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Beach Boys: La última ola de Brian Wilson

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Brian Wilson, el visionario y frágil líder de The Beach Boys, falleció a los 82 años. Con su genio para la melodía, los arreglos y una autoexpresión asombrada, Wilson creó himnos veraniegos como “Good Vibrations” y “California Girls”, convirtiéndose en una de las figuras más influyentes de la historia de la música popular.

La familia del músico confirmó la noticia ayer a través de un comunicado publicado en el sitio web oficial de Wilson y en sus redes sociales. No se dieron a conocer más detalles sobre las causas del fallecimiento. Desde mayo de 2024, Wilson se encontraba bajo tutela judicial para la supervisión de sus asuntos personales y médicos, a cargo de su publicista de toda la vida, Jean Sievers, y su mánager, LeeAnn Hard.

Wilson fue el mayor y último sobreviviente de los tres hermanos que formaban el núcleo musical de The Beach Boys: él tocaba el bajo, Carl la guitarra principal y Dennis la batería. Junto a su primo Mike Love y su amigo de la infancia Al Jardine, el grupo evolucionó de ser una banda local en California a convertirse en iconos mundiales del surf, el sol y el estilo de vida californiano.

Durante la década de 1960, The Beach Boys lograron más de 30 sencillos en el Top 40 y ventas globales superiores a los 100 millones de discos. Su emblemático álbum “Pet Sounds” (1966) fue reconocido por la revista Rolling Stone como el segundo mejor disco de todos los tiempos, sólo superado por “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” de The Beatles.

En 1988, la banda fue incorporada al Salón de la Fama del Rock and Roll.

Aunque Wilson tuvo disputas con Mike Love sobre créditos de autoría, fue ampliamente admirado por sus pares.

Figuras como Paul McCartney, Elton John, Bruce Springsteen, Smokey Robinson y Carole King lo consideraban una inspiración. McCartney incluso declaró que la balada “God Only Knows” lo hacía llorar cada vez que la escuchaba.

Genio con alma atormentada

Wilson, alto, retraído y parcialmente sordo de un oído —según se dice, debido a los abusos de su padre, Murry Wilson— era tanto el anfitrión como el tímido observador de la fiesta sin fin que representaba la música de The Beach Boys. De influencias como Chuck Berry y The Four Freshmen, logró conjurar un paisaje sonoro brillante de armonías soleadas y escenas de playas, autos y romances adolescentes.

Pese a su imagen luminosa, la historia del grupo fue atravesada por dificultades: las batallas legales entre miembros, el alcoholismo de Dennis (quien murió ahogado en 1983) y las profundas luchas mentales de Brian. Su búsqueda perfeccionista lo llevó a revolucionar la producción musical, aunque también lo sumió en largos periodos de reclusión.

Nacido el 20 de junio de 1942 en Hawthorne, California, Wilson mostró aptitudes musicales desde niño, enseñando armonía vocal a sus hermanos y tocando el piano. En 1961, escribió junto a Mike Love el primer sencillo de la banda, “Surfin’ U.S.A.”, y el grupo —bautizado sin su consentimiento como The Beach Boys por la discográfica— despegó hacia la fama nacional.

Con éxitos como “Surfin’ U.S.A.”, “I Get Around”, “Help Me”, “Rhonda” y “Fun, Fun, Fun”, Wilson comenzó a tomar el control creativo del grupo. En 1964, agotado por las giras y bajo fuerte estrés, dejó de presentarse en vivo. Fue reemplazado en escena por Bruce Johnston, mientras él se enfocaba en el estudio, explorando sonidos más complejos inspirados en las producciones de Phil Spector.

Agencias

El sueño inacabado de “Smile”

La competencia amistosa con The Beatles impulsó a Wilson a crear “Pet Sounds”, una obra maestra introspectiva y experimental, que incluía canciones como “Wouldn’t It Be Nice” y “Sloop John B”. El sencillo “Good Vibrations”, lanzado después, vendió más de un millón de copias y consolidó su estatus de innovador musical.

Sin embargo, el reconocimiento no vino acompañado de éxito comercial inmediato, y Capitol Records recibió con frialdad el álbum. Mientras The Beatles respondían con “Revolver” y “Sgt. Pepper”, Wilson se abocaba a su ambicioso proyecto “Smile”, una “sinfonía adolescente a Dios” compuesta con Van Dyke Parks. El caos y la presión lo llevaron a cancelarla en 1967.

Piezas de “Smile” fueron recicladas en “Smiley Smile”, aunque con menor impacto. Wilson se sumió en el aislamiento, y los Beach Boys quedaron relegados frente a la efervescencia de los años sesenta. A pesar de ello, su obra dejó una huella indeleble en generaciones de artistas, desde The Go-Go’s hasta Animal Collective.

En los años 2000, Wilson regresó a los escenarios, reinterpretando “Pet Sounds” y completando finalmente “Smile” para una aclamada versión en vivo. Su legado como compositor, productor y artista revolucionario permanece intacto.

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Música: Una vida inquebrantable: David González inspira “Concierto para otras manos”

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En la música no existen barreras. La música es una fuerza que nos hace eclosionar y crecer, que nos deja semillas invisibles y nos suscita sentimientos no nombrados; es un diálogo sin palabras, algo más allá de nosotros. La música es crecimiento y esperanza, carece de límites, derriba nuestras fronteras personales, incluso aquellas que con tanto ahínco nos hemos creído.

Para el pianista tapatío David González Ladrón de Guevara, un talentoso músico de 27 años, ninguna adversidad lo ha detenido, y la música ha sido su esperanza y motor de vida. David vive con síndrome de Miller —una condición genética que produce discapacidad motriz y auditiva— y tiene ocho dedos, pero esto no ha sido impedimento, jamás, para que su talento en el piano lo haya llevado a escenarios internacionales.

Su vida, lucha y tenacidad llegarán este 10 de julio a los cines de México con el documental “Concierto para otras manos”, del director Ernesto González Díaz, quien también es el guionista del filme que explora el poder transformador de la música.

Lejos de centrarse en la limitación, el filme muestra cómo la creatividad, la resiliencia y el acompañamiento familiar pueden abrir caminos alternativos de expresión artística, inclusión, talento y superación. A lo largo del documental, el espectador acompaña a David en su camino hacia la música: desde su infancia, cuando experimentaba sonidos con un pequeño teclado, hasta su participación en festivales musicales diseñados para personas con discapacidad.

“Fue una experiencia muy bonita y divertida, porque la música era algo que respiraba todos los días”, comparte en entrevista con EL INFORMADOR el pianista David González, recordando cómo la música siempre estuvo presente en su vida. “Yo soy el pequeño, tengo dos hermanas mayores. Una es cantante y la otra, violinista; entonces, yo desde pequeño veía cómo todos en mi familia tocaban un instrumento o cantaban. Y también quise aprender a tocar, en especial el piano, porque mi papá tocaba el piano. Algo que siempre digo es que mi compositor favorito es mi papá. Me gusta mucho lo que compone y lo que transmite. Ahora me gusta más tocar mis propias composiciones, porque sé lo que quiero transmitir a las personas; te conectas más con lo tuyo, con algo que tú creaste. Es más fácil conectar porque sabes lo que significa cada nota, cada melodía”.

Pero David González no sólo toca el piano, y si bien la música clásica es uno de los grandes motores de su vida, hay mucho más que él mismo tiene para ofrecer y que está descubriendo. “En mis composiciones busco transmitir esperanza”, asegura. “Pero tampoco me quiero encasillar sólo en piano u orquesta, que me encanta. También tengo canciones en inglés, en español, pop, un tanto country, un tanto electrónicas. Espero grabar poco a poco e ir subiendo. Quiero seguir componiendo y dar a conocer más mi música, para inspirar, porque hay momentos bajos que todos tenemos”.

Dejar de vivir los miedos, para vivir los sueños

Luis González piensa que “Concierto para otras manos” también deja un mensaje muy poderoso para quienes no padecen ninguna discapacidad —o creen que no la padecen—, que es: ¿de qué me quejo? Espera que este documental pueda ayudar a que más personas miren este universo con ojos más abiertos, con una visión más amplia, en un país en el que ha habido avances, pero donde todavía hay mucho camino por recorrer.

David expresó su entusiasmo, nerviosismo y orgullo por el próximo estreno del documental, pues espera compartir con el público una de sus certezas más grandes de la vida, y que le sirve de lucero guía:

“Quitando nuestro enfoque de lo que no podemos hacer y enfocándonos en lo que sí podemos hacer, dejaremos de vivir nuestros miedos y comenzaremos a vivir nuestros sueños”, finaliza el pianista tapatío.

Una historia de familia, amor y música

José Luis González Moya, el padre de David, por su parte, notó desde la infancia el interés de su hijo por la música, pero en un principio no lo motivó por la “rigidez” de su propia formación musical. No obstante, pronto comprendió que la condición de su hijo no era una limitante, pues en la música nada lo es. “Yo sí noté que desde pequeño David tenía un gusto bastante marcado por la música. Pero no lo fomenté directamente; simplemente lo veía jugar con un tecladito que teníamos en casa. Era muy pequeño y la verdad es que en ese momento no me atreví a impulsarlo. Pensaba: ‘Bueno, en el piano no creo que vaya a poder hacer mucho’. Recuerdo muy bien que fue mi hermana quien comenzó a darle clases de música. Ahí empecé a notar que sí, que tenía talento, que tenía habilidad, una capacidad rítmica muy fuerte. Claro, no podía tocar arpegios o escalas de manera tradicional, pero ahí estaba. Entonces pensé: ‘Si hay otros pianistas con ciertas limitaciones que también van a tocar, quiere decir que existe música diseñada especialmente para ellos, o que ellos mismos la crean, o sus profesores’. Ahí fue cuando comenzó realmente nuestra interacción creativa”, comentó a esta casa editorial.

La idea de “Concierto para otras manos” surgió luego de que el director se enterase de la historia de David y confirmó sus intenciones al presenciar su talento en el piano. Fue un esfuerzo grande, con muchas de las grabaciones abarcando el transcurso de días completos, en un proceso que se prolongó por cinco años, pero que deja en David un gran sentimiento de satisfacción por haber aceptado la propuesta para un documental. Aprendió muchas cosas de sí mismo, al verse desde fuera. Además, el filme aborda temas como la educación musical adaptada, los retos de accesibilidad en espacios culturales y el impacto que una visión inclusiva puede tener en la sociedad.

“La película quedó padrísima. Me sigo sorprendiendo cada vez que la veo. Me gusta mucho analizar y me doy cuenta del porqué de algunas cosas, y así mejoro o agradezco. De hecho, en una de las funciones como que se me fue el ‘rollo’ de que era yo, yo hasta iba a aplaudir —dice David, entre risas—. Me envolví demasiado en el público. También ese es otro factor: que se nos olvida todo el esfuerzo y todo lo que hemos logrado, no sólo por mí, sino por la gente en el día a día, el esfuerzo que todos hacemos por estar donde estamos y soñar con llegar a donde queremos”.

José Luis González aplaude la tenacidad de su hijo. “Concierto para otras manos” es también la historia de cómo compuso una pieza especialmente para David, una obra nacida de preguntarse cómo sería la música si todos hubiesen nacido con las características físicas de David. Una música distinta, de matices únicos, un propio universo musical, un infinito de posibilidades.

“Una de las cosas más importantes que he aprendido de David es su voluntad”, dice José Luis. “Como una de sus piezas, que se llama ‘Inquebrantable’. Y es que realmente tiene una voluntad así: inquebrantable. Cuando se propone hacer algo, se empeña hasta lograrlo. Yo también he aprendido a ver el mundo desde otra perspectiva. David nos abrió la puerta al universo de la discapacidad. Y es un universo muy amplio. Cada persona con una discapacidad es distinta. Eso nos ha hecho como familia más tolerantes, más abiertos, más conscientes de que todos somos diferentes. Incluso entre las personas ‘normales’ —entre comillas— hay muchas diferencias, y necesitamos respeto y tolerancia para convivir”.

“Hubo un momento en que me hice esta pregunta: ‘Si todos hubiéramos nacido con las características físicas de David, ¿cómo sería el repertorio pianístico?’. Seguramente no sería el que conocemos hoy. Ahí empecé a pensar diferente: ‘Vamos a componer para esas posibilidades’. Y poco a poco fui diseñando piezas a la medida, como si fueran trajes hechos especialmente para él: un saco a la medida, unos pantalones a la medida. Empecé a buscar recursos, a utilizar las mismas notas, pero de otra forma, adaptadas a lo que él sí puede hacer”.

“Concierto para otras manos”

El documental tendrá funciones en Cineteca Nacional, Cineteca FICG, Cineforo, Cinemex y salas independientes en Ciudad de México, Guadalajara y otros Estados.

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Música: Una vida inquebrantable: David González inspira “Concierto para otras manos”

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En la música no existen barreras. La música es una fuerza que nos hace eclosionar y crecer, que nos deja semillas invisibles y nos suscita sentimientos no nombrados; es un diálogo sin palabras, algo más allá de nosotros. La música es crecimiento y esperanza, carece de límites, derriba nuestras fronteras personales, incluso aquellas que con tanto ahínco nos hemos creído.

Para el pianista tapatío David González Ladrón de Guevara, un talentoso músico de 27 años, ninguna adversidad lo ha detenido, y la música ha sido su esperanza y motor de vida. David vive con síndrome de Miller —una condición genética que produce discapacidad motriz y auditiva— y tiene ocho dedos, pero esto no ha sido impedimento, jamás, para que su talento en el piano lo haya llevado a escenarios internacionales.

Su vida, lucha y tenacidad llegarán este 10 de julio a los cines de México con el documental “Concierto para otras manos”, del director Ernesto González Díaz, quien también es el guionista del filme que explora el poder transformador de la música.

Lejos de centrarse en la limitación, el filme muestra cómo la creatividad, la resiliencia y el acompañamiento familiar pueden abrir caminos alternativos de expresión artística, inclusión, talento y superación. A lo largo del documental, el espectador acompaña a David en su camino hacia la música: desde su infancia, cuando experimentaba sonidos con un pequeño teclado, hasta su participación en festivales musicales diseñados para personas con discapacidad.

“Fue una experiencia muy bonita y divertida, porque la música era algo que respiraba todos los días”, comparte en entrevista con EL INFORMADOR el pianista David González, recordando cómo la música siempre estuvo presente en su vida. “Yo soy el pequeño, tengo dos hermanas mayores. Una es cantante y la otra, violinista; entonces, yo desde pequeño veía cómo todos en mi familia tocaban un instrumento o cantaban. Y también quise aprender a tocar, en especial el piano, porque mi papá tocaba el piano. Algo que siempre digo es que mi compositor favorito es mi papá. Me gusta mucho lo que compone y lo que transmite. Ahora me gusta más tocar mis propias composiciones, porque sé lo que quiero transmitir a las personas; te conectas más con lo tuyo, con algo que tú creaste. Es más fácil conectar porque sabes lo que significa cada nota, cada melodía”.

Pero David González no sólo toca el piano, y si bien la música clásica es uno de los grandes motores de su vida, hay mucho más que él mismo tiene para ofrecer y que está descubriendo. “En mis composiciones busco transmitir esperanza”, asegura. “Pero tampoco me quiero encasillar sólo en piano u orquesta, que me encanta. También tengo canciones en inglés, en español, pop, un tanto country, un tanto electrónicas. Espero grabar poco a poco e ir subiendo. Quiero seguir componiendo y dar a conocer más mi música, para inspirar, porque hay momentos bajos que todos tenemos”.

Dejar de vivir los miedos, para vivir los sueños

Luis González piensa que “Concierto para otras manos” también deja un mensaje muy poderoso para quienes no padecen ninguna discapacidad —o creen que no la padecen—, que es: ¿de qué me quejo? Espera que este documental pueda ayudar a que más personas miren este universo con ojos más abiertos, con una visión más amplia, en un país en el que ha habido avances, pero donde todavía hay mucho camino por recorrer.

David expresó su entusiasmo, nerviosismo y orgullo por el próximo estreno del documental, pues espera compartir con el público una de sus certezas más grandes de la vida, y que le sirve de lucero guía:

“Quitando nuestro enfoque de lo que no podemos hacer y enfocándonos en lo que sí podemos hacer, dejaremos de vivir nuestros miedos y comenzaremos a vivir nuestros sueños”, finaliza el pianista tapatío.

Una historia de familia, amor y música

José Luis González Moya, el padre de David, por su parte, notó desde la infancia el interés de su hijo por la música, pero en un principio no lo motivó por la “rigidez” de su propia formación musical. No obstante, pronto comprendió que la condición de su hijo no era una limitante, pues en la música nada lo es. “Yo sí noté que desde pequeño David tenía un gusto bastante marcado por la música. Pero no lo fomenté directamente; simplemente lo veía jugar con un tecladito que teníamos en casa. Era muy pequeño y la verdad es que en ese momento no me atreví a impulsarlo. Pensaba: ‘Bueno, en el piano no creo que vaya a poder hacer mucho’. Recuerdo muy bien que fue mi hermana quien comenzó a darle clases de música. Ahí empecé a notar que sí, que tenía talento, que tenía habilidad, una capacidad rítmica muy fuerte. Claro, no podía tocar arpegios o escalas de manera tradicional, pero ahí estaba. Entonces pensé: ‘Si hay otros pianistas con ciertas limitaciones que también van a tocar, quiere decir que existe música diseñada especialmente para ellos, o que ellos mismos la crean, o sus profesores’. Ahí fue cuando comenzó realmente nuestra interacción creativa”, comentó a esta casa editorial.

La idea de “Concierto para otras manos” surgió luego de que el director se enterase de la historia de David y confirmó sus intenciones al presenciar su talento en el piano. Fue un esfuerzo grande, con muchas de las grabaciones abarcando el transcurso de días completos, en un proceso que se prolongó por cinco años, pero que deja en David un gran sentimiento de satisfacción por haber aceptado la propuesta para un documental. Aprendió muchas cosas de sí mismo, al verse desde fuera. Además, el filme aborda temas como la educación musical adaptada, los retos de accesibilidad en espacios culturales y el impacto que una visión inclusiva puede tener en la sociedad.

“La película quedó padrísima. Me sigo sorprendiendo cada vez que la veo. Me gusta mucho analizar y me doy cuenta del porqué de algunas cosas, y así mejoro o agradezco. De hecho, en una de las funciones como que se me fue el ‘rollo’ de que era yo, yo hasta iba a aplaudir —dice David, entre risas—. Me envolví demasiado en el público. También ese es otro factor: que se nos olvida todo el esfuerzo y todo lo que hemos logrado, no sólo por mí, sino por la gente en el día a día, el esfuerzo que todos hacemos por estar donde estamos y soñar con llegar a donde queremos”.

José Luis González aplaude la tenacidad de su hijo. “Concierto para otras manos” es también la historia de cómo compuso una pieza especialmente para David, una obra nacida de preguntarse cómo sería la música si todos hubiesen nacido con las características físicas de David. Una música distinta, de matices únicos, un propio universo musical, un infinito de posibilidades.

“Una de las cosas más importantes que he aprendido de David es su voluntad”, dice José Luis. “Como una de sus piezas, que se llama ‘Inquebrantable’. Y es que realmente tiene una voluntad así: inquebrantable. Cuando se propone hacer algo, se empeña hasta lograrlo. Yo también he aprendido a ver el mundo desde otra perspectiva. David nos abrió la puerta al universo de la discapacidad. Y es un universo muy amplio. Cada persona con una discapacidad es distinta. Eso nos ha hecho como familia más tolerantes, más abiertos, más conscientes de que todos somos diferentes. Incluso entre las personas ‘normales’ —entre comillas— hay muchas diferencias, y necesitamos respeto y tolerancia para convivir”.

“Hubo un momento en que me hice esta pregunta: ‘Si todos hubiéramos nacido con las características físicas de David, ¿cómo sería el repertorio pianístico?’. Seguramente no sería el que conocemos hoy. Ahí empecé a pensar diferente: ‘Vamos a componer para esas posibilidades’. Y poco a poco fui diseñando piezas a la medida, como si fueran trajes hechos especialmente para él: un saco a la medida, unos pantalones a la medida. Empecé a buscar recursos, a utilizar las mismas notas, pero de otra forma, adaptadas a lo que él sí puede hacer”.

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Así fue como la hija de Ozzy Osbourne se comprometió en último concierto de Black Sabbath

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La legendaria banda de heavy metal Black Sabbath ofreció su concierto de despedida en Villa Park, Birmingham, marcando el final de una era para miles de fanáticos. La presentación, liderada por el icónico Ozzy Osbourne, contó con la participación de grandes figuras del rock y fue un emotivo homenaje a la trayectoria de la agrupación. Sin embargo, un momento inesperado fuera del escenario también captó la atención del público y la familia Osbourne.

En pleno backstage y rodeados de sus seres queridos, Kelly Osbourne fue sorprendida por su pareja, Sid Wilson (integrante de Slipknot) con una propuesta de matrimonio. El romántico gesto ocurrió poco después del final del concierto, mientras Ozzy se despedía de su audiencia. Frente a un ambiente cargado de emoción, Wilson se arrodilló y declaró su amor ante la hija del “Príncipe de las tinieblas”, iniciando así una nueva etapa en su historia juntos.

El momento fue captado en video, y en él se escucha a Wilson decir: “Kelly, sabes que te amo más que a nada en el mundo”, antes de hacer la gran pregunta. Rompiendo el silencio y con su particular sentido del humor, Ozzy interrumpió bromeando: “¡Vete al carajo, no vas a casarte con mi hija!”, lo que provocó risas entre los presentes, incluida su esposa Sharon y su hijo Jack Osbourne.

Wilson retomó rápidamente la formalidad y expresó su deseo de pasar el resto de su vida con Kelly, madre de su hijo Sidney George, nacido en 2022. La respuesta de ella fue un emotivo “sí”, sellado con un lujoso anillo de compromiso diseñado especialmente para la ocasión.

La joya, creada por la firma Mouawad, está valorada en aproximadamente 110 mil dólares. Inspirada en el apodo cariñoso de Kelly, “Honeybee”, la pieza fue elaborada en oro amarillo de 18 quilates, con diamantes blancos y amarillos, detalles en citrino y un diamante blanco redondo al centro. Según la casa joyera, el diseño refleja tanto la conexión emocional de la pareja como un trabajo artesanal excepcional.

SV

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