esa temperatura era de 45 grados.
La humedad es asfixiante, el aire prácticamente quema, aunque haya vegetación por todas partes, y se dieron cuenta de que, en esa zona, aunque hay mucho vapor, la vegetación estaba mucho más seca. También escaseaban los árboles y esa vegetación era menos densa, con especies ausentes por completo.
Olla hirviendo en la que se puede nadar. ¿Has cocido pollo alguna vez? Me refiero a echar un trozo de pechuga a un cazo con agua casi hirviendo. Si sí, sabes lo que pasa. Si no, lo que ocurre es que, prácticamente de inmediato, cambia el color rosado por uno blanquecino. Te cuento esto porque Andrés detalla que ha visto muchos animales caer en el río por accidente y lo primero que pierden son… los ojos.
Adquieren u color blanquecino y lo que viene a continuación es que la carne exterior se cocina, pero también el interior debido a que ingieren agua hirviendo. Sin embargo, hay una única situación en la que alguien podría nadar en ese río: justo tras unas lluvias intensas.
Hay que protegerlo. Al final, el río tiene distintos significados. Según Andrés, para el chamán y su comunidad es un lugar sagrado, pero para el gobierno y los leñadores ilegales y ganaderos es sólo otro recurso que explotar. Ruzo tiene una fundación dedicada a la protección del río, y como investigaciones posteriores evidencian, estudiar zonas como las del río hirviente es de gran utilidad de cara a prever los efectos de un aumento de temperaturas del agua dulce debido al cambio climático.
Eso sí, el aumento de esas temperaturas no es lo único contra lo que selvas como la de la Amazonia están luchando: la deforestación provocada por la acción del hombre está influyendo en el flujo de aire por encima del bosque, haciendo que las zonas se vuelvan más cálidas, menos húmedas y con un menor volumen de precipitaciones.
Problema global. Y ante esa realidad, el río hirviente permite que los investigadores se hagan una idea de las especies vegetales que sobrevivirían. Por ejemplo, árboles bajos sucumbirían, pero otros, como la Ceiba gigante, o Ceiba lupuna, con sus más de 50 metros de altura, podrían resistir un aumento de temperatura. Y, en zonas que están siendo deforestadas, quizá crear microclimas bajo un manto forestal formado por especies resistentes sea la clave para la repoblación.
Chris Boulton es un investigador de la Universidad de Exeter en Reino Unido que, en el artículo de BBC, afirma que proteger las selvas del aumento de temperatura mundial es una obligación, ya que, “si la selva desaparece, gran parte del carbono que absorbe pasará a la atmósfera y afectará al clima. No es sólo un problema local, sino global”.
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