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Comprar marisco antes de Nochebuena ahorra hasta un 40%. Un error al congelarlo te arruina la cena

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Llegan las navidades y, con ellas, el despliegue de las grandes mesas. En España, el marisco es el rey absoluto del banquete, pero su presencia este año vuelve a estar marcada por una escalada de precios “estratosférica”. Según datos de la OCU, comprar en vísperas de Nochebuena puede suponer pagar un 78% más por los percebes o un 53% más por las almejas. Ante este panorama, el congelador se convierte en el mejor aliado del ahorro, permitiendo descuentos de hasta el 40%.

Sin embargo, el ahorro puede salir caro. La ciencia y la gastronomía lanzan un aviso urgente: el problema de las intoxicaciones navideñas no suele ser el producto original, sino nuestra gestión del frío en casa.

La regla de oro: inmediatez. El error más común comienza en la puerta de casa. Según CuidatePlus, muchos consumidores cometen el fallo de dejar el marisco en la nevera “un par de días” antes de decidir congelarlo. La microbiología explica que la calidad final depende directamente del estado inicial. Hay que congelar “en cuanto se llega a casa” para frenar en seco la proliferación de microorganismos.

Además, la preparación previa es un paso que no podemos saltar. Como subrayan en la pescadería online Mariskito, es fundamental lavar bien las piezas y, sobre todo, secarlas con papel absorbente. La humedad exterior crea cristales de hielo que dañan la fibra del animal, arruinando su textura. No es solo una cuestión de sabor, sino que la congelación es la única barrera segura para neutralizar parásitos como el Anisakis.

Cada especie tiene su manual. No todo el marisco admite el mismo trato. Para evitar errores que arruinen el producto, debemos distinguir las familias:

  • Grandes Crustáceos (Centollos, bueyes de mar, nécoras): Deben congelarse siempre cocidos. El truco profesional consiste en envolverlos en un paño humedecido en el agua de su propia cocción para que no se sequen. Un detalle: deben guardarse con las patas hacia arriba para evitar que se pierda el caldo interno (“el caldo del cacho“).
  • Pequeños Crustáceos (Gambas, langostinos, cigalas): Prefieren el crudo, especialmente si se van a cocinar a la plancha. En el caso de las cigalas, aunque el crudo puede ennegrecer estéticamente la cabeza, su calidad no se altera; si se prefiere evitar esto, la cocción previa es una alternativa válida.
  • Bivalvos (Almejas, mejillones): Aquí existe un debate técnico. En las fuentes consultadas, algunas de ellas sugieren abrirlos al vapor antes para que la carne no se pegue a la concha, otros sostienen que deben ir en crudo para mantener su esencia marina intacta.
  • Los prohibidos: nunca congeles percebes ni ostras. Su textura se destruye y, en el caso de las ostras, es extremadamente difícil saber si el animal ha muerto antes del proceso, elevando el riesgo de toxicidad.

El momento donde todo se puede arruinar. Sí, estamos hablando del proceso de descongelación. La norma de oro es innegociable: siempre en la nevera, nunca a temperatura ambiente ni bajo el chorro de agua caliente.

El método más seguro es el uso de una rejilla sobre una bandeja. Esto evita que el marisco esté en contacto con el agua que suelta, lugar donde las bacterias “hacen su agosto”. Si el tiempo apremia, desde un portal de seguridad alimentaria recomienda sumergir la pieza en agua fría con sal dentro de una bolsa hermética, pero prohíben el uso del microondas porque “cocina” los bordes del marisco y arruina su textura.

¿Cómo aguantan en nuestras neveras? Según la pescadería Solo Mariscos, el congelador debe alcanzar al menos los -18ºC. En la nevera, la temperatura óptima oscila entre 0ºC y 4ºC.

Pero el frío también tiene enemigos. Desde Mariscos Carrillo advierten que el aire de la nevera reseca el producto; por ello, recomiendan cubrir el marisco con un paño húmedo. En cuanto a los tiempos, Mariscos Gallego pone fecha de caducidad al “baúl de los recuerdos”: los bivalvos no deben pasar más de 2 meses congelados y los crustáceos grandes un máximo de 3 a 4 semanas si queremos que mantengan su calidad premium.

¿Me puedo morir por una mala ingesta? Una intoxicación alimentaria no es solo un malestar estomacal. Bacterias como Salmonella, E. coli o la Vibrio pueden provocar desde deshidratación severa hasta sepsis (una respuesta mortal del sistema inmunitario). Además, existe el peligro de las toxinas; como explica el Dr. Masarat Jilani en un reportaje a The Guardian, algunas como las del Bacillus cereus (común en arroces de marisco recalentados) resisten incluso el calor de la cocción.

A esto se suma el problema sobre los metales pesados. Aunque el marisco (gambas, mejillones) suele tener niveles bajos de mercurio, debemos evitar especies grandes como el atún rojo o el pez espada en mujeres embarazadas y niños menores de 10 años.

El test de seguridad en el plato. Como consejo final, hay un consejo que es infalible: el “test del golpe“. Antes de cocinar una almeja, si está abierta y no se cierra al darle un pequeño toque, está muerta y debe ir directamente a la basura.

La Navidad es un momento para disfrutar, pero como concluye el Dr. Jilani, “la mayoría de las intoxicaciones desaparecen en días, pero la prevención es la única forma de evitar casos extremos”. Este año, que el ahorro en la cesta de la compra no sea una apuesta contra su salud. 

Imagen | Unsplash

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En 1919 los alemanes decidieron hundir toda su flota en el Mar del Norte. El acero de esos barcos terminó en el espacio

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A las 11:20 de la mañana del 21 de junio de 1919, el barco del Almirante von Reuter comenzó a hacer señas al resto de barcos alemanes que había en la bahía de Scapa Flow, en Inglaterra. Se abrieron los grifos y las tomas de agua, se destrozaron las tuberías, se desmontaron los ojos de buey: nadie notó nada. Hasta que hacia mediodía, el Friederich Der Grosse empezó a escorarse a estribor. 

Ya era tarde, la bandera alemana ondeaba en los 74 mástiles.

Scapa Flow. La imagen narra la historia de Scapa Flow, el hundimiento de la flota alemana inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial. Mientras los Aliados negociaban con Alemania los términos del Armisticio, la flota se mantenía cautiva y estacionada frente a las costas británicas. Von Reuter temía que los Aliados se repartieran los barcos, por lo que decidió hundirla al completo, al precio que fuese.

Los barcos de la marina británica que estaban de maniobras llegaron a las 14:30 y solo pudieron salvar un barco. El último en hundirse fue el crucero de batalla Hindenburg. Nueve alemanes murieron, 16 resultaron heridos, 1774 fueron detenidos. 52 barcos se hundieron el 21 de junio en Scapa Flow. Pero ya no están ahí: están en la Luna, Júpiter y más allá de la órbita de Plutón.

El acero es acero. Un tipo duro, de malas pulgas y pocas palabras. Pero en 1945 (o un poco antes), todo cambió. Al principio no nos dimos cuenta, pero rápidamente descubrimos que aunque todos los aceros son iguales, hay algunos aceros más iguales que otros. No me voy por las ramas: lo que ocurrió en el 45 fue la bomba atómica, el aparato del Demonio que nos hizo cambiar de era geológica.

El problema. Desde que las primeras bombas atómicas explotaron en la superficie de la Tierra, el aire contiene trazas de elementos radiactivos. Están ahí, disueltos en él, pero la cantidad es tan pequeña que resultan inocuos. A menos que por alguna extraña razón tengas que insuflar enormes cantidades de aire en el proceso de fabricación de algún material.

No nos sirve casi nada. Es decir, todo el acero fabricado después de la explosión de la primera bomba atómica es radioactivo. Muy poco, casi nada. Pero lo suficiente para que algunos instrumentos médicos, físicos o astronómicos no funcionen correctamente. Por ejemplo, los sistemas de monitorización de radioactividad que usan las naves espaciales.

Lo cuenta David Bodanis en “E = mc². Biografía de la más famosa ecuación del mundo“, un libro que, aunque se ha quedado algo desactualizado, sigue siendo una delicia. Es posible que hayáis escuchado la historia, pero es una buena historia.

Acero = caro. En el libro, Bodanis explica que, ante este problema, el acero no contaminado se volvió carísimo. Sobre todo, porque antes del 45 no hacíamos acero en cantidades tan industriales como ahora. Imagino a decenas de ingenieros de la NASA rebuscando en la cubertería de su familia para poder enviar máquinas fiables al espacio. Hasta que alguien se acordó de los barcos del káiser Guillermo.

La peculiaridad de Scapa Flow. Barcos hundidos hay en muchos lugares, pero no hay muchas ensenadas poco profundas con 52 barcos hundidos en sus aguas. No estaban todos, pero bastaban algunos pocos para que pudiéramos fabricar los equipos que la misión Apolo dejó en la superficie lunar, los que la sonda Galileo llevó a Júpiter y los que la sonda Pioneer está llevando aún más allá. El mal, la mar.

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cientos de toneladas de tierras raras

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Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi levantó cientos de refugios antiaéreos como marcos defensivos del Tercer Reich para proteger a la población civil y a infraestructuras críticas de los bombardeos aliados. Tras la guerra, la mayoría quedaron abandonados y pasaron por usos marginales hasta que, décadas después, uno de ellos fue reconvertido en un almacén de alta seguridad.

De la guerra a la reserva estratégica. En algún punto no revelado de Fráncfort, un búnker antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial, uno de esos colosos de hormigón que durante décadas fueron ruinas urbanas o espacios reconvertidos al ocio, ha adquirido una nueva función silenciosa y profundamente política: albergar uno de los mayores almacenes europeos de tierras raras y metales críticos. 

En pleno deterioro del comercio global y con Europa enfrentándose a una dependencia estratégica que llevaba años ignorando, este refugio subterráneo se ha transformado en un depósito de seguridad extrema para materiales sin los cuales la industria moderna simplemente no funciona.

El shock chino y la carrera. La reactivación del búnker no es casual. Desde que China endureció en abril sus restricciones a la exportación de tierras raras y metales estratégicos (en respuesta a los aranceles estadounidenses), los inventarios europeos han quedado bajo mínimos

Tradium, uno de los dos grandes importadores alemanes de estos materiales, comenzó a recomprar existencias a inversores privados y a redistribuirlas directamente a empresas europeas de sectores clave como la automoción, la electrónica, la energía o la defensa. El movimiento recuerda a una economía de guerra en cámara lenta: no se trata de especular, sino de sobrevivir a una interrupción prolongada del suministro.

Un almacén blindado. El antiguo búnker, reformado desde 2011 tras el primer gran aviso de Pekín con el embargo a Japón por las islas Senkaku, ofrece más de 2.400 metros cuadrados de almacenamiento con distintos niveles de seguridad, protegidos por muros macizos, cámaras, persianas opacas y una puerta acorazada de cuatro toneladas que da acceso a una cámara sin ventanas. 

Contaba Nikkei que en su interior se alinean cientos de bidones azules y verdes cargados de neodimio, praseodimio, disprosio o terbio (todos de origen chino) junto a metales especializados como galio, germanio, indio, antimonio, renio o hafnio. En total, unas 300 toneladas que Tradium considera el mayor stock conocido de Europa, aunque admite que pueden existir reservas aún más grandes y discretas fuera de su conocimiento.

Precios disparados. El impacto del cerrojo chino se refleja con crudeza en los precios. El disprosio ha superado los 900 dólares por kilo, más del triple que antes de las restricciones, mientras que el terbio ronda los 3.700 dólares, cerca de cuatro veces su valor previo. Ambos son esenciales para mejorar la resistencia térmica de los imanes de los motores eléctricos, lo que los convierte en piezas críticas para la industria del vehículo eléctrico. 

Sin embargo, para las empresas europeas el precio ha pasado a un segundo plano: el verdadero problema es la disponibilidad. Tras ocho meses de entregas inexistentes o mínimas, incluso un stock estratégico de medio año empieza a parecer insuficiente.

Seguridad extrema. El nivel de protección del almacén es tal que incluso en caso de robo los materiales no podrían reintegrarse en la cadena industrial sin certificación, lo que reduce su valor fuera del circuito legal. A cambio, los clientes pagan hasta un 2% anual del valor almacenado en concepto de logística, que incluye el seguro. 

Mientras tanto, la diplomacia europea trata de ganar tiempo: el ministro alemán de Exteriores, Johann Wadephul, ha viajado a Pekín para negociar algún tipo de alivio, aunque él mismo ha reconocido que no hay señales claras de que China vaya a conceder licencias generales de exportación a corto plazo.

Geopolítica enterrada. Si se quiere también, el búnker de Fráncfort es mucho más que un almacén: es un símbolo físico de hasta qué punto la geopolítica ha penetrado en las entrañas de la economía europea. Allí donde antes se protegía a civiles de los bombardeos, hoy se protege a la industria de la asfixia estratégica. 

Así, la pregunta que flota entre bidones y muros de hormigón no es cuánto costarán mañana las tierras raras, sino cuándo volverán a circular con normalidad y si Europa llegará a tiempo de construir una autonomía real antes de que el próximo corte de suministro vuelva a dejarla expuesta.

Imagen | Berlin Wanderlust

En Xataka | Alemania no sabía qué hacer con un peligroso búnker nazi en mitad de Hamburgo. La solución ha cambiado radicalmente la ciudad

En Xataka | Alemania necesita las tierras raras de China a cualquier precio. Y ese precio está siendo entregarle el futuro de su economía

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las Navidades de la gran polarización

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Si es cierto eso de que las Navidades son tiempos de paz, amor y reencuentros, algo está claro: este año esos sentimientos estarán menos presentes en las mesas españolas. Las fiestas de 2025 serán las de la polarización y el debate bronco. Lo vaticinó Campofrío con su anuncio navideño, una pieza de dos minutos y medio titulada precisamente así ‘Polarizados’, y lo confirma la organización More in Common con un estudio que pone (aún más si cabe) el dedo en la llaga. 

Las cenas Nochebuena y Nochevieja prometen ser este año territorio minado.

Turrón, polvorones… y bronca. No importa el año. Las Navidades tiene sus indispensables: lotería, turrones, una avalancha de anuncios de perfumes y Abel Caballero presumiendo en gallego/español/inglés de los millones de luces leds de Vigo. A ese cóctel se añadirá este año otro ingrediente: polarización. Lo advertía Campofrío en su anuncio navideño, en el que busca darle la vuelta a la crispación con un mensaje que invita a “disfrutar de la vida”. Y lo confirma un estudio de More in Common que pone el termómetro en la crispación política.

“La polarización Se ha convertido en el ruido de fondo de nuestra vida pública y también en una presencia incómoda en la vida privada. En estas fechas, cuando la Navidad nos reúne alrededor de una mesa, esa tensión se nota más”, reflexiona la organización en Substack antes de deslizar un dato interesante preocupante: el año pasado uno de cada cinco españoles (20%) ya vivió una “discusión fuerte” durante las grandes citas de estos días, Nochebuena y Nochevieja.

Un porcentaje: 14%. El dato sale del ‘Atlas de la polarización en España’, un documento recién presentado por More in Common y que se ha elaborado con las respuestas de más de 2.5000 entrevistados. Todos españoles y mayores de edad. El informe debe tomarse como lo que es: un estudio, con sus fortaleces y puntos débiles, pero ayuda a entender un fenómeno que a pocos pillará por sorpresa. 

Y no solo porque la “polarización cotidiana” sea fácilmente identificable en la prensa, la televisión generalista o las redes sociales. En los últimos años varios investigadores han tocado el tema en libros como ‘Polarizados’ o ‘De votantes a hooligans’ e incluso el CIS ha captado también esa división en sus sondeos.

Si nos enfocamos en el informe de More in Common hay un indicador en concreto que ayuda a entender mejor la deriva de la sociedad española y el fantasma que se alzará estas Navidades en no pocos hogares españoles: en el último año el 14% de los entrevistados ha roto relaciones familiares o de amistad por motivos estrictamente ideológicos. No solo eso. El 25% asegura haberse sentido “atacado” o “fuertemente criticado” por expresar sus ideas.

Un problema consciente. Lo más curioso es que los españoles somos conscientes de ese hándicap. A la pregunta de “¿En qué medida cree que España está unida o dividida?” el 16% responde que ve al país más o menos cohesionado, el 19% muestra dudas y el 65% admite que aprecia una fragmentación. 

De hecho esta última opción ha ido ganando fuerza desde octubre de 2024, cuando la DANA sembró la sensación de que los españoles afrontábamos el futuro más unidos. Por esas fechas el 39% aseguraba ver armonía en el país.

¿Qué nos divide? Tampoco hay muchas dudas sobre qué hay detrás de esa fragmentación social. Cuando More in Common preguntó a sus entrevistados qué elementos están dividiendo al país se encontró con un resultado contundente. Las redes se perfilan como el factor más polarizante. El 37% de los encuestados las señalan como el factor que más contribuyen al clima de confrontación. 

Le siguen por relevancia los medios de comunicación, con un 33%. Si hablamos de actores políticos destacan (por este orden) Vox, el Gobierno, el PP y PSOE, los que más a menudo se señalan como causantes de polarización. En el polo opuesto se sitúan los jueces, la Iglesia, las ONG y la Casa Real, que cierra el ranking.

Más que Alemania o Francia. Como recuerda More in Commons lo anterior se refiere a la percepción que tenemos los españoles de nosotros mismos, con lo que sigue botando una duda… ¿Tenemos de verdad un problema de polarización? La respuesta parece ser sí. Sí al menos si nos comparamos con otros países. 

El informe muestra que en España los posicionamientos ideológicos están más dispersos que en Alemania, Francia o Italia. De hecho asegura que el nuestro es “uno de los países más polarizados de Europa occidental”. De telón de fondo, dos bloques ideológicos claramente definidos: los votantes de PSOE, Sumar o Podemos situados la izquierda y los de PP y VOX en la derecha.

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Los temas ‘bomba’. El informe aclara también qué temas tensan más el ambiente cuando se encuentran dos personas enmarcadas en diferentes bloques ideológicos: uno de izquierdas y otro de derechas. Lo más curioso es que no son los impuestos, ni la sanidad, ni la educación o el papel del Estado. Ni siquiera el cambio climático. Las cuestiones “más divisivas” son la inmigración y el modelo territorial. Otro tema en el que los votantes de Podemos o Sumar y los de Vox están considerablemente distanciados es el de la igualdad de género.

Un concepto: “Polarización afectiva”. “Hay un bloque de Vox y PP y otro que se concentra en torno a PSOE y Sumar y otros partidos. Entre los votantes de un mismo bloque los sentimientos mutuos son relativamente aceptables, pero los sentimientos hacia el otro bloque se están volviendo negativos”, explica a El País Tarek Jaziri Arjona, autor de un estudio que ahonda en otro concepto relevante: la “polarización afectiva”. Es decir, no solo las divisiones ideológicas sino cómo nos sentimos cuando nos encontramos con personas que piensan distinto. 

No es una cuestión menor si tenemos en cuenta que muchos españoles viven en ‘cámaras de resonancia’ ideológicas, entornos en los que las predominan quienes piensan de una forma parecida. El 48% de los encuestados reconocen de hecho que casi todos (14%) o la mayoría (34%) de sus amigos comparten sus ideas.

¿Todo mal, entonces? No. El informe arroja también algunas lecturas positivas. Por ejemplo, muestra que no es imposible disminuir la polarización del país. Ocurrió ya a finales de 2024, cuando los españoles se auto percibían mucho más unidos, aunque en aquella ocasión ese cambio respondiera a un episodio tan traumático como la DANA. Hoy la sociedad está más fragmentada, pero seis de cada diez personas siguen opinando que nuestras diferencias son salvables.

El estudio refleja también cierto nivel de autocrítica entre los votantes de cada partido y que hay temas en los que no cuesta identificar “puntos de encuentro”. “Sabemos que el apoyo a la inmigración legal y controlada es muy amplio y que hay una mayoría que aún ve en la inmigración más una oportunidad o necesidad que una amenaza”, señala la organización. Otros temas, como la fiscalidad o los servicios públcios, suscitan espacios de consenso más amplios. “Sí, existe una clara separación ideológica. Y aun así la convivencia cotidiana resiste”.

Pensando en la Navidad. Que el tema esté despertando interés justo ahora, en diciembre, no es casualidad. En nuestro día a día quizás nos rodeemos de amigos con ideas afines o sigamos en redes a gente que refuerza nuestra propia forma de pensar, pero en Nochebuena, Nochevieja o las cenas de empresa eso cambia: el abanico se abre, nos sentamos con gente que puede estar en otro polo ideológico. 

Todo eso además en un ambiente informal, a la mesa, entre platos y copas, con gente con la que a priori tenemos familiaridad. Una bomba de relojería.

Un pacto de silencio. El estudio muestra también que seis de cada diez entrevistados prefieren evitar ciertos temas para no discutir, una suerte de “autocensura” en aras de la buena convivencia a la mesa. Al fin y al cabo el 24% de los encuestados reconoce haber tenido “una discusión fuerte” el último año con alguien cercano por motivos ideológicos, el 20% sufrió broncas las pasadas Navidades y el 15% ha abandonado grupos de WhatsApp por política. 

“Yo no lo entiendo a él y él no me entiende a mí. Me niego a que un encuentro se me vaya de las manos, y más con nuestros hijos delante”, admite a RTVE Javier, un hombre que confiesa estar en las antípodas ideológicas de uno de sus hermanos. Resultado: un pacto: en la mesa no se habla de política.

Imagen | Taylor Heery (Unsplash)

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