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Además de oro y tierras raras China tiene un as en la manga para levantar su economía: cáscaras de naranja viejas
Sabíamos que a la nación china no le estaba yendo nada mal con la “fiebre del oro” del siglo XXI, algo parecido en términos a la fiebre minera desatada en California a mediados del XIX, pero sin el deslumbrante elemento tan preciado y marcada por las tierras raras. Con todo, si de lo que se trata es de “oro puro”, tampoco iban mal surtidos después de dar con uno de los mayores depósitos de oro gigante. De hecho, China cuenta con “oro” incluso en los árboles.
El oro de Xinhui. Este enclave, un distrito aparentemente ordinario en la ciudad de Jiangmen, provincia de Guangdong, se ha convertido de un tiempo a esta parte en el epicentro de una lucrativa industria basada en algo que a priori no debería tener gran valor: las cáscaras de mandarina envejecidas, conocidas allí como chenpi, y cuya producción y comercio han transformado la economía local.
De fondo: unas cáscaras valoradas por sus propiedades medicinales y culinarias, un elemento que puede alcanzar precios astronómicos, llegando a venderse por 9.650 dólares alrededor de 500 gramos, lo que refleja su estatus como un bien preciado tanto en la medicina tradicional china como en la gastronomía de lujo para las élites.
Orígenes históricos y beneficios. Contaba la semana pasada en un amplio reportaje la CNN que el uso del chenpi en la medicina tradicional china se remonta a la dinastía Song (1127-1279), con registros que destacan sus propiedades para fortalecer el bazo, mejorar la digestión y beneficiar el sistema respiratorio. En ese sentido, las cáscaras, científicamente denominadas Citri Reticulatae Pericarpium, contienen antioxidantes y flavonoides con potencial para estabilizar la presión arterial y prevenir la obesidad.
Y de todos los lugares, la región de Xinhui, situada en la confluencia de los ríos Xijiang y Tanjiang, ofrece condiciones de suelo y agua únicas que enriquecen las cáscaras con mayor contenido de micronutrientes que las cultivadas en otras zonas. Dicho esto, para ser consideradas auténtico chenpi, las cáscaras deben someterse a un proceso de secado anual al sol durante al menos tres años, siendo cuidadosamente almacenadas el resto del tiempo.
Tipología. Existen hasta cuatro tipos principales de chenpi según el momento de la cosecha: las de cáscaras verdes, recolectadas antes de la maduración, las de cáscaras de mandarina segunda roja, recogidas en noviembre, las cáscaras rojas grandes, completamente maduras en diciembre, y finalmente las de cáscaras rojas posinvierno, cosechadas tras esta estación, y con mayor contenido de azúcar.
Auge de la industria e impacto económico. En las últimas décadas, la industria del chenpi ha impulsado un crecimiento económico sin precedentes en la región de Xinhui. La producción de estas peculiares cáscaras ha convertido a la región en una potencia económica, aportando aproximadamente 23.000 millones de yuanes (3.200 millones de dólares) en 2023, y representando una cuarta parte del PIB de Jiangmen.
A este respecto, empresarios locales como Zhou Zhiwei, quien dejó Hong Kong en la década de 1990 para regresar a Xinhui, han desempeñado un papel crucial en la consolidación de la industria. Zhou, ahora vicepresidente de la Asociación de la Industria de Chenpi de Xinhui, dice manejar anualmente alrededor de 163 toneladas de cáscaras, contribuyendo al posicionamiento de Xinhui como el principal productor mundial.

Chenpi
Revalorización del chenpi para élites. Al final, un producto tan exquisito ha terminado donde otros similares: en la alta gastronomía. Aquí surgen nombres como el del renombrado chef Li Chi Wai, del restaurante The Legacy House en Hong Kong, quien ha estado promoviendo la incorporación del chenpi en la alta cocina, explorando su potencial más allá de la medicina tradicional.
Inspirado por su infancia en Xinhui, Li ha introducido menús exclusivos que destacan la diversidad de sabores del chenpi según su edad, cosecha y origen, emulando la apreciación por el terroir en la industria vinícola.
Platos exclusivos con la cáscara de “oro”. De hecho, en el último menú gastronómico que está ofreciendo el chef los comensales pueden disfrutar platos como la sopa de vejiga natatoria de pescado con cabeza y pezuñas de cordero, elaborada con chenpi de más de 50 años, resaltando “su sabor profundo y notas amaderadas”.
También el filete de mero estofado con cáscara de seis años “con matices dulces” gracias a la cosecha posinvierno, o los rollos de langosta con paja de bambú, acompañados de cáscaras de 13 años, los cuales dice que aportan un ligero sabor a ostras debido a su origen en la región ribereña de Meijiang. Además, Li dice que busca transformar la percepción del chenpi, mostrando que su amargor inicial, bien equilibrado, se convierte en un sabor dulce y sofisticado, simbolizando la relación entre amargura y dulzura en la vida, según el antiguo proverbio chino.
Innovación y futuro del chenpi. La producción del chenpi ha evolucionado con el tiempo, con avances en técnicas de cosecha y almacenamiento. Actualmente, los productores utilizan tanto las cáscaras como la pulpa de mandarina (antes descartada) para fabricar productos de salud y enzimas.
En Xinhui, iniciativas como Chenpi Village, un centro cultural y turístico dedicado a la cáscara de mandarina, reflejan esos esfuerzos por diversificar la industria. En este complejo se ofrecen productos como helados, café con polvo de chenpi y recuerdos culinarios, atrayendo a turistas y consolidando esa identidad cultural de la región. Como explicaba a la CNN el productor Zhou al observar el auge del mercado, Xinhui ha sabido enfocar y darle importancia a la manufactura avanzada y la diversificación de productos del chenpi, asegurando la sostenibilidad del sector a largo plazo.
Una región que ha logrado algo fascinante: elevar un ingrediente tan humilde como una simple cáscara de mandarina envejecida en “oro” a todos los niveles, tanto económico como cultural para la región.
Imagen | Zhionghwaong Sham, Simon Law
En Xataka | China no tiene todavía litografías de vanguardia. Aun así, se está haciendo de oro con los nodos maduros
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En 2018 Rusia presentó a su nuevo y revolucionario robot humanoide. El único problema es que no era un robot
Si “IA” es un concepto tecnológico de moda, el otro es la robótica. Los robots humanoides, concretamente. Estados Unidos y China se han embarcado en una carrera por ver quién crea robots humanoides de consumo, pero cuando en 2018 sólo estaba Atlas dando saltitos, Rusia ya tenía un robot humanoide bailando y dando espectáculo.
Se llamaba Boris, pero había un problema: no era un robot.
Guerra Fría robótica. Hasta la reciente generación de robots, que han salido de los laboratorios y talleres para ponerse a competir incluso en pruebas deportivas, el gran referente de la robótica era Boston Dynamics. Por un lado, con Spot, el perro robot. Por otro, con un Atlas que hacía parkour y ejecutaba movimientos muy fluidos y calculados. Aunque propiedad de Hyundai, esos avances venían de Estados Unidos, y Rusia quería meterse en la conversación.
Así, en diciembre de ese 2018, algo ocurrió en el canal estatal Russia-24: un robot con pinta de astronauta y de nombre Boris salió a escena. Lo hizo en la ciudad de Yaroslavl, donde se acababa de inaugurar el Foro Anual de Ciencia y Tecnología Proyektoria destinado a promover la robótica y la tecnología entre los jóvenes. Era un evento importante, pues contaba con el respaldo del mismísimo Ministerio de Educación y Putin había asistido a versiones anteriores.


El prodigio ruso. Boris era una máquina, en el sentido figurado. Bailaba, hablaba, tenía sueños e ilusiones, afirmando que quería aprender composición musical y a dibujar, y fue tratado como una celebridad por el canal de televisión. Era el ejemplo más avanzado de la robótica rusa y parecía acabado. Atlas tenía cables colgando, Boris un casco, lucecitas y era un robot de película.
Hubo quien se empezó a preguntar cosas. Aparece en la hora 32 de este vídeo.
Sospechas. TJournal es una web de tecnología rusa y fue de los primeros en cuestionar la autenticidad del robot. Como recoge BBC, las preguntas eran bastante certeras:
- ¿Por qué no se ven sensores?
- ¿Cómo ha aparecido de la nada sin filtraciones previas?
- ¿Por qué nadie en Internet está hablando de algo tan avanzado?
- ¿Por qué algunos movimientos eran tan fluidos durante el baile?
- ¿Por qué la voz era tan robótica?
- Y lo más importante: ¿por qué era tan innecesariamente grande?
Pero lo más importante es que, más allá de las imágenes oficiales de Russia-24, a la que parecía preocuparle mucho que el país diera la sensación de tener ese avanzadísimo dispositivo, hubo otras imágenes. Tomadas por los asistentes, en algunas de esas fotos desde atrás se veía perfectamente un cuello humano asomando en la nuca de Boris. Pillado.
Carísimo disfraz. No hubo que investigar mucho: Boris no era más que un traje que se había puesto un operario. El traje se podía comprar. Si tenías 3.600 euros, podías comprar el modelo Alyosha a la empresa Show Robots, que también venía trajes de Iron Man o Robocop. De hecho, fue una agencia de medios fundada por un rival de Putin la que publicó algunas fotos con el actor poniéndose el traje.
¿Engaño? Naaah, una broma. Imagina el bochorno tras tirar de la manta. El vídeo se volvió viral y fue objeto de burlas, tanto que, unos días después de su publicación, Russia-24 lo eliminó de su canal de YouTube. Sin embargo, dos días después de la emisión original, lo resubieron y publicaron una entrevista con el periodista que había hecho la pieza.
¿La excusa? Que estaba seguro de que nadie se lo creería, ya que era como Papá Noel: un proyecto para los niños. El problema es que el periodista narró el reportaje original como si fuera la última maravilla tecnológica de Rusia. Los responsables de Proyektoria echaron balones fuera y dijeron que ellos nunca habían afirmado que ser tratada de un robot, que no iba con ellos la cosa y que los de Russia-24 no se enteraron de la película.
El problema es que hubo quien tiró de la manta y descubrió que Russia-24 ya había mostrado un robot militar falso. De hecho, en 2019 se repitió la jugada con otro robot realizando el saque inicial en un partido entre el FC Orenburg y el CSK de Moscú. Era otro hombre disfrazado y el vídeo es brutal.
El estado de la robótica rusa… En medios internacionales hubo quien se lo tomó a risa, como CBS afirmando que “independientemente de la intención, Boris no pasará a la historia como el ejemplo más bochornoso de las noticias falsas de Rusia”. Y este episodio lo recordamos porque, recientemente, Rusia ha presentado a AIdol, su primer robot humanoide. Ya salido… mal.
Con la banda sonora de ‘Rocky’ de fondo y con una cara de “por favor, qué hago aquí”, lo primero que ha hecho el nuevo robot ruso ha sido dar un par de pasos para caerse de bruces. La escena es comedia involuntaria de alto nivel, con el robot pataleando en el suelo y los empleados llevándoselo y tapando el escenario con una gran tela negra.
Al menos, AIdol es real.
Imágenes | ПроеКТОриЯ
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Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el "cristianismo chic"
Durante la inauguración de una de sus tiendas en Zaragoza, la marca Álvaro Moreno volvió a repetir su ya habitual ritual: un sacerdote recorrió las instalaciones bendiciendo el local y a los empleados, mientras en una gran pantalla se leía el lema “Sea para gloria de Dios”. El gesto resume la filosofía del empresario sevillano que ha convertido su fe católica en parte de su modelo de negocio.
Mostrando la fe. “Cuando abro una tienda digo que sea para gloria de Dios, porque si no es para su gloria, ¿para qué estamos aquí?”, dijo en una entrevista con El Español. Tenía 21 años cuando abrió su primer local en Osuna; hoy, su marca emplea a 700 personas y roza los 11 millones de beneficio anual. En medio de la pandemia, tras asistir a misa una mañana cualquiera, asegura que encontró algo más que consuelo: un nuevo modo de entender la empresa.
Su compañía busca integrar “proyectos sociales y solidarios” a través de iniciativas como Tiendas con Alma, que colabora con ONGs como Down España, ELA Andalucía, Tu Casa Azul o las Hijas de la Caridad del Pumarejo. “Hacer empresa con alma” no es marketing, insiste. Pero lo cierto es que su manera de mezclar religión y empresa encaja a la perfección con una tendencia cultural más amplia: la vuelta del catolicismo como estética, relato y, en algunos casos, como estrategia de marca.
¿Un nuevo lenguaje espiritual? La devoción pública de Álvaro Moreno no surge de la nada. Forma parte de un movimiento más amplio, donde lo religioso vuelve a asomar entre canciones pop, desfiles de moda o lemas de empresa. El catolicismo, antes relegado al silencio o al pudor, se convierte ahora en un signo visible, incluso en una forma de estilo.
La cantante Rosalía ha sido la cara más visible de esa tendencia. Su nuevo disco, Lux, está atravesado por símbolos y cantos religiosos. En la portada aparece vestida con un hábito blanco y en el vídeo de presentación se escuchan coros gregorianos y versos sobre Dios en catorce idiomas. Este gesto se sitúa dentro de una corriente artística más amplia, donde la religiosidad deja de ser tabú para las nuevas generaciones. La espiritualidad se ha convertido, en otras palabras, en un nuevo lenguaje cultural. Del hábito de Rosalía a los festivales católicos como Hakuna, que reunió a 85.000 jóvenes en un concierto multitudinario en abril, la fe está saliendo de las sacristías y entrando en los timelines.
De TikTok al púlpito. El fenómeno no se limita a España. En Estados Unidos, un reportaje del Wall Street Journal describe cómo la música cristiana contemporánea “está ardiendo de nuevo por Dios”. Artistas como Forrest Frank, exmiembro del dúo pop Surfaces, han llevado su fe a TikTok con canciones como God’s Got My Back, acumulando más de 15 millones de reproducciones en Spotify y millones de visualizaciones en redes. Según el mismo medio, los artistas cristianos acumularon más de 1.200 millones de reproducciones en EEUU este año.
Y no solo los artistas: incluso los conventos han aprendido a moverse en la era digital. Religiosas como Sor Marta, Sor Verónica o la argentina Josefina Cattaneo acumulan cientos de miles de seguidores mostrando su día a día en los conventos: desde cómo se prepara un hábito hasta cómo se celebra un cumpleaños en comunidad. La fórmula funciona porque humaniza la vocación religiosa y la hace accesible a jóvenes que quizá nunca se acercarían a una iglesia. Lo que antes se comunicaba desde el púlpito ahora se comparte desde el algoritmo.
Del pudor al orgullo creyente. En España, los datos confirman un cambio generacional. Según el CIS, el 36,4% de los jóvenes de entre 18 y 24 años se declaran católicos, frente al 28% de 2021. El 10,5 % son practicantes. Es el único grupo de edad en el que la religiosidad crece.
“Existe un auge del catolicismo identitario y una visibilización de la identidad religiosa por una parte de la juventud”, explica la antropóloga Mónica Cornejo en El Correo. “Llevan cruces vistas y reivindican su fe sin pudor. Dicen: ‘Soy cristiano, ¿y qué?’”. Para Cornejo, se trata de un catolicismo “más cultural, menos dogmático. No les interesa tanto la religión leída como la religión vivida”. En un país donde la religión parecía cosa del pasado, la fe vuelve a ser una bandera —estética, emocional o política—. Y lo hace, curiosamente, desde Instagram, desde los reels o desde una pasarela.
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Hacia el catolicismo chic. Pero hay una pregunta que subyace de todo esto: ¿es devoción, estrategia o ambas cosas? Como advierte Noemí López Trujillo en Newtral, la estética religiosa que Rosalía ha abrazado “no parece ni desdecirse ni contradecirse, sino abrazar deliberadamente la idea de que lo conservador es subversivo”.
En el caso de Álvaro Moreno, la frase “Sea para gloria de Dios” resuena con autenticidad, sí, pero también con una precisión de branding: tienda, ritual, historia de superación, valores visibles. Y en un mercado en el que los consumidores buscan propósito tanto como producto, ese relato funciona.
La duda es si en el camino no se diluye algo esencial. La espiritualidad profunda se convierte en estética de consumo, y la fe —como casi todo— en un valor de mercado. Porque creer en algo ofrece consuelo; pero mercantilizar la creencia ofrece un relato que se vende. Y en esa frontera —entre la convicción y la estrategia— quizá tengamos que mirar más allá de las vitrinas bendecidas.
Imagen | TikTok
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Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el “cristianismo chic”
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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una telaraña de 100 metros cuadrados donde dos especies enemigas viven en paz
El miedo a las arañas es una de las fobias más comunes. Tanto que hay videojuegos que te permiten cambiar el diseño de las arañas por el de otros animales y hasta se investiga cómo recrearlas de formas menos aterradoras. Con esto quiero decirte que, si te dan repelús, lo que han descubierto en una cueva entre Albania y Grecia será el nuevo escenario de tus pesadillas: la mayor tela de araña del mundo, una megaciudad que tiene más de 111.000 arañas.
Y lo más curioso no tiene nada que ver con la dimensión de la estructura.
En corto. Hace unos días, en la revista Subterranean Biology, un equipo de investigadores describió su gran descubrimiento: en la Cueva del Azufre entre Albania y Grecia, habían dado con una megaciudad de arañas. Realmente, el hallazgo inicial lo realizaron espeleólogos de la Sociedad Espeleológica Checa en 2022, pero científicos de la Universidad de Transilvania fueron los que visitaron y documentaron la cueva estos últimos años.
Lo que más llama la atención es un escenario de pesadilla: una estructura de ‘seda’ que cubre unos 106 metros cuadrados y en la que viven la friolera de 111.000 arañas. Se encuentra a unos 50 metros de la entrada de la cueva, en una zona de oscuridad permanente y muy estrecha, y los investigadores creen que hay miles de telarañas individuales con forma de embudo que se han ido uniendo para crear la estructura.


La colonia. Sólo por eso, el hallazgo es digno de mención, pero lo más interesante no es el tamaño, sino las responsables. Si hablásemos de una sola especie pues vale, sería impresionante por las dimensiones, pero aquí lo relevante es que son dos especies las que conviven en la megaciudad:
Lo curioso es que las dos son especies solitarias y nunca antes se había documentado que formaran colonias. Además, en condiciones normales, la Tegenaria domestica cazaría a la Prinerigone vagans, bastante más pequeña, pero los investigadores se dieron cuenta de que ambas convivían en paz.
Paraíso. ¿El motivo? Puede que la oscuridad total esté inhibiendo los sentidos de las arañas, permitiendo la coexistencia, pero que el ambiente sulfúrico tóxico puede que también esté jugando un papel. Lo que tienen claro es que el ecosistema está perfectamente engrasado:
- No hay fotosíntesis al no haber luz, por lo que los microorganismos que están presentes son bacterias que oxidan el azufre, convirtiendo compuestos inorgánicos en materia orgánica que se pega en las paredes.
- Hay larvas de quironómidos que se alimentan de estas biopelículas.
- De las larvas, salen los Tanytarsus albisutus, los mosquitos que no pican y que forman densos enjambres en un arroyo interior y del que se estima que hay 2,4 millones de individuos.
- Por accidente, caen en las redes de la megaciudad arácnida y estiman que cada araña toca a 200 mosquitos, por lo que están bien alimentadas, no tienen la necesidad de cazar o abandonar la estructura y siguen ampliando la colonia.

Las dos especies en amor y compañía
Implicaciones. Uno de los investigadores, István Urák, ha comentado que a menudo piensan que conocen completamente una especie “hasta el punto de que creemos que entendemos todo sobre ella, pero aun así pueden darse descubrimientos inesperados”. Y no lo dice porque las dos especies convivan, sino porque han realizado análisis de ADN que han revelado que las poblaciones de la Cueva de Azufre son distintas genéticamente a la de sus congéneres que habitan la superficie.
Esto significa una cosa: en la línea evolutiva, las de superficie han ido por un lado y las de la cueva por otro, manteniéndose lo suficientemente aisladas como para evolucionar de otra forma y adaptarse específicamente al hostil entorno que habitan. Esas diferencias se traducen en que la diversidad microbiana es menor en las arañas cavernícolas y las hembras producen menos huevos por saco que las de la superficie, posiblemente porque como no tienen depredadores, no tienen que producir tantos descendientes.
Una mina. El equipo de Urák está trabajando en un estudio de seguimiento que podrá arrojar más luz sobre estas arañas, pero además de la megaciudad de seda, otros equipos han documentado otra treintena de especies de invertebrados que se han adaptado a este entorno tan peculiar. Entre ellos, otra araña: la Metellina merianae que, al contrario que las otras dos, prefiere vivir en soledad.
Y, al margen de la curiosidad y hasta del interés científico, los investigadores han subrayado la importancia de proteger esta colonia. Por eso, no se ha compartido la ubicación exacta de la cueva, pero la situación es compleja porque se encuentra en la frontera entre Albania y Grecia y habría que ver qué país tiene potestad para su protección. Al final, se han desarrollado de forma muy específica y cualquier elemento externo que se introduzca puede ser un contaminante.
Más allá del rechazo que a muchos nos producen las arañas, este descubrimiento pone sobre la mesa que, incluso en condiciones tan hostiles como una cueva sin luz, con poco oxígeno y presencia de gases tóxicos, la vida no sólo se abre camino, sino que especies “enemigas” pueden formar comunidades enormes que viven en harmonía.
Por el bien de las Prinerigone vagans, que nunca falten los mosquitos…
Imágenes | Marek Audy, Subterranean Biology
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