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14 rincones de Francia que bien servirían para celebrar San Valentín

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Lo decíamos el otro día, los viajes para enamorados este año van a tener que esperarse hasta el siguiente, pero no por ello podemos dejar de proponer lugares. Y si siempre se piensa en París como la ciudad del amor, el resto del país no se queda corto, así que puestos a ampliar nuestras opciones os traemos 14 rincones de Francia que bien servirían para celebrar un 14 de Febrero, San Valentín.

Aunque ya sabemos que cualquier lugar puede ser romántico, si lo juntamos con paisajes espectaculares, senderos eternos junto al mar, pueblos de cuento y castillos maravillosos, estaremos de cuento en que Francia cumple todos los requisitos para enamorar y ayudar a sellar el amor de los que ya están enamorados.


Un paseo por el Canal du Midi en Occitania

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Occitania es la segunda mayor región de Francia, con 13 departamentos, y tiene de todo: 8 sitios declarados Patrimonio Mundial por la Unesco, dos Parques Nacionales, un Parque Natural marino, 7 Parques Naturales regionales, 44 estaciones de esquí, 40 grandes parajes, 28 estaciones termales, 220 kilómetros de costa mediterránea, 50 puertos deportivos…

Es tremendamente difícil elegir una única actividad, aunque tenemos nuestra favorita: una travesía en por el mítico Canal du Midi, que une Mediterráneo con el Atlántico atravesando toda Francia. Es una manera perfecta de ser el capitán de tu propio barco, sin necesidad de licencia ni experiencia, únicamente como si condujeras un coche. En tu travesía encontrarás esclusas, podrás contemplar las espadañas de la región de Toulouse, todas las obras de arte que ofrece el itinerario mientras navegas a 6 km hora. Se duerme a todo confort y para las comidas hay dos opciones: lanzarte a hacerlas tú mismo o dejarte llevar por la gastronomía de fama internacional de la región.

El Gard, naturaleza y cultura

El Gard

Naturaleza a raudales, eso es lo que nos ofrece El Gard. Perfecto para practicar senderismo en las escarpadas laderas de las Cevenas, recorrer la Camarga a caballo, bañarse en el Mediterráneo… En El Gard hay cumbres, altiplanos, bosques de castaños, colinas verdes, ríos caudalosos, cuevas mágicas, matorrales, olivares, enormes playas de arena bordeadas de dunas y marismas. Todo ello surcado por senderos y con un patrimonio construido hace dos mil años. Un verdadero paraíso para los amantes de la naturaleza salvaje y los espacios vírgenes, para los curiosos que aman los senderos marcados.

La oferta cultural es igualmente extraordinaria. El Gard cuenta con tres lugares inscritos en el Patrimonio Mundial de la UNESCO, a los que se les unen ciudades históricas excepcionales como Aigues-Mortes, la ciudad de Saint Louis y algunos de los Pueblos más Bonitos de Francia. La gastronomía no puede faltar y, con sus variados paisajes y culturas, ofrece una gama de productos locales tan diversos como sabrosos, como el aceite de oliva de Nîmes, la carne de toro y el arroz de Camarga, la cebolla dulce de las Cevenas, la trufa negra…

Un paseo por Nîmes, la Roma francesa

Nimes

Nîmes ofrece una asombrosa riqueza de patrimonio tanto antiguo como contemporáneo. Llamada la “Roma Francesa”, es el hogar de algunos de los monumentos romanos mejor conservados del mundo, entre los que destaca su anfiteatro. Desde finales del siglo I d.C., acogió la lucha de bestias salvajes y gladiadores. Hoy en día, muchos eventos tienen lugar allí: corridas de toros, congresos, conciertos y eventos deportivos.

Pero su herencia contemporánea es su segunda personalidad: grandes firmas han construido la ciudad de hoy. Es una ciudad con un centro totalmente peatonal, perfecto para pasear y disfrutar de una ciudad relajante y acogedora. Estamos en Francia, así que, por supuesto hay que hablar de gastronomía; los patés de Nîmes son el referente gastronómico de la ciudad, pero no hay que olvidarse de la auténtica brandada de bacalao de Nîmes, original y refinada, ni el foie gras y los quesos. Para beber están los vinos de las Costières de Nîmes, uno de los viñedos más antiguos y extensos de Francia.

Respirar lavanda en la Provenza y visitar la ciudad de los Papas en Vaucluse

Lavanda

Démonos ahora un paseo por el corazón de la Provenza que nos llevará hasta Vaucluse. La Provenza del Luberon y de los pueblos encaramados, la de los campos de lavanda y del Mont Ventoux, destino predilecto de los ciclistas, la Provenza con capital en Aviñón, clasificada como patrimonio de la humanidad de la UNESCO, la Provenza de los festivales, los mercados abigarrados, la del aceite de oliva y del buen vino.

Y sí, hay que visitar Aviñón haciendo un recorrido completo. Empezamos con el Puente de Aviñón y el Palacio papal o podemos disfrutar de una de las visitas comentadas de la Oficina de Turismo. En el margen izquierdo, el derecho e incluso sobre las aguas del Ródano, en la isla de la Barthelasse, sobran las ocasiones para explorar la gastronomía provenzal y los vinos en la capital de Côtes du Rhône. Para exprimir la oferta gastronómica se puede dar un paseo por el mercado cubierto de Les Halles d’Avignon, una clase de cocina, una cena en un restaurante de un chef con estrella Michelin o de un joven prodigio de la gastronomía, la visita a una destilería y cata de licores en la isla de la Barthelasse. O quizás la visita a un molino de aceite de oliva en Villeneuve-les-Avignon.

El romanticismo de Côte d’Azur nunca pasará de moda

Menton

Desde Saint-Tropez hasta Menton, a lo largo de un litoral salpicado de sublimes bahías y bordeado de verdes colinas, la Costa Azul es un lugar de encuentro para los amantes del deporte y del arte de vivir. Inolvidables son sus playas y palacios de ensueño, festivales de renombre y los focos artísticos que conviven con las calas secretas y los pueblos escondidos de la zona alta. Porque cerca de las emblemáticas ciudades de Niza, Cannes y Antibes Jean-les-Pins, los verdes valles y las altas mesetas invitan al senderismo, y los pueblos encaramados con tejados rojos, que cada invierno se colorean de amarillo con las mimosas en flor.

Quien dice Côte d’Azur, dice mar. Aquí están algunos de los cabos más bonitos del Mediterráneo y que no hay que perderse. Cap Ferrat a menudo llamada la península de los multimillonarios por las imponentes propiedades, se puede rodear gracias al sendero costero desde la bahía de Villefranche hasta el pueblo de Saint-Jean-Cap-Ferrat. Más al oeste, encontramos Cap d’Ail que desde el siglo XIX acoge a todas las estrellas de la época: los hermanos Lumières, Greta Garbo, Jean Cocteau… Se puede descubrir la flora local, jardines exóticos pero también villas que han conservado el estilo del siglo XIX. Finalmente, aunque hay muchos más, Cap Martin, el hogar de algunas de las villas más hermosas de la Côte d’Azur.

Por supuesto, parada en Niza, capital de Côte d’Azur

Niza

La quinta ciudad de Francia es también el segundo centro turístico internacional del país, después de París. Entre mar y montaña, la metrópoli de Niza Costa Azul y sus 49 municipios ofrecen una diversidad de paisajes y actividades únicas. La luz especial de la ciudad y su privilegiada situación geográfica –entre el mar y las montañas– que siempre ha atraído e inspirado a los artistas, hacen que Niza siga siendo un lugar de creación. Gracias a su rico patrimonio artístico y cultural, es una de las mayores ciudades francesas en cuanto a número de museos y galerías de arte. Su densa historia la convierte en la ciudad más atractiva de la Riviera Francesa.

Niza es un lugar ideal para paseos familiares y románticos, el renombrado clima mediterráneo se presta a todo tipo de actividades al aire libre: de playa en playa, en parques, jardines, es sin duda una opción atractiva, pero los sitios culturales de la ciudad también ofrecen muchas actividades de ocio en el interior.

Mónaco sigue reinventándose

Monaco

Desde hace más de siete siglos, Mónaco ha sido una excepción. Enclavado entre el blanco de los Alpes y el azul del Mediterráneo, el segundo estado más pequeño del mundo tiene muchos y variados activos, que van desde la cultura hasta el bienestar, pasando por la gastronomía y el buen vivir. Y es que en Mónaco, las estrellas no se encuentran solo en el cielo, pues este destino tiene no menos de diez estrellas Michelin repartidas en un área de aproximadamente 2 km².

Anclado entre la tradición y la modernidad, Mónaco es un destino que se reinventa sin dejar de ser fiel a los elementos que componen su ADN, lo que es una de las claves del éxito de este estado soberano. La arquitectura Belle Epoque de la Place du Casino junto a la atmósfera contemporánea del Monte-Carlo One ilustra perfectamente esta afirmación. En Mónaco, el lujo y el esplendor se codean con la sostenibilidad y la responsabilidad, ya sea en el corazón de sus grandes hoteles, en sus famosos spas o durante eventos de clase mundial. Mónaco no es solo un destino, es un lugar donde la tranquilidad y la calidad de vida son reconocidas por unanimidad. En pareja, en familia o con amigos, es fácil aprovechar el momento presente y pasar un buen rato.

Naturaleza, cultura y arte de vivir en el Valle del Loira

Chateau Loira

Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 2000, el Valle del Loira es la columna vertebral de la región con una combinación única de naturaleza, cultura y buen vivir. El llamado Valle de los Reyes está poblado de una infinidad de castillos, 15 de ellos considerados “Grandes Sitios del Valle del Loira”, como el Castillo de Chambord o el Castillo de Chenonceau. Y es que, antes de Versalles, los Reyes de Francia residían en el Valle del Loira.

El Valle del Loira es conocido también como “el Jardín de Francia”, debido a sus suelos fértiles y diversos, aptos para el cultivo de frutas y verduras, así como la producción de vinos muy diferentes: tintos, blancos, rosados, espumosos, secos o tánicos… ¡los hay para todos los gustos! La mejor manera de conocer esta tierra, en simbiosis con el entorno, es recorrerla en bicicleta gracias a la ruta del Loira en Bicicleta, un itinerario de 900 km que sigue el curso del Loira, entre viñedos y castillos. Lo mismo tantos no, pero nos parece una idea estupenda hacer una parte con tu pareja.

Normandía, siempre inspiradora

Normandia

Normandía, tierra de inspiración, ha acogido desde siempre a artistas, pintores impresionistas y escritores, en su territorio. Hoy en día, más allá de las visitas imprescindibles, Normandía ofrece paseos sorprendentes, fuera de lo convencional y llenos de magia para convertir las vacaciones o las ocasiones especiales en una experiencia única.

Ofrece a sus visitantes la oportunidad de descubrir su arte de vivir “como un local”, viviendo experiencias únicas. Cada experiencia seleccionada incluye la práctica de una actividad y un encuentro con una personalidad normanda. Estas experiencias garantizarán a cada visitante un momento único e inolvidable en Normandía.

A Rennes hay que ir a disfrutar de la gastronomía

Mont Saint Michel

La capital de Bretaña es también la puerta de entrada a la región. A poco más de una hora de París en tren y a menos de una hora de lugares legendarios como Saint-Malo, Mont-Saint-Michel y el mítico bosque de Brocéliande, Rennes está llena de tesoros: gastronomía, cultura, artesanos, creadores… Una ciudad universitaria, festiva y de moda donde la cultura anima cada monumento para vivir momentos insólitos. Con un festival a la semana, Rennes es una bulliciosa ciudad cultural que se puede visitar durante todo el año. Una ciudad a escala humana donde sus habitantes se mueven a pie, en bicicleta y sobre el agua.

Pero en los últimos tiempos se ha convertido en un verdadero destino para gourmets. El interés de su gastronomía deriva tanto de la calidad de la cocina de los chefs locales como de la variedad de su oferta: hay restaurantes gourmet y bistrós, creperías o lugares de moda. Lo más destacado de la semana es el imperdible mercado de Lices, el segundo mercado más grande de Francia.

Nantes, en el sur de la Bretaña, todo es creatividad

Nantes

Situada en el sur de Bretaña, Nantes es probablemente la ciudad más creativa de Francia. Cultural, artística, innovadora, la capital histórica de Bretaña ofrece además una excelente calidad de vida y forma parte de las ciudades más verdes de Francia. El evento “el Viaje a Nantes” (le Voyage à Nantes) se desarrolla cada verano y anima la ciudad con muchas instalaciones artísticas, obras de arte y lugares de encuentro.

Una línea verde, pintada en el suelo, transcurre por el centro y junta los elementos de esta colección con otros elementos imprescindibles del patrimonio histórico de Nantes, puntos de vista y barrios animados. Una visita de Nantes se completa con un recorrido artístico que se llama Estuaire y que sigue el Loira hasta la ciudad de Saint-Nazaire. Más al sur, a 20 minutos de Nantes, se puede disfrutar del viñedo del Muscadet y de su paisaje único, así como de la encantadora ciudad de Clisson.

Hotel du Palais: testigo de la historia frente al mar

Hotel Du Palais

La Francia más cercana a nosotros, Biarrizt, nos ofrece el enclave perfecto para enamorados, con una cartera bien desahogada. La Villa Eugenia, actual Hôtel du Palais, fue construida en 1854 por Napoleón III para su esposa, Eugenia de Montijo. Es el único Palais de la Costa Atlántica y se ha unido a la prestigiosa marca The Unbound Collection by Hyatt. Ofrece una gran variedad de restaurantes, entre ellos el emblemático Rotonde, su restaurante gastronómico frente al mar, dirigido por su nuevo y joven chef creativo, Aurélien Largeau, quien honrará la tradición culinaria del País Vasco y sus productos locales de temporada. Una experiencia única que no debe perderse.

Hotel Du Palais

Las 86 habitaciones y 56 suites que alberga el hotel, con espacios que van de los 28 m2 a los 100 m2 de la Suite Royale, se articulan en armonía con la arquitectura original y la historia del edificio. Algunas de las habitaciones de la última planta del hotel están dedicadas al ambiente marinero y, con sus ventanas redondas y claraboyas, evocan los barcos de crucero. Para los momentos de descanso o para las actividades deportivas, hay que acudir a su zona de SPA de 3.000 m2 en 5 plantas, o a la piscina exterior climatizada con agua de mar en la temporada de verano. Sus terrazas invitan a admirar la excepcional vista del océano y las puestas de sol tan específicas de la región.

La Polinesia Francesa: Tahiti y sus islas vuelven a abrirse al mundo

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Sí, no nos hemos vuelto locos, la Polinesia Francesa es eso, Francia y vuelve a abrir sus fronteras para conectar al mundo con la naturaleza de las Islas de Tahití. Definitivamente es el lugar perfecto para el amor. Desde coloridos arrecifes hasta espectaculares montañas, playas apartadas y una cultura acogedora, encontrarás lo que necesitas para sentir y redescubrir tu espíritu de aventura. Es ese rincón del mundo donde puedes sentirte verdaderamente en paz y como en casa lejos de casa.

Los visitantes van a la Polinesia Francesa para experimentar el estilo de vida. Buscan descansar en una isla paradisíaca del Pacífico Sur, con palmeras que se balancean y puestas de sol increíblemente bellas, aire perfumado con vainilla de Tahití y una cultura tan exuberante y rica como la mejor cocina francesa, pero tan sensual y cálida como la miel de Tahití. Cada isla ofrece diversos alojamientos, desde lujosas villas sobre el agua, pasando por casas de huéspedes familiares, hasta la navegación en charter privado o en crucero.

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170.000 bombillas iluminan sus calles

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Hay lugares que parecen tener un brillo propio, pero en Navidad consiguen algo todavía más difícil: multiplicar su belleza hasta crear una estampa casi irreal. En pleno invierno, cuando cae la noche, este rincón de la provincia de Salamanca se transforma en un escenario de cuento, con calles empedradas que resplandecen, balcones de madera decorados con miles de puntos de luz y una plaza mayor que invita a detenerse y mirar alrededor sin prisas. No es casualidad que, año tras año, se haya convertido en uno de los destinos más buscados para una escapada invernal con encanto.

Ese lugar es La Alberca, uno de los pueblos más bonitos de España en cualquier época del año, pero especialmente cautivador durante la Navidad. Desde finales de noviembre y hasta bien entrado enero, más de 170.000 bombillas LED iluminan su casco histórico, envolviendo plazas y callejuelas en una atmósfera cálida que contrasta con el paisaje serrano y el frío del invierno. La iluminación no es un simple reclamo estético, sino una apuesta decidida por revitalizar el pueblo en temporada baja y consolidarlo como un referente turístico más allá de los meses de verano.

Esta ambiciosa iniciativa alcanzó proyección nacional cuando en 2023 La Alberca se alzó como ganadora del concurso anual “Juntos Brillamos Más” de Ferrero Rocher, un reconocimiento que impulsó aún más su espectacular despliegue luminoso. El premio supuso un antes y un después, no solo por el impacto visual, sino por el orgullo colectivo de vecinos y comerciantes, que han hecho de la Navidad una celebración compartida y un motor de vida para el pueblo. Hoy, al pasear por el pueblo en estas fechas es fácil comprobar cómo todos aúnan esfuerzos para crear una experiencia inolvidable a quien la visita.

La Alberca: el pueblo de las 160 luces por cada habitante

La Alberca Luces Navidad
La Alberca Luces Navidad

La iniciativa partió del Ayuntamiento, con el apoyo de sus poco más de 1.000 vecinos y comercios locales, y ha ido creciendo y perfeccionándose con los años hasta convertirse en una seña de identidad navideña. El resultado es un recorrido luminoso que invita a perderse sin mapa, dejándose llevar por la belleza de cada rincón.

De hecho ya es toda una institución: este año el estreno oficial de la iluminación tuvo lugar el 29 de noviembre en una pequeña ceremonia, una fecha que se adelantó ligeramente respecto a lo previsto inicialmente tras escuchar la petición de vecinos y comerciantes. Desde el Ayuntamiento se optó por escoger un día más tranquilo, pensado no solo para repartir mejor la afluencia de visitantes, sino también para servir de impulso a la actividad económica local desde el inicio de la campaña navideña. 

Además del encendido de luces, la programación navideña se completa con actividades pensadas para todos los públicos: visitas de Papá Noel y los Reyes Magos, espectáculos infantiles, conciertos, mercadillos y propuestas culturales que animan las tardes frías y refuerzan ese espíritu comunitario tan característico del pueblo. A todo ello se suman tradiciones singulares, como la del marrano de San Antón, donde un cerdo es cuidado por el pueblo y rifado para fines benéficos en enero, representando una práctica que ha perdurado más de 500 años… tradición que por supuesto sorprende a quienes visitan La Alberca por primera vez.

Un pueblo anclado en el tiempo que merece la pena visitar en cualquier momento del año

Alberca
Alberca

Pero La Alberca es mucho más que luces. Fue el primer municipio de España declarado Conjunto Histórico-Artístico, y basta un paseo por su Plaza Mayor para entender por qué. El crucero de granito en el centro, las casas tradicionales con entramado de madera y los soportales crean una estampa que parece detenida en el tiempo. Muy cerca se alza la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los edificios más destacados del pueblo, junto a pequeñas ermitas y miradores que permiten asomarse al paisaje de la Sierra de Francia.

Una escapada en estas fechas es también la excusa perfecta para descubrir (o redescubrir), la gastronomía de la zona. En sus tiendas y obradores se pueden adquirir embutidos ibéricos, jamón de Guijuelo, quesos, miel, dulces tradicionales como las perrunillas o productos artesanos ideales para llevar a casa o para convertir en protagonistas de las cenas navideñas (y de paso apoyar a los pequeños productores locales).

Y si se dispone de más tiempo, el entorno natural es un valor añadido. El Parque Natural de Las Batuecas–Sierra de Francia ofrece rutas sencillas incluso en invierno, bosques cubiertos de niebla y paisajes que invitan a caminar con calma, respirando aire limpio y disfrutando del silencio. Además está muy cerca de Salamanca, así que recorriendo algunos kilómetros más, una escapada completa y sorprendente está garantizada.

Imágenes | Ayuntamiento de la Alberca

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visitarla te hace sentir que entras en otro siglo

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Hay lugares que, nada más llegar, te invitan a bajar un poco el ritmo. De esos que te hacen respirar hondo sin que tú lo decidas, simplemente porque el entorno lo pide. En este sitio pasa exactamente eso: ves un valle tranquilo, un casco antiguo, un río que avanza con calma entre jardines muy cuidados y, al fondo, una silueta de granito que capta la atención sin necesidad de imponerse. Es uno de esos lugares ideales para practicar el famoso turismo slow, un término fácil de emplear pero difícil de poner en práctica en los tiempos que vivimos: caminar sin prisa, fijarte en los detalles, escuchar el agua, oler la madera de las casas antiguas y dejar que el paisaje vaya cambiando delante de ti.

Cuando llegas a Fougères, entiendes por qué todos hablan de su encanto. Lo primero que ves es la fortaleza en lo alto, vigilando el pueblo como si siempre hubiera estado ahí para orientarte. Debajo, las casas de entramado de madera mantienen ese aire auténtico que a veces se pierde en otros destinos, y las calles adoquinadas te llevan de un rincón a otro sin necesidad de acelerar el paso. Es un lugar que te invita a tomártelo con calma desde el primer minuto.

Luego están los bares y terrazas, que casi parecen puestos ahí para que te sientes un buen rato a disfrutar. Una galette, una sidra o algún dulce bretón saben mejor cuando no tienes prisa. Y la verdad es que aquí es fácil dejarse llevar: Fougères te recompensa si decides parar, mirar alrededor y simplemente estar. No hace falta más para empezar a disfrutarlo de verdad.

Fougères y su fortaleza medieval que te deja sin palabras

Fougeres
Fougeres

Erguida sobre un peñasco de esquisto, esta inmensa obra defensiva construida entre los siglos XII y XV, impresiona a cualquiera. Sus trece torres rodean dos hectáreas de murallas restauradas que, siglos atrás, estuvieron protegidas por un foso de agua. Seguir el camino de ronda es casi obligatorio: desde allí se admiran no solo las murallas en todo su esplendor, sino también los jardines que bordean el pueblo, perfectamente integrados en el paisaje.

Cada torre cuenta una historia, pero pocas atrapan tanto la imaginación como la torre Mélusine. Lleva el nombre del hada de Lusignan, símbolo de misterio y metamorfosis, y se eleva unos treinta metros sobre el conjunto, con muros de tres metros y medio de grosor. Una construcción así no solo servía para vigilar; su sola presencia disuadía a cualquiera que pensara poner a prueba las defensas del lugar.

Caminar por la fortaleza es como recorrer siglos de historia con los pies. Hay torres cuadradas, circulares y en forma de herradura que muestran la evolución de la ingeniería militar medieval. Desde lo alto, las vistas abarcan el valle, los tejados desiguales del casco antiguo y los colores de sus espectaculares jardines, que cambian con cada estación. A sus pies se encuentra el pasadizo, un Centro de Interpretación de la Arquitectura y el Patrimonio, una visita  imprescindible que ayuda a imaginar la vida cotidiana entre asedios, el papel de Fougères en las fronteras bretonas y las sucesivas reconstrucciones que han permitido que el conjunto llegue hasta nosotros tan completo.

Una ciudad para disfrutar con calma

Chateau De Fougeres
Chateau De Fougeres

Pero Fougères no es solo su castillo. Es un destino que se saborea mejor sin reloj: paseando por el barrio antiguo, entrando en alguna tienda artesanal, cruzando pequeños puentes sobre el río, subiendo a los miradores naturales o sencillamente sentándose en una terraza a contemplar cómo la fortaleza cambia de tono al caer la tarde. Aquí todo parece invitar a bajar el paso.

Si viajas en familia, las actividades del castillo suelen ser un acierto. Si vas en pareja, el atardecer desde las murallas es uno de esos momentos que se guardan en la memoria. Y si tienes ganas de tranquilidad, basta caminar por los jardines del pueblo o detenerse en cualquier rincón del casco antiguo para entender por qué estos lugares, lejos del ruido, acaban conquistando a quien los visita.

Imágenes | Web Oficial de Turismo de Bretaña

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esta ciudad tiene uno de los mercadillos navideños más bonitos y mágicos de España

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Siempre he pensado que la mejor manera de “calentar motores” cuando llega diciembre es pasear por un mercadillo navideño: entre luces, aromas y música, el espíritu festivo se enciende casi sin que nos demos cuenta. Y aunque muchos viajeros se dejan seducir por los mercados más famosos, y por tanto, más concurridos, existen alternativas fantásticas. Además en España tenemos mucha suerte porque hay muchos destinos que conservan intacta la magia, pero sin las aglomeraciones que a veces empañan la experiencia.

De hecho hay una ciudad en particular que, pese a no disfrutar de la popularidad de Madrid o Vigo, se transforma por completo en estas fechas. Durante más de cinco semanas, cada calle y cada plaza se llenan de luz, creatividad y ambiente festivo. Su programación, que este año incorpora novedades respecto a ediciones anteriores, es inmensa: más de 600 actividades repartidas en 39 días convierten este rincón del nordeste español en un gran escenario navideño pensado para disfrutar en familia, en pareja o con amigos. Hablamos de Zaragoza.

El epicentro es la Plaza del Pilar, donde se instala la ya emblemática Muestra Navideña, uno de los mercadillos más característicos del país. Pero la celebración no se queda ahí: el ambiente festivo se extiende también a otros espacios clave, como el Parque Grande José Antonio Labordeta, que se suma cada año con propuestas propias para completar una experiencia inolvidable en la ciudad.

Dos mercadillos para disfrutar de la Navidad más tradicional (y gourmet)

El mercado principal reúne alrededor de medio centenar de casetas, todas decoradas con un cuidado especial que invita a pasear sin prisa. Aquí puedes encontrar artesanía local, adornos hechos a mano, regalos originales, figuras para el belén, dulces tradicionales, chocolates, turrones y productos gastronómicos de la tierra. El ambiente, sin embargo, va mucho más allá de la compra: frente a la basílica se levanta un Belén de tamaño real, uno de los más grandes del país, que cada año se renueva y atrae a miles de visitantes. También hay pista de hielo, trineos neumáticos, un gran árbol de los deseos, carruseles y actividades constantes para todas las edades.

Si el plan pasa por llevarse sabores auténticos a casa, o por encontrar regalos gourmet de calidad, el Mercado Gourmet del Parque Grande es otra parada que merece un hueco en la ruta. Allí, productores y artesanos de toda la región ofrecen vinos, aceites, embutidos, dulces, panes de pueblo y conservas que son un acierto seguro para las cenas navideñas o para sorprender con un detalle para alguien especial. Además, este mercado suele acompañarse de actuaciones, talleres y degustaciones, lo que lo convierte en una experiencia completa.

La ciudad, además, estrena cada año novedades: un acto de encendido más espectacular, nuevas zonas iluminadas (como el Paseo Independencia), y un espectáculo lumínico en el Parque Grande que invita a recorrerlo al caer la tarde. Incluso la Cabalgata de Reyes renueva su recorrido y su puesta en escena, con más énfasis en la narrativa y en la calidad artística del desfile.

Zaragoza: una escapada perfecta en Navidad

Zaragoza
Zaragoza

Imagen | Perfil Facebook Zaragoza Cultura

Y entre todo este ambiente festivo se cuelan joyas patrimoniales que ningún viajero debería pasar por alto. La Basílica del Pilar, con sus cúpulas y su reflejo en el Ebro, es una visita imprescindible, igual que la Catedral del Salvador o la Aljafería, uno de los palacios mudéjares más importantes del país. Pasear por el casco histórico, descubrir pequeñas plazas, adentrarse en museos y perderse por calles llenas de vida es parte del encanto de esta escapada navideña.

Quizá otros mercados acaparen titulares, pero pocos equilibran tan bien la tradición, la artesanía, la gastronomía y la calidez de una ciudad volcada en estas fechas. Aquí la Navidad no solo se contempla: se vive, se siente y se comparte. Y quizá por eso, este mercadillo se ha convertido en uno de los más bonitos y mágicos de toda España. ¿La receta? calidez, actividades para todos, buena gastronomía y un ritmo que permite disfrutarlo de verdad.

Imagen | Ayuntamiento de Zaragoza

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