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las Navidades de la gran polarización

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Si es cierto eso de que las Navidades son tiempos de paz, amor y reencuentros, algo está claro: este año esos sentimientos estarán menos presentes en las mesas españolas. Las fiestas de 2025 serán las de la polarización y el debate bronco. Lo vaticinó Campofrío con su anuncio navideño, una pieza de dos minutos y medio titulada precisamente así ‘Polarizados’, y lo confirma la organización More in Common con un estudio que pone (aún más si cabe) el dedo en la llaga. 

Las cenas Nochebuena y Nochevieja prometen ser este año territorio minado.

Turrón, polvorones… y bronca. No importa el año. Las Navidades tiene sus indispensables: lotería, turrones, una avalancha de anuncios de perfumes y Abel Caballero presumiendo en gallego/español/inglés de los millones de luces leds de Vigo. A ese cóctel se añadirá este año otro ingrediente: polarización. Lo advertía Campofrío en su anuncio navideño, en el que busca darle la vuelta a la crispación con un mensaje que invita a “disfrutar de la vida”. Y lo confirma un estudio de More in Common que pone el termómetro en la crispación política.

“La polarización Se ha convertido en el ruido de fondo de nuestra vida pública y también en una presencia incómoda en la vida privada. En estas fechas, cuando la Navidad nos reúne alrededor de una mesa, esa tensión se nota más”, reflexiona la organización en Substack antes de deslizar un dato interesante preocupante: el año pasado uno de cada cinco españoles (20%) ya vivió una “discusión fuerte” durante las grandes citas de estos días, Nochebuena y Nochevieja.

Un porcentaje: 14%. El dato sale del ‘Atlas de la polarización en España’, un documento recién presentado por More in Common y que se ha elaborado con las respuestas de más de 2.5000 entrevistados. Todos españoles y mayores de edad. El informe debe tomarse como lo que es: un estudio, con sus fortaleces y puntos débiles, pero ayuda a entender un fenómeno que a pocos pillará por sorpresa. 

Y no solo porque la “polarización cotidiana” sea fácilmente identificable en la prensa, la televisión generalista o las redes sociales. En los últimos años varios investigadores han tocado el tema en libros como ‘Polarizados’ o ‘De votantes a hooligans’ e incluso el CIS ha captado también esa división en sus sondeos.

Si nos enfocamos en el informe de More in Common hay un indicador en concreto que ayuda a entender mejor la deriva de la sociedad española y el fantasma que se alzará estas Navidades en no pocos hogares españoles: en el último año el 14% de los entrevistados ha roto relaciones familiares o de amistad por motivos estrictamente ideológicos. No solo eso. El 25% asegura haberse sentido “atacado” o “fuertemente criticado” por expresar sus ideas.

Un problema consciente. Lo más curioso es que los españoles somos conscientes de ese hándicap. A la pregunta de “¿En qué medida cree que España está unida o dividida?” el 16% responde que ve al país más o menos cohesionado, el 19% muestra dudas y el 65% admite que aprecia una fragmentación. 

De hecho esta última opción ha ido ganando fuerza desde octubre de 2024, cuando la DANA sembró la sensación de que los españoles afrontábamos el futuro más unidos. Por esas fechas el 39% aseguraba ver armonía en el país.

¿Qué nos divide? Tampoco hay muchas dudas sobre qué hay detrás de esa fragmentación social. Cuando More in Common preguntó a sus entrevistados qué elementos están dividiendo al país se encontró con un resultado contundente. Las redes se perfilan como el factor más polarizante. El 37% de los encuestados las señalan como el factor que más contribuyen al clima de confrontación. 

Le siguen por relevancia los medios de comunicación, con un 33%. Si hablamos de actores políticos destacan (por este orden) Vox, el Gobierno, el PP y PSOE, los que más a menudo se señalan como causantes de polarización. En el polo opuesto se sitúan los jueces, la Iglesia, las ONG y la Casa Real, que cierra el ranking.

Más que Alemania o Francia. Como recuerda More in Commons lo anterior se refiere a la percepción que tenemos los españoles de nosotros mismos, con lo que sigue botando una duda… ¿Tenemos de verdad un problema de polarización? La respuesta parece ser sí. Sí al menos si nos comparamos con otros países. 

El informe muestra que en España los posicionamientos ideológicos están más dispersos que en Alemania, Francia o Italia. De hecho asegura que el nuestro es “uno de los países más polarizados de Europa occidental”. De telón de fondo, dos bloques ideológicos claramente definidos: los votantes de PSOE, Sumar o Podemos situados la izquierda y los de PP y VOX en la derecha.

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Los temas ‘bomba’. El informe aclara también qué temas tensan más el ambiente cuando se encuentran dos personas enmarcadas en diferentes bloques ideológicos: uno de izquierdas y otro de derechas. Lo más curioso es que no son los impuestos, ni la sanidad, ni la educación o el papel del Estado. Ni siquiera el cambio climático. Las cuestiones “más divisivas” son la inmigración y el modelo territorial. Otro tema en el que los votantes de Podemos o Sumar y los de Vox están considerablemente distanciados es el de la igualdad de género.

Un concepto: “Polarización afectiva”. “Hay un bloque de Vox y PP y otro que se concentra en torno a PSOE y Sumar y otros partidos. Entre los votantes de un mismo bloque los sentimientos mutuos son relativamente aceptables, pero los sentimientos hacia el otro bloque se están volviendo negativos”, explica a El País Tarek Jaziri Arjona, autor de un estudio que ahonda en otro concepto relevante: la “polarización afectiva”. Es decir, no solo las divisiones ideológicas sino cómo nos sentimos cuando nos encontramos con personas que piensan distinto. 

No es una cuestión menor si tenemos en cuenta que muchos españoles viven en ‘cámaras de resonancia’ ideológicas, entornos en los que las predominan quienes piensan de una forma parecida. El 48% de los encuestados reconocen de hecho que casi todos (14%) o la mayoría (34%) de sus amigos comparten sus ideas.

¿Todo mal, entonces? No. El informe arroja también algunas lecturas positivas. Por ejemplo, muestra que no es imposible disminuir la polarización del país. Ocurrió ya a finales de 2024, cuando los españoles se auto percibían mucho más unidos, aunque en aquella ocasión ese cambio respondiera a un episodio tan traumático como la DANA. Hoy la sociedad está más fragmentada, pero seis de cada diez personas siguen opinando que nuestras diferencias son salvables.

El estudio refleja también cierto nivel de autocrítica entre los votantes de cada partido y que hay temas en los que no cuesta identificar “puntos de encuentro”. “Sabemos que el apoyo a la inmigración legal y controlada es muy amplio y que hay una mayoría que aún ve en la inmigración más una oportunidad o necesidad que una amenaza”, señala la organización. Otros temas, como la fiscalidad o los servicios públcios, suscitan espacios de consenso más amplios. “Sí, existe una clara separación ideológica. Y aun así la convivencia cotidiana resiste”.

Pensando en la Navidad. Que el tema esté despertando interés justo ahora, en diciembre, no es casualidad. En nuestro día a día quizás nos rodeemos de amigos con ideas afines o sigamos en redes a gente que refuerza nuestra propia forma de pensar, pero en Nochebuena, Nochevieja o las cenas de empresa eso cambia: el abanico se abre, nos sentamos con gente que puede estar en otro polo ideológico. 

Todo eso además en un ambiente informal, a la mesa, entre platos y copas, con gente con la que a priori tenemos familiaridad. Una bomba de relojería.

Un pacto de silencio. El estudio muestra también que seis de cada diez entrevistados prefieren evitar ciertos temas para no discutir, una suerte de “autocensura” en aras de la buena convivencia a la mesa. Al fin y al cabo el 24% de los encuestados reconoce haber tenido “una discusión fuerte” el último año con alguien cercano por motivos ideológicos, el 20% sufrió broncas las pasadas Navidades y el 15% ha abandonado grupos de WhatsApp por política. 

“Yo no lo entiendo a él y él no me entiende a mí. Me niego a que un encuentro se me vaya de las manos, y más con nuestros hijos delante”, admite a RTVE Javier, un hombre que confiesa estar en las antípodas ideológicas de uno de sus hermanos. Resultado: un pacto: en la mesa no se habla de política.

Imagen | Taylor Heery (Unsplash)

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Ucrania ha preguntado a Rusia si paran por Navidad como en la Primera Guerra Mundial. La respuesta no ha podido ser más rusa

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La referencia inevitable cuando se habla de una pausa navideña en mitad de un conflicto es la tregua espontánea de diciembre de 1914, en los primeros meses de la Primera Guerra Mundial. En varios sectores del frente occidental, soldados británicos y alemanes abandonaron las trincheras, intercambiaron cigarrillos, cantaron villancicos e incluso jugaron al fútbol en tierra de nadie.

Ucrania lo ha recordado, pero va a estar complicado. 

La primera vez. En aquella ocasión de la Primera Guerra Mundial, la tregua no fue ordenada por los mandos ni formó parte de una negociación política: surgió desde abajo, del agotamiento humano ante una guerra que todavía no había mostrado toda su brutalidad industrial. 

Precisamente por eso nunca volvió a repetirse. Los altos mandos la consideraron peligrosa, subversiva e incompatible con una guerra moderna total. Desde entonces, la Navidad ha sido utilizada muchas veces como símbolo retórico de paz, pero casi nunca como una interrupción real de los combates.

La propuesta ucraniana. En ese contexto histórico cargado de simbolismo, Ucrania ha planteado la posibilidad de un alto el fuego durante la Navidad, una idea cuidadosamente formulada para no aparecer como una rendición encubierta. Zelenski ha hablado de una pausa concreta, especialmente vinculada a los ataques contra infraestructuras energéticas, en un momento crítico del invierno y con la población civil como principal víctima colateral. 

Al mismo tiempo, Kiev prepara un nuevo paquete de propuestas de paz respaldadas por socios europeos y canalizadas a través de Estados Unidos, con la expectativa de que Washington ofrezca garantías de seguridad de máximo nivel si Moscú rechaza el plan. Zelenski, sin embargo, se ha mostrado prudente y ha rebajado cualquier expectativa de un acuerdo rápido, asumiendo públicamente que Rusia puede optar por continuar la guerra y que, en ese caso, Ucrania pedirá más sanciones y más armas.

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Oficiales y hombres del Tren de Municiones de la 26ª División jugando al fútbol en Salónica, Grecia, el día de Navidad de 1915

La respuesta rusa. La reacción del Kremlin al “parón navideño” ha sido inmediata y tajante, casi ritual en su formulación. Dmitri Peskov ha descartado cualquier alto el fuego temporal, incluida una tregua navideña, con un argumento que Moscú repite desde hace meses: una pausa solo serviría para que Ucrania se reagrupara, se rearmara y prolongara el conflicto.

En el lenguaje oficial ruso, la palabra “tregua” se presenta como una trampa, mientras que la palabra “paz” se reserva para un escenario en el que Rusia haya alcanzado todos sus objetivos estratégicos. Según Peskov, Moscú no está dispuesto a sustituir una negociación integral (en sus propios términos) por soluciones “momentáneas y no viables”. La lógica es clara y brutal: o se acepta el marco ruso de victoria política y territorial, o la guerra continúa sin interrupciones sentimentales.

Territorio, garantías y líneas rojas. Detrás del cruce de declaraciones late el núcleo real del conflicto. Rusia exige que Ucrania renuncie a amplias zonas de su territorio, acepte límites permanentes a sus fuerzas armadas y descarte cualquier futura adhesión a la OTAN. 

Ucrania, por su parte, rechaza entregar el Donbás, incluso bajo fórmulas ambiguas como una supuesta “zona económica libre” desmilitarizada, y recuerda que ya fue traicionada una vez cuando renunció a su arsenal nuclear en 1994 a cambio de garantías de seguridad que no evitaron la invasión. Las encuestas muestran que una mayoría clara de la sociedad ucraniana se opone a retirarse del este y está dispuesta a seguir luchando, un factor interno que limita enormemente el margen político de Zelenski incluso si la presión internacional aumenta.

Navidad sin milagros. La propuesta de una pausa navideña expone, en realidad, la distancia abismal entre la guerra que evocamos en la memoria histórica y la guerra que se libra hoy. En 1914, una tregua improvisada fue posible porque los soldados aún se veían como seres humanos enfrentados por accidente. En 2025, la guerra en Ucrania es un conflicto de objetivos estratégicos, líneas rojas existenciales y cálculo frío de poder, donde cada día de pausa se mide en kilómetros de frente, reservas de munición y ventajas operativas. 

La respuesta rusa, seca y desconfiada, no es solo “muy rusa”: es la confirmación de que, en esta guerra, la Navidad no tiene capacidad para suspender la lógica del conflicto. A diferencia de hace más de un siglo, no hay espacio para villancicos entre trincheras, solo para comunicados oficiales que recuerdan que, para Moscú, la paz no empieza con una tregua, sino con la derrota política del adversario.

Imagen | RawPixel, WikiCommons, Ariel Varges 

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La dueña de un Audi A3 fue multada tres veces por conducir sin carné. A la cuarta, el juzgado le ha quitado el coche

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¿Qué le impide a un conductor conducir sin carnet? 

Evidentemente, la ley. 

Pero bajando a un terreno puramente práctico, ¿qué impide que un conductor sin carnet de conducir vaya al garaje de casa, coja su coche, gire la llave y meta primera para ir con el coche al trabajo, dar una vuelta o salir de marcha?

Eso es lo que ha pasado en Vigo donde la Justicia solo ha encontrado la salida para una mujer: quitarla su Audi. La Audiencia Provincial, cansada de ponerle sanciones en las que se le recalcaba que tenía prohibido conducir, ha decidido decomisar su Audi para evitar males mayores. 

Para entonces las condenas habían tenido un “nulo efecto disuasorio”, en palabras recogidas en la sentencia. 

O me lo das o te lo quito

No hay muchas infracciones por las que nos puedan retener el coche. Tampoco hay muchas por las que nos puedan retirar el carnet de conducir. Seguro que ya has dado con una de ellas. Bingo. Un positivo en alcohol o drogas deja, por el momento, el coche inmovilizado y dependiendo de la gravedad del positivo puede dejarnos sin carnet de conducir. 

En los casos que se inmoviliza el coche, bien puede hacerse cargo un pasajero que no dé positivo en el control de alcoholemia o bien puede acudir un familiar o un amigo a por él, siempre y cuando el coche inmovilizado no esté entorpeciendo la conducción. Si no se dan ninguno de estos dos casos, la grúa acude y lo lleva al depósito municipal. 

Al día siguiente, el coche puede ser retirado. Por una persona que tenga carnet de conducir, por supuesto. Pero, como decíamos, ¿qué impide realmente a una persona volver a coger su coche cuando llega al garaje de casa?

Los límites los ha encontrado la vecina de Vigo que protagoniza una historia recogida por La Voz de Galicia. La Audiencia Provincial ha terminado por decomisar su Audi para impedir que volviera a conducir sin carnet y de paso ha dado respuesta a la pregunta de cuántas veces son demasiadas veces. 

Explican en el medio gallego que el pasado 15 de marzo del 2025 fue sorprendida conduciendo sin carnet de conducir en regla porque anteriormente le habían retirado todos los puntos. 

Tomando las riendas del caso, el Juzgado de lo Penal sentenció una condena de de seis meses y un día de cárcel por un delito contra la seguridad del tráfico. Pero aplicó una decisión menos habitual: le decomisó su Audi A3

El motivo es que la condenada era la cuarta vez que se enfrentaba a la justicia por hechos parecidos. Hasta el punto que la jueza encargada señalaba que en su historial figuran otras tres condenas similares en apenas 11 meses. En esas tres ocasiones anteriores se multó a la conductora por circular sin carnet de conducir. En la tercera, además de la sanción económica, se le impusieron 60 días de trabajo en beneficio de la comunidad. 

En la cuarta ocasión perdió el Audi A3 con el que conducía. 

Escuchado el veredicto, la acusada recurrió a la Audiencia de Pontevedra,, alegando que las tres condenas anteriores por el mismo motivo (conducir sin carnet) no son suficientes para aplicarle el agravante de multirreincidencia. Además, solicitaba que le aplicaran un atenuante por drogadicción y pedía que le devolvieran el coche porque consideraba que la medida era desproporcionada e injustificada. 

Por su parte, la Audiencia de Pontevedra ha confirmado que el decomiso del vehículo fue una medida correcta porque las tres condenas anteriores habían tenido un “nulo efecto disuasorio”. Además, recalca que el propio coche era un “instrumento potencialmente peligroso” ya que a la conductora se la había detectado conduciendo sin luces por la noche o bajo los efectos de las drogas. 

Foto | Audi y DGT

En Xataka | En 1896 un hombre decidió conducir a la temeraria velocidad de 13 km/h. Y recibió la primera multa de la historia

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Noviembre ha sido un mes negro para las consolas. Ya no compiten entre ellas, sino contra TikTok

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Noviembre de 2025 es un mes que muchos amantes de los videojuegos hemos “celebrado” como el vigésimo aniversario de Xbox 360. Pura nostalgia, porque más allá del recuerdo, noviembre de 2025 será recordado por Sony, Nintendo y Microsoft como un mes negro. ¿El motivo? Es el peor noviembre para la venta de consolas desde, precisamente, noviembre de 2005.

En el reciente informe de Circana podemos ver una cifra muy llamativa: 27%. Eso es lo que ha caído el gasto de los consumidores estadounidenses -el mayor mercado para los videojuegos- durante noviembre de este año respecto al noviembre de 2024. Otro dato: con 1,6 millones de consolas vendidas ese mes, es el peor noviembre desde 1995, año de lanzamiento de PlayStation.

Es relevante porque hace un año se estrenó PS5 Pro y este mes de mayo Nintendo Switch 2, pero los altos precios tanto de las máquinas como de los videojuegos, que han experimentado un subidón estos últimos meses, no han sido capaces de convencer a los jugadores. Ni siquiera en el Black Friday.

Y puede que la clave aquí no sea que se lanzan miles de videojuegos cada mes o el propio precio de la consola. Puede que la clave sea que la guerra de las consolas ha acabado y ha empezado una muy distinta: la guerra de la atención.

¿Guerra de consolas? Guerra de la atención

En Xataka hemos tratado el tema en más de una ocasión. Tenemos rota la capacidad de enfocarnos en una tarea debido a la enorme cantidad de estímulos a los que estamos sometidos. Todo compite por nuestra atención.

Matt Booty, uno de los pesos pesados de Xbox, dijo hace unos meses que la competencia de Xbox no era PlayStation. Tampoco Nintendo. La competencia era TikTok. No fue un desliz, ya que Satya Nadella, jefazo absoluto de la compañía estadounidense, también afirmó que “la competencia de los videojuegos no son otros videojuegos, sino el vídeo en formato corto”.

Lo interesante es que no es una afirmación descabellada. A Netflix, sobre todo a raíz de la última temporada de ‘Stranger Things’, se le está acusando de producir series vacías para que la gente las tenga de fondo porque dan por hecho que van a estar consumiendo vídeos cortos en el móvil a la vez que miran la serie.

Por eso hay diálogos breves y una larga exposición inicial al principio de la temporada para que puedas “olvidarte” de tener que seguir nada más. Estamos en un momento en el que nos pasamos el día desconcentrados, sin poder mirar el móvil cada 15 minutos como acto reflejo y donde tenemos que buscar estrategias para que la multitarea y la división de la atención no nos afecte.

Ya lo contaba Matthew Bell, uno de los analistas más influyentes del mercado del videojuego, hace unos meses en su libro ‘The State of Video Gaming 2025’. En su radiografía, apuntaba cómo la industria del videojuego ya no compite contra ella misma, sino contra un ecosistema del entretenimiento digital tremendamente fragmentado.

Nuestro tiempo es finito. Si quitamos las horas de trabajo, descanso, transporte y alimentación, tenemos poco tiempo para lo demás. En Estados Unidos, hay estudios que no se ponen de acuerdo sobre cuánto tiempo pasa un usuario de media en TikTok. Los datos varían entre los 58 minutos y los 95, pero sea el que sea, luego están YouTube, Instagram o Facebook.

Eso, además, está teniendo consecuencias cognitivas: tenemos menos capacidad de atención que la que tiene un pez. Si en 2020 la media de la capacidad de atención humana era de doce segundos, ahora es de ocho. Un pez atiende durante nueve segundos, y a un videojuego hay que prestarle atención.

¿Y la amenaza de TikTok? La IA

Hay quien está pillando esta situación al vuelo y por eso han aparecido los microdramas. En un primer momento, la fiebre de las series con episodios de un minuto se dio en China, pero está escalando.

Y es lógico que pienses: si la competencia de las consolas es TikTok, ¿quién es la competencia de TikTok? La respuesta también es fácil: la inteligencia artificial.

Esos minutos en los que los usuarios usan ChatGPT como si fuera su psicólogo, un amigo virtual o hasta una pareja, son minutos que no dedican a TikTok. Sigue siendo algo tan accesible como abrir una app, exactamente igual que en TikTok, pero quizá esperar esa respuesta de una IA que se caracteriza por ser tremendamente aduladora es más reconfortante para nuestro cerebro que el enésimo vídeo rápido creado con… IA –el slop-.

Porque sean redes sociales, plataformas de vídeo, consolas, la inteligencia artificial y hasta el metaverso -algún día, si eso-, el objetivo es el mismo: tenernos pegados a la pantalla.

Y no podemos atender a todo.

En Xataka | Una desconocida consola ha desbancado a Xbox en ventas: es solo el principio de planes más ambiciosos

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