Connect with us

Actualidad

El mejor truco para hacer el café en la cafetera italiana es no hacer el café en la cafetera italiana

Published

on


La pandemia primero y el confinamiento después despertaron numerosas ansiedades latentes en millones de personas. Todo lo que antaño parecía urgente se transformó, de repente, en accesorio. Todas aquellas aficiones aspiracionales con las que fantaseábamos a cada cambio de año se hicieron accesibles, prioritarias. Tuvimos todo el tiempo del mundo para dedicarnos a ellas. Tuvimos todos los incentivos sociales y emocionales para obsesionarnos.

El café fue uno de los tantos nuevos intereses adoptados por los españoles en su momento (el pan casero, la jardinería y el cuidado de plantas, hacer deporte compulsivamente, las manualidades). Uno que ha pervivido. No hace falta preguntarse por qué: con un consumo anual de 4,5 kilos por persona, el café juega un papel fundamental en nuestro día a día. Nos acompaña en el desayuno, nos acompaña a media mañana, nos acompaña después de comer. A algunos les acompaña incluso después de cenar.

Dada su omnipresencia, parecería comprensible asumir una preocupación exquisita por sus calidades y características. Nada más lejos de la realidad.

Si por algo se ha caracterizado siempre España es por la pésima, espantosa calidad de su café. Tanto el servido en los millones de bares que se reparten a lo largo y ancho del país como el preparado el casa. Ambos tienen un denominador común: el torrefacto. La técnica, una especie de caramelizado que recubre al grano ya tostado para conservarlo mejor, surgió de la mente de un comerciante de café hace más de un siglo. En la España depauperada de la post-guerra, la prioridad no era beberse el mejor café sino conservarlo del mejor modo posible.

España no fue el único país arrasado por el torrefacto, pero sí el único donde ha pervivido con tanta insistencia. El café nos resulta barato y duradero, sí, pero a cambio también sabe a rayos: el torrefacto amarga su sabor y obliga a preparaciones muy drásticas donde lo prioritario es bebérselo rápido y dolorosamente (o con bastante leche). La imagen de un trabajador degustando su café a primera hora de la mañana como quien se toma un chupito de amoniaco es intrínsecamente española. Porque nuestra relación con el café es traumática.

La pandemia modificó nuestro orden de intereses. También cierto cambio cultural. Europa llevaba años experimentando aquello que se ha venido a bautizar como “la tercera ola” del café, un movimiento social y comercial que ha puesto a la calidad del grano en el centro de nuestra relación con el café. En miles de cafeterías hip esparcidas por el continente se comenzó a vender “café de especialidad”, es decir, café obtenido en plantaciones controladas y monovarietales, explotadas por pequeños campesinos, donde la calidad es la máxima prioridad. A cambio, sus precios son muy elevados.

Esta transición ha atravesado de raíz a la cafetera por antonomasia empleada en España: la italiana. De repente quisimos mejorar la calidad de nuestro café, pero no a cualquier precio (un paquete de café de especialidad de 250 gramos puede rondar los 15€ sin muchos problemas) ni tampoco cayendo en demasiadas complicaciones. Brotaron como la pólvora artículos y “trucos” sobre cómo mejorar el sabor de nuestro café haciendo pequeños ajustes a su preparación con la cafetera italiana. No se trataba del café, ni del instrumento, nos contamos. Simplemente no sabíamos utilizarla correctamente.

En mi opinión, hemos errado el foco por completo.

Huyendo de la cafetera italiana

Como explicó hace algunos días nuestro querido compañero Javier Jiménez, la cafetera italiana es un invento estupendo. Uno que responde a cuestiones muy específicas: a saber, cómo obtener el café de forma rápida y sencilla y sin tener demasiado en cuenta la técnica del proceso.

Hay algo de paradójico en la reciente obsesión por “los trucos” de la cafetera italiana, cuando su inventor, Alfonso Bialetti, la diseñó con la intención de facilitar y popularizar para siempre el consumo de café en los hogares. No hay nada de casual en los tiempos de su invención (1933, cuando la economía de consumo europea se precipitaba hacia su formulación definitiva) ni en los materiales (fundamentalmente aluminio). La cafetera italiana es una hija pluscuamperfecta de la Era de las Revoluciones (industriales) y de la transformación de una economía local y artesana en una nacional e industrial.

En ese sentido, obsesionarnos con los pequeños trucos que pudieran ayudarnos a perfeccionar el sabor de nuestro café tiene algo de contradictorio. Su funcionamiento es el más sencillo posible porque está pensado para ser lo más universal y masivo posible. Un pequeño recipiente calienta una cantidad fija de agua (de los 50 ml en adelante), sube por un embudo cargado de café, supera un filtro,y brota por una pequeña fuente hacia su depósito final. El agua, filtrada intensamente por la molienda, se transforma en café.

Y listo. Uno incluso puede despistarse unos minutos mientras el proceso se cumplimenta.


café italiana
café italiana

(Ashkan Forouzani/Unsplash)

Los problemas asociados a este procedimiento son variados. El fundamental es físico-químico, por así decirlo. Para funcionar correctamente la cafetera italiana obliga a extraer el café a altísimas temperaturas, lo que resulta, por norma general, en sabores amargos. No podemos controlar ni los tiempos de extracción ni la temperatura del agua ni la relación café/agua ni el grado de molienda (extremadamente fino, de otro modo el café no se infusiona de forma eficiente) ni muchos otras variables que convierten a la preparación de café en un arte antes que en un tosco proceso industrial.

Porque el café es un arte. Una de las cosas que más me sorprendieron del primer tallé sobre café al que acudí (impartido por Hidden Coffee Roasters) fue la idea de su preparación como “cocina”. No estamos “haciendo” café, estamos “cocinando” café del mismo modo que cocinaríamos un filete o un manojo de verduras. Y en la cocina el 50% del resultado final depende de la técnica y de las habilidades del cocinero. Del mismo modo que abrasar un filete no es el mejor camino para extraer sus mayores virtudes gastronómicas, la cafetera italiana, si bien simple, si bien fácil, si bien barata, no es el camino más rápido hacia un buen café. Es el camino más rápido hacia un café.

En mi experiencia como aficionado al café en sus distintas variantes y métodos de preparación, la italiana es sinónimo de monotonía. De aburrimiento en el peor de los casos. Un sistema efectivo pero rígido que deja pocas oportunidades a la imaginación o a la aventura; un sabor fuerte y reconocible, pero carente de matices en la mayor parte de los casos.

Behold! I bring you the Aeropress

Siempre que alguien me pregunta cómo puede mejorar la calidad de sus tazas de café mi respuestas es invariable: comprando buen café. Invirtiendo algo más de dinero en el producto sobre el que pivota todo lo demás (herramientas, técnicas de preparación, cultura). No hace falta recurrir a muy buenos (pero muy caros) tostaderos de especialidad como Puchero, Hola, San Agustín o Nomad. Es posible optar por marcas italianas masivas como Lavazza, Illy o Segafredo (cada vez más presentes en los supermercados) para dar un salto de calidad notable respecto al clásico café-marca-blanca-torrefactado.


Photo 1602198905247 E87f4887758b
Photo 1602198905247 E87f4887758b

(Conor Brown/Unsplash)

Segundo paso: si de verdad te preocupa la frescura del café, compra un molinillo. Del mismo modo que uno no esperaría comerse una nuez igual de fresca y sabrosa cuarenta días después de ser cascada, el café conserva mejor sus propiedades inmediatamente después de ser molido. Al romperse, el grano libera sabores y aromas que se pierden con el proceso de envasado y con el paso de los días. Hay molinillos de todo tipo (los mejores son los cerámicos, manuales) pero podemos conformarnos con algunos de menos de 30€ disponibles en Amazon.

Llegados a este punto es posible que nadie quiera avanzar más en su relación con el café. Totalmente comprensible. Podemos obsesionarnos con un número finito de cosas en esta vida. Pero si queremos dar el salto al siguiente nivel, el tercer paso consistiría en aparcar la cafetera italiana.

¿Y sustituirla con qué? Si nos gusta el clásico espresso italiano, un café concentrado y cargado de intensidad, necesitaremos un elevado presupuesto. Marcas como La Marzocco o Rocket Espresso comercializan auténticas virguerías del diseño industrial con las que es posible replicar las tazas de los mejores baristas. Son por lo general muy caras. Las hay más pequeñas y de marcas de todo tipo, comercializadas en ocasiones por Lidl y otros minoritas caracterizados por su buen precio. Raro será encontrarlas por menos de 100€ (aunque alguna hay).

Hay una tercera vía, y pasa por el café de filtro. Tanto en España como en Estados Unidos las palabras “café de filtro” están asociadas a un café aguoso y de sabor plano, difícilmente compatible con el estándar de placer al que deseamos conducirnos. Es este el café de oficina, una enorme y aparatosa máquina que deposita el café por goteo en una jarrita transparente. Por lo general hablamos de preparaciones pensadas para consumirse a lo largo de todo un día (de ahí los volúmenes: muchísima agua, muchísimo café) y que, en ocasiones recalentado, conduce a espantos nuevos.


aeropresss
aeropresss

(Alex Chernenko/Unsplash)

Por fortuna, esta imagen no se corresponde con la auténtica realidad del café de filtro, del mismo modo que el señor aterrorizado cada mañana por el café negrísimo de los bares españoles tampoco se corresponde con la realidad del espresso. El filtro es quizá la preparación que más libertad creativa nos permite y que más sabores, aromas y notas de cata desbloquea. Adaptarse a él lleva un tiempo; una vez dentro de su universo, es imposible escapar.

Su oferta de cafeteras es amplia: desde el renacimiento de las Melitta (las denostadas cafeteras de oficina) hasta la sofisticación de las V60, pasando por las prensas francesas. La inversión aquí suele ser menor que en las cafeteras de presión y vapor (se pueden encontrar Chemex por 45€), lo que las hace más accesibles. En todas ellas, sin excepción, la preparación es manual, lo que permite un alto grado de personalización. Nosotros decidimos cuántos gramos de café utilizamos; cómo de fino o grueso lo molemos; cuánta agua utilizamos para infusionar el café; a qué temperatura lo infusionamos; o durante cuánto tiempo lo cocinamos y extraemos.

Exceptuando la Melitta, poseo y doy uso regularmente a todas ellas. Pero a ninguna con tanta frecuencia como a la Aeropress.

Inventada en 2005 por un obsesivo ingeniero estadounidense, la Aeropress combina a un tiempo la practicidad de la cafetera italiana y la infinidad de posibilidades de las cafeteras de filtro. Su funcionamiento es sencillísimo: molemos el café a nuestro gusto, lo introducimos en un recipiente cilíndrico previamente sellado con una tapa de rejilla y un filtro, y vertemos el agua a la temperatura deseada para que se infusione. Acto seguido, introducimos un émbolo en el cilindro, empujamos hacia abajo y extraemos el café.


Aeropress
Aeropress

(Ben Moreland/Unsplash)

La gracia del invento es el vacío que se genera cuando el émbolo se acopla al cilindro de plástico. En esencia, estamos ejerciendo una presión que permite extraer el café rápidamente y en excelentes condiciones. La mezcla de un mecanismo rápido y de las bondades naturales del filtro depara, sin excepción, tazas riquísimas donde explotamos todas y cada una de las virtudes del grano que hayamos elegido. También los defectos, y de ahí la importancia del producto.

Desde su llegada al mercado internacional, la Aeropress se ha convertido en una de las cafeteras más populares entre los aficionados la café. Su precio es bastante asequible (unos 35€), apenas ocupa espacio y se puede transportar con facilidad. Su listado de recetas es casi infinito (puedes consultar algunas aquí): desde preparaciones extremadamente concentradas (mucho café, poca agua) similares al espresso hasta otras más equilibradas, pasando por diferentes tiempos de extracción e infusionado. No hace falta medir y pesar cada gramo de café o agua. Es, en el fondo, una cafetera muy intuitiva.

Por supuesto, nada de esto tiene sentido sin un producto que lo acompañe. En lo personal, recurro de forma diaria a Boconó (unos 26€ el kilo; café de especialidad), pero hay muchas otras opciones de igual calidad (y similar precio o superior).

¿Significa eso que he dado por muerta a la cafetera italiana? En absoluto. Sigue cumpliendo su rol, aunque más disminuido. No tiendo a recomendar el cambio de cafetera cuando alguien sólo quiere mejorar marginalmente la calidad de sus cafés diarios: la italiana es, como ya he dicho más arriba, un invento estupendo. Uno que cubre las necesidades de la mayoría de sus consumidores. Y uno que, en sus “trucos”, introduce cierta rutina conductual que permite preocuparse más por el café (mejorando su sabor en el proceso).

Sin embargo, mi recelo principal parte de aquí: la obsesión viral por sus “trucos” (la tapa levantada, hervir el agua antes de colocarla en el fuego, etcétera, etcétera) no son más que trampantojos. De nada sirve recurrir a ellos si la cafetera no está debidamente mantenida o limpia o si nuestro café es de marca blanca de supermercado. Al igual que el dedo y la luna, preocuparse por estas pequeñeces, que tienen un impacto objetivamente marginal en el resultado final, desvía el foco de atención hacia lo que sí importa en el café.

El propio café.

El salto hacia métodos de cocinar el café más complejos tiene el mismo resultado que las trampas conductuales a las que nos sometemos cuando dejamos la tapa de la italiana abierta: preocuparnos por el proceso. Dotar de importancia a la taza de café. La diferencia es la escala de los cambios y el infinito mundo de posibilidades al que habilitan. Por eso, mi recomendación honesta para explorar el café es, primero, alejarse de las limitaciones que impone la italiana. Siempre habrá tiempo de regresar a ella.

Imagen | Perry Merrity II

En Xataka | En los 70 Alemania Oriental tenía escasez de café. Así que convirtió a Vietnam en una potencia industrial del café

En Xataka | Qué dice la ciencia sobre el gran debate de la cafetera italiana: si es mejor levantar la tapa o no

*Una versión anterior de este artículo se publicó en febrero de 2023

ues de anuncios individuales.

Source link

Continue Reading

Actualidad

así es la presa de Almendra

Published

on


España tiene 1.226 presas por su geografía. O las tuvo, ya que estos últimos 20 años se han demolido más 100. El objetivo es que los ríos vuelvan a sus cauces y lo cierto es que la mayoría de presas derribadas eran pequeñas, no cumplían con sus funciones y no estaban en funcionamiento. De las que siguen en pie, la más imponente está entre Salamanca y Zamora.

Se trata de la presa de Almendra, un gigante de hormigón que no sólo es la presa más alta de España, sino una inteligente batería eléctrica.

Mole de hormigón. Ubicada en el río Tormes en Salamanca, la de Almendra es una colosal muralla de 202 metros de alto y 567 metros de largo. Su construcción se realizó entre 1964 y 1970 y fue necesario realizar una excavación a la altura: 1,5 millones de metros cúbicos para albergar tanto la construcción como las 8.650 hectáreas que quedarían cubiertas por agua.

Se estima que se utilizaron más de 2.400.000 metros cúbicos de hormigón para su construcción, siendo una de las obras más faraónicas del país, y con un coste que es complicado determinar. Entre 4.000 millones de pesetas y 10.000 millones, según los periódicos de la época, lo que ajustado a la inflación sería entre 312 y 780 millones de euros.

Una pajita en el Duero. La presa es de tipo bóveda con doble curvatura y dos diques laterales que, si los incluimos en las dimensiones del “muro”, suman una longitud de 3,5 kilómetros. Pero una presa es mucho más que lo que se ve a simple vista, y algo fundamental en la de Almendra es el tubo que conecta con el Duero y con la central hidroeléctrica.

Se trata de una galería de presión con una longitud de 15 kilómetros y un diámetro de 7,5 metros que fue excavada en la roca y revestida por más hormigón. Hacia el final, se divide en dos galerías de cinco metros de diámetro y, cada una, en otras dos de 2,8 metros para aumentar la presión del agua. Esta galería salva un desnivel de 30 metros y es la que lleva el agua desde el embalse a las turbinas de su central hidroeléctrica asociada, la de Villarino.

Cada grupo contiene seis turbinas Francis R que funcionan de un modo doble: giran para producir electricidad, pero también pueden hacerlo al contrario para bombear agua. Pueden mover 232.000 litros por segundo y es clave para la retroalimentación con otro gran embalse cercano: el de Aldeadávila en el Duero. Así, el de Almendra es como una gran reserva para contener el Duero en sus crecidas, pero también lo abastece en épocas de más sequía.

presa de almendra
presa de almendra

Liderando el TOP-10 europeo. Para poner en contexto su importancia, aunque comparado con el resto de presas españolas, la de Almendra es colosal, si ponemos el ojo en Europa… no lo es tanto. Suiza se lleva la palma en este sentido, con presas como la Grande Dixence de 285 metros de altura. Georgia tiene la de Unguri con 271 metros de altura, pero más allá de ese par y de otras dos presas suizas (Mauvoisin y Luzzone), el resto de la lista de las más altas está protagonizada por presas españolas.

La de Almendra es la quinta a nivel europeo y le sigue la de Canales con 156 metros, la de Canelles con 151 metros, la de As Portas con sus 141 metros, la de Aldeadávila con 139 metros y la de Barasona con una altura de 133 metros.

Un océano. Aunque es enorme, su capacidad no es la mayor del país. Ni se acerca. Su embalse cuenta con una capacidad de más de 2.600 hectómetros cúbicos, lejos de los 3.162 h3 de la presa de Alcántara en Cáceres o los 3.220 h3 de la presa de La Serena en Badajoz, que es no sólo el embalse más grande de España, sino el tercero más grande de Europa.

Y, como otros embalses, el de Almendra permite el desarrollo de actividades recreativas, con rutas de senderismo o actividades marítimas como expediciones en kayak. Pero es evidente que el papel más importante de la represa en la actualidad no es crear un océano en mitad de Castilla y León, sino generar electricidad.

Presa de Almendra
Presa de Almendra

Producción no tan llamativa. Las enormes turbinas que describíamos hace unas líneas permiten que la potencia instalada de la central sea de 810 MW, lo que implica una producción anual de más de 1.300 GWh. Es una de las presas que ayudan a que Castilla y León sea una de las comunidades con más potencia instalada en energías renovables, pero los años no pasan en vano y hay presas que son mucho más llamativas que las de Almendra en este ámbito.

Con una potencia instalada de 1.720 MW, la de Cortes-La Muela en Valencia tiene una producción anual de más de 1.600 GWh. La de José María Oriol-Alcántara II en Cáceres cuenta con 915 MW y una producción de 1.750 GWh y la de Aldeadávila en Salamanca, con una potencia instalada de 1.139 MW, tiene una producción estimada de 2.400 GWh anuales.

Y ya hay proyectos Como Conso II en Ourense con una potencia de 1.800 MW que permitirá generar hasta 4.000 GWh anuales o la planeada de Llumaigua en Tarragona que tendrá la friolera de 3.124 MW con producciones de entre 4.160 GWh y 7.000 GWh, algo que aún está en el aire.

Impacto demográfico. Pero claro, al lado de los ríos suele haber pueblos y, con 8.500 hectáreas de superficie, es evidente que el embalse se llevó alguno por delante. El inicio de la construcción fue una burbuja económica para Villarino de los Aires y Almendra. Se construyeron poblados para albergar a los trabajadores y el pico de población debido a ello fue evidente. En 1970, Almendra tenía 807 habitantes censados, Villarino contó con 2.130 censados. Ambas localidades venían de décadas de despoblación paulatina, por lo que la presa supuso un repunte demográfico inusual.

En 2024, Almendra contaba con 130 habitantes y Villarino de los Aires con 739, y en los dos casos, justo después de completar la obra, la población alcanzó el nivel previo a la misma, que además ha ido disminuyendo agravado con la despoblación rural de estos últimos años. Y a esa pérdida de población en la zona, hay que sumar los 400 habitantes de la localidad de Argusino que fue engullida por el embalse.

Hoy, la presa de Almendra sólo ostenta el honor de ser la más alta del país, pero aunque su producción no es la mayor, por el trabajo controlando el Duero y lo que aporta a la generación hidráulica en Castilla y León, esta colosal obra con medio siglo a sus espaldas sigue siendo relevante.

Imágenes | airpicimagen, Piutus from Salamanca

En Xataka | España tiene un problema enorme con el agua de sus embalses, pero uno aún más grande con sus acuíferos

ues de anuncios individuales.

Source link

Continue Reading

Actualidad

acabó viendo cómo lo desguazaban

Published

on


Hay historias que comienzan con un golpe de suerte y terminan con un nudo en la garganta. La de Chris Willson arrancó en California en 2008, cuando, navegando por laCraigslist, se encontró con un anuncio insólito: un crucero alemán de los años 50, abandonado en un puerto del delta del río Sacramento, estaba en venta.

Willson, un emprendedor estadounidense dedicado a la tecnología, acudió allí simplemente por curiosidad. Se encontró con un buque deteriorado, pero con mucho encanto. Sin darle muchas vueltas, decidió comprarlo.

Un transatlántico histórico rebautizado al amanecer

Pero aquel no era un barco cualquiera. Había sido construido en 1955 en Hamburgo por el astillero Blohm & Voss y bautizado originalmente como Wappen von Hamburg, convirtiéndose en el primer gran transatlántico alemán tras la Segunda Guerra Mundial. Con unos 89 metros de eslora y 85 camarotes, en sus mejores tiempos cruzó el Atlántico varias veces. Además, apareció como la sede de ‘Spectre en Desde Rusia con amor’, una de las películas de James Bond, y sirvió de inspiración para una serie llamada ‘Vacaciones en el mar’.

La primera noche que Willson pasó a bordo estuvo rodeado de basura y caos. Pero en su primer amanecer en el barco decidió bautizarlo como Aurora. Desde ese momento empezó a entregar su vida al proyecto.

Se mudó a vivir al barco, reunió a un grupo de voluntarios y empezó una restauración artesanal que duraría más de quince años. El objetivo era claro: convertirlo en un museo flotante. Financió el proyecto con recursos propios, trabajos esporádicos como consultor y, más tarde, gracias a donaciones y a una comunidad que creció alrededor de su canal de YouTube.

Barco4
Barco4

Pero no todo fue tan bien. El Aurora cambió varias veces de ubicación y terminó atracado en una zona conocida como Herman & Helen’s Marina. Allí las autoridades locales comenzaron a percibirlo como un riesgo ambiental, especialmente tras el hundimiento cercano de otro buque militar. Las notificaciones de desalojo se sucedieron, y la última fue la definitiva: para evitar el colapso, Willson debía afrontar obras cuyo coste ascendía a una cifra millonaria.

Superado por la presión institucional y sin fondos suficientes, Willson decidió vender el barco en octubre de 2023. El comprador, cuya identidad no trascendió, prometió continuar el proyecto. Pero aquello sería el principio del fin.

El hundimiento del proyecto de su vida

Solo siete meses después de la venta, el Aurora empezó a hundirse. Las autoridades del condado de San Joaquín descubrieron una vía de agua en el casco y una fuga de diésel que les obligó a intervenir con urgencia. Aunque el barco fue reflotado, ya no volvió a navegar.

Barco
Barco

En diciembre de 2024, tras un complejo operativo que involucró a varias agencias y especialistas, fue remolcado sin capacidad de navegación hasta Mare Island, al norte de California. Allí comenzó su destrucción. Las grúas desguazaron la estructura de acero pieza por pieza, hasta hacerla desaparecer. En abril de 2025, del Aurora no quedaba nada.

Desde la distancia, Willson contempló impotente todo el proceso. “Es probablemente una de las cosas más tristes que he tenido que presenciar en esta vida”, declaró en una entrevista a CNN Travel. “Es duro ver cómo quince años de trabajo se pierden por completo”.

Barco3
Barco3

Aunque ya no tenía vínculo legal con el barco, el desenlace le afectó profundamente. El emprendedor cuenta que mantuvo al barco a salvo durante quince años, alcanzó a mostrar su historia al mundo, pero nunca pudo disfrutarlo navegando como alguna vez había soñado. Durante todo ese tiempo, Willson calcula que invirtió “más de un millón de dólares” de su bolsillo.

La ciudad de Stockton asumió parte del control de las operaciones, aunque aún no ha revelado el coste final del desguace. Todo apunta a que la factura será millonaria. De acuerdo al historiador naval Peter Knego, que documentó el proceso, los costes podrían situarse entre los 10 y los 20 millones de dólares. Las autoridades ya han anunciado investigaciones para determinar quién permitió que el barco llegara a ese estado, y no descartan emprender acciones legales para recuperar los gastos.

Mientras tanto, la parte emocional del proyecto sigue viva. En la página oficial del Aurora Restoration Project, seguidores y voluntarios comparten recuerdos de sus visitas al barco.

Imágenes | Peter Knego/MidShipCinema | Chris Willson/Aurora Restoration Project

En Xataka | 40 millones de dólares, un superyate y cuatro pasaportes de regalo: el feliz desenlace del Alfa Nero que casi arruina a una isla

ues de anuncios individuales.

Source link

Continue Reading

Actualidad

“Who says you’re not perfect?”: Selena Gómez será galardonada como mujer del año por Billboard

Published

on


Escrito en ENTRETENIMIENTO el

EFE. La cantante y actriz Selena Gómez recibirá el premio Mujer del Año 2025 en la celebración anual Mujeres Latinas en la Música de Billboard, según anunciaron los organizadores del evento.

El reconocimiento Mujer del Año, que será entregado en Miami, se otorga a una artista femenina que ha demostrado un éxito excepcional, liderazgo e influencia cultural en la industria musical y más allá.

Shakira y Karol G se encuentran entre las latinas que han recibido el premio.

La artista, nacida en Texas, de padre mexicano y madre estadounidense, ha tenido presencia en todos los géneros en las listas de Billboard, incluyendo un total de 42 entradas en el Billboard Hot 100.

En la lista Hot Latin Songs se destaca su tema “Taki Taki” de DJ Snake, junto a Ozuna y Cardi B, que debutó en el número uno en octubre de 2018, donde se mantuvo en el primer lugar durante 13 semanas, destacó la revista en una nota de prensa.

Con apenas 32 años, Gómez ha tenido una fructífera carrera tanto en la música como en la actuación. En la edición 97 de los Óscar fue invitada a presentar uno de los premios.

Gómez hizo parte del musical “Emilia Pérez”, del director francés Jacques Audiard. Inició su carrera a los 10 años y adquirió popularidad con la serie “Los Hechiceros de Waverly Place”, donde interpretó varios de los temas musicales. 

ues de anuncios individuales.

Source link

Continue Reading

Trending