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Los teléfonos móviles llevan un lustro estancados en lo que a innovar se refiere. Hay una explicación

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Los móviles no innovan desde hace años. O, al menos, no demasiado. Hubo un tiempo en el que saltar de una generación a otra era una caja de sorpresas. Nuevos diseños, funciones completamente nuevas, e innovaciones algo alocadas para sorprender al público iteración tras iteración.

Desde hace unos años, el meme de Smithers y la muñeca con el sombrero nuevo se hace más realidad que nunca. El nuevo teléfono será el mismo del año pasado, con un poquito más de potencia, una cámara discretamente mejor y funciones de IA que quizá no usemos nunca. Todo esto tiene una razón de ser.

Los tiempos de innovar (casi) acabaron. Hubo un tiempo en el que los fabricantes no tenían miedo a romper los moldes para crear dispositivos diferentes. Samsung lo hizo con la pantalla curva del Galaxy Round, LG tenía un G Flex 2 autorreparable, y Xiaomi se atrevió con las cámaras emergentes desde el cuerpo con el 9T Pro.

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Hubo un tiempo en el que los fabricantes se atrevían a innovar.

Hace unos años, saltar de una generación a las siguientes suponía un salto de peso. Pasar de un Galaxy S2 a un S4 era un brutal cambio. Lo mismo sucedía entre LG G3 y el G5. Es cierto que las marcas iban dando algunos palos de ciego cambiando por completo el teléfono de una generación a otra: no había demasiada consistencia, pero sí cambios de calado.

Apple, que siempre ha ido a su ritmo, era de las pocas que seguía manteniendo diseños y avanzando especificaciones de forma discreta, si cambios disruptivos entre generaciones. En Android, cada año era una aventura.

Ser rompedor no funciona. A los más innovadores no les ha ido demasiado bien. LG acabó cerrando su división de móviles, Nokia dejó los inventos y pasó a vender móviles tradicionales y sencillos bajo el paraguas de HMD, y los principales fabricantes como Samsung, Xiaomi y Huawei empezaron a hacer iteraciones cada vez más similares entre sí.

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Por más que se oigan voces críticas contra el continuismo, el continuismo funciona. O eso dicen los datos. Si miramos a la lista de dispositivos más vendidos en el mundo encontramos que, año tras año, los iPhone y los Galaxy (tanto de gama media como los de gama alta) son los que repiten podio año tras año.

Aquellos teléfonos que, precisamente menos “innovan”, son los que más venden.

gama alta
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Un camino hacia el refinamiento. La imagen que ves arriba es un buen ejemplo: incluso cuesta distinguir el modelo del año pasado respecto al modelo nuevo. Los fabricantes han cambiado la filosofía: si algo funciona, no lo toques. Desde hace aproximadamente unos cuatro años, las mejoras entre generaciones son ligeras.

Cambios en la cámara, pequeños refinamientos en el diseño, procesador actualizado, y algunas tecnologías como WiFi, Bluetooth o USB que van cambiando de protocolo. Las grandes innovaciones de estos años han ido pasando por botones de cámara, teleobjetivos más largos y la llegada de la IA (la cual, por más que se quiera vender como un reclamo, tiene un papel muy secundario en el uso diario).

Y no es algo negativo. Los smartphones se encuentran en un punto de máxima madurez. Tanto, que cuesta pensar en cómo mejorarlos.

  • Pantallas: tenemos tanta resolución como prácticamente la de un televisor. Brillos pico altísimos, y calibraciones dignas de monitores de estudio. Los grandes saltos pasarán por implementación de pantallas mate y mejores controladores para que estos paneles sean cada vez más eficientes.
  • Baterías: 2025 ha sido el año clave para la implementación del carbono-silicio, llegando con él más capacidad en menor tamaño. Las baterías de 6.000 y 7.000mAh son una realidad, garantizando los dos días de uso completo en muchos casos. Hay aún camino por recorrer, pero el gran salto ya se ha dado.
  • Microprocesadores: a día de hoy los móviles son tan potentes que, en muchos casos, esto es un problema. No hemos alcanzado el pico de potencia, pero estamos en un punto en el que un teléfono es capaz de mover juegos triple A como si de una consola se tratase.
  • Cámaras: es uno de los puntos donde más margen de mejora hay, pero este no pasa por el hardware, sino por el software.
  • Formatos: los fabricantes quieren romper con los formatos tradicionales, y por ello apuestan por factores de forma como los plegables. Estos crecen lentamente, pero suponen apenas un 1% del total de las ventas. De nuevo, lo innovador no arrasa.

Estamos lejos del peak real. Llevamos años pensando que nos acercamos al peak smartphone, a ese punto de no retorno en el que será prácticamente imposible mejorar lo que ya tenemos. No nos falta razón en el planteamiento: los avances son cada vez menores y, para apreciarlos, es necesario ser cada vez más minucioso.

Pese a ello los avances están presentes y, aunque sean cambios menores, están ahí. Tu móvil de 2025 tiene un procesador que le permite mover las aplicaciones con mejor desempeño. La calidad de sus micrófonos es cada vez mejor, su sistema de carga rápida está lejísimos de esas 2/3 horas necesarias para cargar tu antiguo teléfono y, en definitiva, si echamos la vista 3 o 4 años atrás, los avances siguen presentes, por pequeños que parezcan.

Imagen | Xataka

En Xataka | Los mejores móviles calidad precio (2025). Sus análisis y vídeos están aquí

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va a comprar la empresa del diseñador que marcó una era en Cupertino

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Durante años, Apple fue sinónimo de audacia. Tomaba decisiones rápidas, rompía convenciones y desafiaba a toda la industria. Ahora Apple se ha convertido en una Big Tech que se mueve con mucha más cautela, pero algunos ven hoy en OpenAI un eco de aquella actitud. Ahora, en cierto modo, la firma de IA liderada por Sam Altman está conectándose aún más a las raíces de la compañía de Cupertino.

OpenAI acaba de anunciar un acuerdo para adquirir io, la startup de dispositivos cofundada por Jony Ive, en una operación valorada en casi 6.500 millones de dólares. Según Bloomberg, el acuerdo se estructura íntegramente en acciones: 5.000 millones de dólares corresponden a la compra del 77 % de la compañía, y el resto procede de una inversión anterior del 23 % que OpenAI realizó en 2024.

Un diseñador que marcó una era en Apple. Jony Ive no fue un diseñador más. Se incorporó a Apple en 1992 y, junto a Steve Jobs, ayudó a dar forma a una generación de productos icónicos: el iMac, el iPod, el iPhone, el iPad, el Apple Watch… incluso el polémico Magic Mouse con su puerto de carga en la parte inferior. Su visión estética definió el lenguaje de diseño de Apple durante décadas.

Tras dejar la compañía en 2019, Ive fundó el estudio creativo LoveFrom. Posteriormente cofundó io. El equipo de la startup reúne a más de 50 expertos en hardware, software y procesos de fabricación, muchos de los cuales han trabajado juntos durante años. Ahora pasarán a integrarse en OpenAI.

OpenAI se lanza al hardware con una visión ambiciosa. Hasta ahora, OpenAI ha sido una empresa centrada en el software. ChatGPT y sus modelos de lenguaje, como GPT-4o, son herramientas virtuales. Es decir, OpenAI no ha abordado directamente la creación de dispositivos, pero eso está cambiando.

Ive Y Altman Openai
Ive Y Altman Openai

Según una carta publicada por Altman e Ive en la web oficial de OpenAI, la colaboración entre ambas partes comenzó hace dos años, de forma discreta y motivada por “la amistad, la curiosidad y unos valores compartidos”. De esas primeras conversaciones surgieron ideas que, poco a poco, tomaron forma. El objetivo, aseguran, es crear una nueva familia de productos “que inspiren, empoderen y capaciten”.

¿Qué podemos esperar ahora? Aunque no se han compartido detalles concretos, se espera que el primer dispositivo fruto de esta unión vea la luz en 2026. En declaraciones recogidas por Bloomberg, Ive ha señalado que la tecnología de consumo lleva tiempo sin ofrecer algo realmente nuevo, y que la gente está buscando exactamente eso, cosas realmente nuevas.

El equipo de io seguirá operando desde sus oficinas en Jackson Square (San Francisco), pero ya colabora estrechamente con los ingenieros y diseñadores de OpenAI. LoveFrom, por su parte, asumirá nuevas responsabilidades en diseño y experiencia de producto tanto para el software como para los futuros dispositivos.

Un camino con obstáculos (y aprendizajes recientes). El salto de OpenAI al hardware no llega en un contexto vacío. En los últimos meses, otros proyectos de dispositivos impulsados por IA han fracasado estrepitosamente, como el Humane AI Pin o el Rabbit R1.

Cabe señalar que la operación todavía debe ser aprobada por los reguladores. A partir de ahí, empieza el desafío: demostrar que OpenAI también puede marcar un antes y un después en el terreno del hardware. “Valdrá la pena la espera”, dijo Altman al mencionado medio estadounidense.

Imágenes | OpenAI (1, 2) | Apple | Colin Davis

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los tripulantes de menos de 1,63 m necesitan ayuda con las maletas

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El Tribunal Supremo ha dictado una sentencia en la que se impone a Iberia la adopción de medidas especiales para las tripulaciones de cabina que operan los Airbus A350 que la compañía incorporó en 2018.

De acuerdo con lo publicado por Cinco Días, los maleteros de cabina tienen un sistema basculante que se eleva sobre las cabezas de los pasajeros a una altura superior a 1,80 metros. Eso hace que el personal de cabina de menor estatura no siempre alcance a cerrarlos correctamente. El Alto Tribunal lo ha dejado claro: necesitan ayuda.

Un problema de altura a bordo. El origen del problema es el sistema de cierre de los compartimentos en los que los pasajeros guardan su equipaje de cabina. Para este modelo, Airbus diseñó un sistema basculante en el que, en lugar de cerrarse hacia abajo con un portón, obliga al personal de cabina a levantar cada sección del maletero para anclarlos en el techo de la aeronave.

Tal y como se recoge en la sentencia, el problema es que esos compartimentos quedan anclados a una altura de entre 1,81 y 2,20 metros y soportan una carga de unos 45 kilos, lo que “perjudica la salud de los trabajadores” al tener que levantar su peso por encima de sus hombros.

Esta peculiaridad de los A350 hace que los tripulantes de cabina que miden menos de 1,63 metros no alcancen a cerrarlos desde el pasillo “con el cuerpo inclinado sobre los asientos de los pasajeros para poder cerrarlos”.

Esfuerzo compartido. La sentencia del Alto Tribunal da amparo a este supuesto imponiendo a Iberia “establecer medidas organizativas de cumplimiento obligatorio para los trabajadores con función de Sobrecargo a la hora de distribuir el trabajo en la aeronave que garanticen que el cierre de los maleteros con mayor riesgo ergonómico evaluado se realice por dos trabajadores o subsidiariamente bien por dos trabajadores bien por un trabajador con estatura adecuada“.

Para aquellos empleados que midan menos de 1,63 metros, el tribunal contempla “que sean ayudados por otro trabajador para los maleteros de mayor altura o los que lleven un mayor peso indicando que deben contar con la ayuda de un compañero de mayor altura para cerrar estos maleteros antes de cada vuelo”.

Además, de establecer una excepción laboral para la tripulación de cabina de menor estatura que opera en estos aviones, la sentencia obliga a la aerolínea a proporcionar unos uniformes confeccionados con tejidos más flexibles que permitan a los tripulantes mayor ergonomía en sus movimientos dada la dificultad al manipular los portaequipajes.

El problema no es nuevo. El problema de diseño de los maleteros del A350 y la normativa de riesgos laborales del personal de cabina no es nuevo. En 2022, el comité de empresa de Iberia presentó una demanda que ponía el foco en el control del peso del equipaje de mano que luego se alojaba en esos compartimentos que debían ser elevados a pulso por la tripulación de cabina.

En aquella primera sentencia, la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional ya reconocía que era necesario volver a evaluar el riesgo ergonómico para los trabajadores que suponía el nuevo equipamiento de trabajo (la aeronave). En aquel litigio, la aerolínea española reconocía un riesgo postural “moderado”. Ahora, el Tribunal Supremo confirma esa sentencia y obliga a Iberia a “adoptar una solución técnica al defecto de diseño”.

El toque de atención de la justicia. Desde el Supremo, aperciben a la operadora aérea sobre la obligación del cumplimiento de la sentencia, dado que el recurso de Iberia era “inadmisiblemente ambiguo” sosteniendo que “ya ha cumplido con ella”, mientras que los demandantes niegan que se haya tomado medida alguna para solucionar el problema de los maleteros.

El Tribunal Supremo rechaza que la respuesta de Iberia se limite a “ser reemplazada por una simple referencia documental a la responsabilidad del personal de facturación y embarque” para controlar el peso del equipaje, y señala que ese es “solo un primer paso en la actividad preventiva, pero no su conclusión definitiva” reclamando “el cumplimiento total de lo ordenado en la sentencia”.

En Xataka | Las entrañas del Airbus A350-900: el avión accidentado en Japón y del que salieron vivos sus 379 pasajeros

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Ya sabemos lo que se comía en los restaurantes de Cataluña en 1625. Y tenemos muy poco que envidiar

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Si hoy te das una vuelta por el centro de Barcelona seguramente te encontrarás pizzerías, hamburgueserías, restaurantes asiáticos, bocaterías, asadores, locales especializados en comida vegetariana o vegana y un largo (larguísimo) etcétera de negocios dispuestos a llenar tu paladar de sabores. Algunos incluso con platos regionales. Pero… ¿Y si en vez de estar en la Barcelona de 2025 estuvieses en la de 1625? ¿Qué te encontrarías en las fondas catalanas en principios del siglo XVII, cuando el cacao o la patata eran alimentos casi recién llegados de América?

Aquellos viejos “menús” quedan ya muy atrás, pero a pesar del paso de los siglos podemos hacernos una idea de cómo eran gracias a los archivos históricos.

“¿Qué hay en el menú?” La Cataluña de 2025 se parece poco a la de principios del XVII. Sus menús también. Lo sabemos gracias a la información conservada en los dietarios y cabrevaciones, documentos sobre el pago de tributos.

Hace poco el investigador historiográfico y articulista Marc Pons publicó en El Nacional un breve ensayo en el que explica precisamente qué muestran las Cabrevaciones de 1625, la liquidación anual en especies que el campesinado libre pagaba a la Orden de Sant Joan del Hospital. El documento es interesante porque nos revela qué llegaba a los mercados y qué ingredientes acababan en los fogones de los hostales.

Egbert Van Heemskerck The Younger Interior Of An Inne
Egbert Van Heemskerck The Younger Interior Of An Inne

Espóiler: ni rica ni variada. Pese a la imagen de grandes y opíparos banquetes que muestra en ocasiones Hollywood, la realidad es que la comida en las fondas de aquella Cataluña de bandoleros no era especialmente rica ni variada.

Los menús eran más bien parcos, no había demasiada diversidad y muchos de los platos que hoy nos parecen habituales eran un lujo reservado para los mejores bolsillos o ciertas épocas del año. Los postres tampoco estaban al alcance de todos los comensales y ni siquiera el vino servía para aliviar las penas: en las fondas no solían preocuparse de cómo se conservaba, con lo que era habitual que estuviese picado.

El plato estrella: la olla catalana. Como explica Pons, las Cabrevaciones de 1625 nos muestran que en los mercados los cocineros de las fondas podían encontrarse básicamente con leguminosas, tubérculos y frutos del bosque, es decir, alimentos que podían conservarse con facilidad en las despensas.

Eso incluye desde habas, garbanzos y guijas, a nabos o castañas. También vegetales sacados de la huerta, como cebollas, ajos, acelgas o calabazas. Con esos ingredientes uno de los platos que solían preparar era la olla catalana, un caldo que se espesaba con trigo y mijo.

¿Nada más? Para completar el caldo a los comensales se les servía también una tajada de tocino, una sardina, un boquerón o un arenque, dependiendo del tipo de fonda y de cuánto estuviese dispuesto a pagar el cliente. Los menús no destacaban por su diversidad, pero en los establecimientos de la región tampoco era extraño encontrarse con platos elaborados a base de nabo y col hervida, una opción popular pese a su fama de indigesta. Otras opción era el arroz hervido con tomillo.

¿Y de postre? Si eres amigo de los dulces, en las fondas catalanas de principios del siglo XVII no lo pasarías especialmente bien. No al menos que tuviesen unas cuantas monedas en tu bolsa. Los postres solían disfrutarlos los clientes más pudientes, aunque en algunos hostales podían encontrarse bizcochos con frutos del bosque o frutas sacadas del huerto particular, como manzanas, peras o melocotones.

Tampoco eran lugares para sumilleres. El plato único solía ir acompañado de una jarra de vino (más segura que el agua, que podía estar contaminada); pero en las bodegas no se preocupaban demasiado de cómo se conservaban los bocoyes, por lo que no era extraño que la bebida llegase al cliente en condiciones más que cuestionables, caliente y picada. Si no acababa de convencerte siempre podías optar por algo un poquito más fuerte y acudir a fondas con aguardiente.

Mirando más allá de 1625. No es la primera vez que los dietarios, antiguos registros de tributos o incluso libros de cocina nos permiten hacernos una idea de qué comían nuestros ancestros. ‘El Libre de Sent Soví’, por ejemplo, el recetario más antiguo de su tipo de la península ibérica y que se conserva en Valencia, nos habla de qué se servía durante los grandes banquetes de la Baja Edad Media.

Las cabrevaciones también nos han permitido echar un ojo a los menús de principios del XVIII y hace años, gracias a la colaboración de chefs, antropólogos e historiadores, incluso pudimos reproducir algunos platos de la gastronomía catalana de 1714, “una cocina de supervivencia” en la que “se comía lo que se podía”, recuerda el cocinero catalán Sergi de Meiá.

Imágenes | Wikipedia 1 y 2

En Xataka | Al fin sabemos qué comían los marineros en alta mar en el siglo XVI. Gracias al CSIC y a un galeón hundido

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